Vuelvo a recorrer calmoso las laberínticas y ensoñecidas callejuelas del centro histórico de Palma, calladas en un silencio de sol y siglos, horizonte ocre que a trechos aligera algún que otro patio entre adustos conventos y palacios, alegrando la luz en su despertar de geranios.
Recorro el encanto de Palma provinciana y romántica poblada de cafés decadentes flotando en la marejada del tiempo como un sueño inmóvil .