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Durante su niñez asistía frecuentemente a ver los grandes estrenos del Hollywood junto con sus hermanas pequeñas. Le encantaban los musicales de Fred Astaire y Ginger Rogers.
Sus padres regentaban un minigolf que quebró debido al crack del 29.
En 1930 el padre de Elizabeth fingió su muerte, tiempo después escribió desde California para disculparse, pero su mujer nunca le perdonó.
Elizabeth tenía problemas pulmonares y asma y los inviernos eran duros para ella. A los 16 años su madre comenzó a mandarla durante las estaciones frías a casa de unos amigos en Miami, y allí comenzó a trabajar de camarera en un restaurante. Creció se convirtió en una bellísima joven que llamaba a atención, fue entonces cuando pensó en dedicarse a ser modelo o actriz.
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En los años siguientes tuvo diversos trabajos, se mudó en muchas ocasiones. Era aficionada a los clubs de moda de la costa este.
En Nochevieja de 1944, conoció al mayor Matthew M. Gordon Jr, pronto se prometieron, iban a casarse cuando él volviera de Filipinas, donde estaba destinado. Pero Matt murió en un accidente de avión. Este trágico hecho provocó en Elizabeth una profunda depresión, se fue a California y allí intentó olvidar sus penas con el alcohol.
Con el dinero que ganaba, lo gastaba en ropa lujosa en lugar de pagar el alquiler.
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Comenzó a frecuentar los bares de Los Ángeles en busca de amantes, esperaba encontrar un hombre adinerado que le ayudara a convertirse en una estrella.
El 8 de Enero de 1947, Elizabeth durmió en un motel con un ligue llamado Robert Manley, un vendedor de 25 años que la recogió en su coche en una esquina de San Diego. No mantuvieron relaciones. Al día siguiente el chico la acompañó a la estación de autobuses y Betty dejó su equipaje. Pensaba ir a Berkeley para ver a su hermana, con la que se iba a reunir en el Hotel Biltmore. A las 18:30, Robert la dejó en el vestíbulo y se marchó con su familia.
Esa noche, a las 22:00, el recepcionista la vio salir del hotel. Nadie más la volvió a ver con vida.
Cuidado, el siguiente párrafo puede herir vuestra sensibilidad, obtenido de http://www.cineol.net
Siete días después de la desaparición, la policía recibió la llamada de una mujer que decía haber visto un cadáver en un solar de un barrio del sur de Los Ángeles. Al llegar los agentes, encontraron el cuerpo de Elizabeth terriblemente mutilado. Su cuerpo había sido partido en dos por la cintura, dejandolas dos partes separadas, con las piernas abiertas y los brazos posición de alto. Sus intestinos habían sido colocados de forma ordenada dentro de la pelvis, que se encontraba expuesta a la intemperie, y su estómago estaba lleno de heces. Había marcas de cuerdas en sus muñecas y tobillos, indicando que había sido atada durante al menos 72 horas, múltiples laceraciones, golpes y quemaduras aparecían por todo su cuerpo; el pecho derecho le había sido extirpado; profundos cortes en forma de X adornaban sus miembros y su zona pélvica; una letra “B” había sido grabada en su frente; faltaban además algunos trozos de su cuerpo, cortados con precisión de cirujano, que según la autopsia fueron seccionados antes de morir. Por si esto fuera poco, sus mejillas habían sido rajadas desde la comisura del labio hasta la oreja dejando la mandíbula casi sin sujeción, formando una siniestra sonrisa. Para culminar tan macabra obra, había sido violada post-mortem, desangrada, y habían introducido hierba y el trozo de rodilla que le faltaba en su vagina. El forense dictaminó que la causa de la muerte fue hemorragia cerebral debida a múltiples fracturas de cráneo, producidas por un objeto contundente.
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Por la estrecha relación de los policías con la prensa en los años 40, a las pocas horas hubo una filtración, los reporteros de Los Angeles Examiner usaron una treta para conseguir información sobre la misteriosa Short: telefonearon al domicilio de su madre y le dijeron que su hija (el FBI todavía no le había informado sobre el crimen) había ganado un concurso de belleza. Así pudieron conseguir datos sobre su vida antes de decirle en la misma conversación, que Elizabeth había sido brutalmente asesinada.
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Un periodista inventó el apodo con el que Elizabeth se haría famosa: La Dalia Negra, por la película de moda en esos momentos "La Dalia Azul" y porque le gustaba el color azabache.
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La siguiente carta llegó, y en ella el presunto asesino decía que se entregaría en una fecha y lugar determinados. El día señalado se recibió otro anónimo similar diciendo que había cambiado de opinión, y que nunca le cogerían.
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La policía tuvo una veintena de sospechosos, pero nunca logró dar con el asesino. Aún hoy, la identidad de ese sádico sigue siendo un misterio que cada vez parece más difícil de resolver.
Fuentes:
http://www.cineol.net
http://oscarherradon.wordpress.com