Revista Cultura y Ocio
Siento un enorme respeto por los artistas del Ballet Nacional de España; por algunos siento además mucho cariño, ya que los conozco desde hace ya muchos años. No me meto en disquisiciones legales acerca de la huelga que han convocado estos días, pero no pongo en duda su legalidad y, mucho menos, su razón. Ver sus rostros, muchos de ellos bañados en lágrimas, el sábado, en la puerta del teatro de la Zarzuela, minutos después de que se suspendiera definitivamente el estreno del Homenaje a Antonio Ruiz Soler, me produjo un nudo en la garganta. No quiero ni pensar en lo que pasaba por la mente de esos chicos, que han estado preparando durante muchos meses este programa, muy especial por tratarse de un recuerdo para una de las más grandes figuras de nuestra danza; no quiero ni imaginarme cómo estarían sus nervios, cuál sería el grado de tensión al tener que presentarse al público de otro modo -bastante más ingrato y desagradable- al que ellos están acostumbrados.
No les quito, por tanto, ni un solo gramo de razón. Tampoco quiero que vean en estas líneas ni un solo milímetro de reproche. Tienen mi apoyo, mi comprensión y mi cariño. Llevo casi treinta años siguiendo a esta compañía; he podido convivir con sus integrantes, participar en el montaje de sus producciones en el mismo teatro, y he vivido en primera persona muchas noches de éxito en distintos lugares del planeta, desde Moscú a Nueva York. Quienes me conocen saben que el Ballet Nacional de España es mi compañía; no solo por lo que ha significado en mi vida y mi carrera profesional, sino porque es, lo he escrito muchas veces, un tesoro único de nuestra cultura que merece ser cuidado como tal.
Y ese cuidado significa, ni más ni menos, que cuidar de sus artistas -sus bailarines, sus músicos-, de sus técnicos, de sus administradores.. Pocas profesiones conozco más sacrificadas como las de bailarín; no solo por las muchas horas de preparación y de ensayo que requiere su trabajo, sino por el sacrificio personal que supone estar en una compañía de este nivel; cierto que nadie se lo exige y que dedicarse a la danza es vocacional, pero la recompensa del aplauso del público no debe ser la única que reciban por su esfuerzo.
No creo mucho para los contratos vitalicios para los artistas, sobre todo en disciplinas que tienen fecha de caducidad, como el arte, ni tampoco en su asimilación con el funcionariado. Pero a cambio, creo que deben estar remumerados como corresponde a su categoría, y creo también que una compañía pública como el Ballet Nacional de España debe preocuparse por la formación y el futuro de los artistas que pasan por sus filas.
Dicho esto, creo que los bailarines se han equivocado al elegir estas fechas para plantear esta huelga. Insisto, al margen de que tengan o no razón, y vuelvo a decir que seguramente la tengan desde un punto de vista legal, pero desde luego la tienen desde un punto de vista moral. Han conseguido hacer ruído, sí; llamar la atención de unos medios que habitualmente ni se fijan en ellos (espero que no se les use ahora en ninguno de ellos como arma política, algo muy frecuente en este país) y han expuesto sus razones y sus reivindicaciones. Pero me temo que en la situación política actual, con un gobierno en funciones y, me temo, con varios meses de inestabilidad por delante, esta huelga va a ser un disparo al aire, y que pronto se disolverá su pólvora en el aire y regresarán al silencio.
El recuerdo a Antonio Ruiz Soler, además, no merecía el silencio de botas y palillos. Sé que a buena parte, si no a todos los bailarines, les hacía especial ilusión estrenar este programa y les ha dolido que esta situación se haya producido precisamente ahora, pero no deja de entristecerme que lo que había de ser la reivindicación de un artista mayúsculo se haya quedado disuelta por otro tipo de reivindicaciones -justas- de otros artistas que son lo que son en parte gracias a él.
Ojalá que los artistas del Ballet Nacional de España obtengan lo que merecen; ojalá que su situación cambie y se les trate con justicia. Lo deseo de todo corazón porque sé que ellos aman la danza española incluso más que yo.