También llamada la “hora de la impronta” es decir la primera hora de vida de un recién nacido, la más importante para él y su madre, para que fortalezcan esa conexión que los unirá de por vida.
Al fin se está consiguiendo que se le de la importancia que realmente tiene y aquí en España tenemos una campaña (¡Que no os separen!) que defiende el contacto piel a piel nada más nacer.
La doula argentina Melina Bronfman expresa la importancia de este apego entre madre y recién nacido, encuentro en el que ambos están disfrutando los efectos y beneficios de la hormona del amor (oxitocina).
“La hora más importante de la Vida”
“¿Alguna vez observaste un bebé apenas nacido? Un bebé apenitas nacido tiene los ojos descomunalmente abiertos. Abre la boca, y mira, mira, mira. Se retuerce bastante. No siempre llora. Una hora después, se duerme. ¿Por qué hace esto? ¿Tiene alguna explicación? Somos mamíferos. El bebé en realidad está buscando ver a su madre. Abre la boca porque quiere succionar, y se retuerce porque no se siente junto a ella. No la huele y sabe que ella no está cerca. Si ese bebé estuviera en brazos de su madre, estaría mamando y relajado, porque estaría satisfaciendo esas necesidades que expresa con su cuerpo. Si el bebé no está en brazos de su madre, y no hay razones clínicas que justifiquen una separación, es allí donde debería estar.
Nuestro organismo responde a un mecanismo de supervivencia ancestral que hace que nos apeguemos a nuestra madre (y a la vida). Esta primera hora de vida, se llama la hora del apego. La hora de la impronta. Es una hora única e irrepetible. Crítica y determinante según algunos autores. No existe una segunda primera hora de vida. De hecho, a lo largo de nuestra vida, la primera experiencia, el primer día de escuela, la primera maestra, el primer beso, la primera vez… son muy importantes. Si estas no fueron buenas, incluyendo la primer hora de vida, después necesitamos muchas más experiencias reconfortantes para revertir la primera impresión… que no se desinstala, solo que aprendemos a distinguir que aunque no haya sido buena, el resto sí puede serlo.
Para el bebé recién nacido (y durante muchos meses), su organismo y el de su madre son lo mismo. Necesita visceralmente de ese contacto piel a piel. Por eso, apenas nace, mira tan fijo. Reconoce al ser que le dio la vida y que se la asegurará mientras sea dependiente de ella… En algunas instituciones aunque se especializan en nacimientos, no tienen en cuenta este “detalle”, y al bebé apenas nacido se lo aparta de la madre durante dos horas, para que quede en “observación”. El bebé con sus gestos y reacciones sólo pide contacto materno. Según algunas investigaciones que compararon dos grupos de bebés (los Dres. Klaus y Kennel, en Internet aparece este dato) uno que había sido separado durante una hora de su madre al nacer, y otro que no lo había sido, llegaron a los siguientes resultados: a los 6 meses de vida, los que no habían sido separados, tenían mejor peso. Mamaban mejor. No se habían enfermado. Regulaban mejor sus horas de sueño. Lloraban menos. En resumen, tenían un desarrollo sensiblemente mejor, más completo y saludable que aquellos bebés cuya primerísima hora de vida no la habían pasado junto a sus padres. Es muy importante contar con esta información durante la gestación para pactar con la institución la no interrupción de esta “hora sagrada”. La ley 25129, sobre los derechos de las parejas en la atención obstétrica avala tanto la necesidad de la mujer en trabajo de parto de elegir la posición y procedimientos que se llevarán a cabo (si no hay un diagnóstico que indique una intervención), como el derecho del niño recién nacido a permanecer con sus padres.Por eso volviendo a la pregunta inicial “¿alguna vez observaste un bebé apenas nacido?”… ojalá todos podamos comprender la importancia de estos primeros 60 minutos y “permitirles” a las madres nacientes abrazar a sus hijos, acariciarlos con su mirada y amamantarlos. Es una hora que quedará por siempre grabada en ambos.”