Revista Viajes

La huella de Miguel Ángel en Roma

Por Mteresatrilla

El pasado mes de octubre, realizamos un viaje en familia a Roma para celebrar las bodas de oro de mis padres. Fue una experiencia muy gratificante de la cual creo se llevaron un imborrable recuerdo. Al menos, tanto mi hermana como yo, pusimos todo nuestro empeño en que así fuera. A excepción de mis padres y de mi sobrinita María, el resto ya conocíamos la ciudad, pero siempre apetece volver a Roma. Es una ciudad que nunca aburre, una ciudad viva como la que más. Desde sus históricas piedras que nos recuerdan el que fuera el mayor Imperio de todos los tiempos, pasando por el Medievo, el Renacimiento o el Barroco ... hasta nuestros días, Roma es una de las capitales europeas que más tiene para ofrecer al visitante.

En este caso, no voy a relatar los cinco días pasados en Roma. Simplemente, porque creo que poco podría aportar a un destino ampliamente conocido por la mayoría de viajeros. Sin embargo, no quiero pasar por alto dejar un comentario sobre algo que me encanta de esta ciudad.    

No hay duda que hablar de Italia es hablar de ARTE en mayúsculas. Pero a diferencia de Florencia o Venecia donde uno debe destinar una parte importante del presupuesto si se quieren ver las obras más representativas (en Venecia se paga en casi todas las iglesias), Roma es un museo donde empaparse de arte puede salir por muy poco dinero.  No trataré de hacer un listado de todo lo que se puede visitar sin gastarse un euro, pero sí me gustaría centrarme en la obra que Miguel Ángel dejó en la ciudad eterna y que se encuentra al alcance de cualquiera.

La huella de Miguel Ángel en Roma

El gran genio polifacético donde los haya, la gran figura del Renacimiento, un creador excepcional que dotaba de alma a sus obras, el gran Miguel Ángel Buonarrotti (1475 – 1564) se movió entre Florencia y Roma, precisamente porque era allí donde se encontraban sus grandes mecenas: la familia Médicis en la primera y los Papas en la segunda. En Roma se puede admirar una gran parte de la obra del mejor Miguel Ángel arquitecto, escultor y pintor y muchas de las visitas son gratuitas. A pesar de que destacó en los tres campos, la escultura fue su predilecta, quizás porque fue la primera a la que se dedicó. En Roma se encuentran tres magníficos ejemplos: La Piedad en la Basílica de San Pedro, la estatua de Moisés en la iglesia de San Pietro in Vincoli y el Cristo de la Minerva en la iglesia de Santa María Sopra Minerva, siendo las primeras dos de sus esculturas más reconocidas. Dos años después de la muerte de su mecenas Lorenzo de Médicis, conocido como Lorenzo el Magnífico, Miguel Ángel abandonó Florencia y tras una breve estancia en Bolonia, viajó a Roma, ciudad donde podría estudiar y empaparse de las esculturas de la antigüedad clásica. Durante estos primeros años (1498 – 1500) esculpió la Piedad para San Pedro del Vaticano, lugar que sigue ocupando. La imagen de una Virgen serena, joven y bella en un conjunto que, según los expertos, es técnicamente perfecto. Tanto, que algunos dudaron que aquel joven artista de tan sólo 25 años hubiera podido crear aquella maravilla. Dicen que al enterarse, en un ataque de genio, Miguel Ángel grabó su nombre en la cinta que cruza el pecho de María: 'Michael Angelus Bonarotus Florentinus Faciebat', Miguel Ángel Buonarroti, florentino lo hizo, siendo la única obra en la que aparece su firma. En mayo de 1972, un perturbado mental agredió a martillazos la escultura rompiendo el brazo izquierdo, la nariz y frente de la Virgen. Rápidamente se procedió a una delicada restauración y en junio de 1973 volvía a ser expuesta. A raíz de tan desafortunado suceso, sólo se puede contemplar la obra tras un espeso cristal antibalas y a más de seis metros de distancia, con lo que se hace difícil admirar los detalles.

La huella de Miguel Ángel en Roma

En la modesta iglesia de San Pietro in Vincoli, que se construyó para albergar las cadenas que encadenaron a San Pedro, se esconde uno de los monumentos más impresionantes de la ciudad, el Mausoleo de Julio II, el Papa que encargó el trabajo a Miguel Ángel en el año 1505. El proyecto inicial que constaba de más de 40 esculturas, entusiasmó a Miguel Ángel quién lo consideró la gran obra de su vida. Permaneció en Carrara ocho meses para la elección y control en la extracción de los mármoles, pero la falta de presupuesto hizo que se paralizara en favor de la decoración de la Capilla Sixtina. Tras el fallecimiento del Papa Julio II en 1513, se retomó el trabajo, pero se hizo con unas dimensiones mucho más reducidas. Aun así, Miguel Ángel esculpió una de sus mejores obras, el Moisés (1515), figura central del mausoleo junto con las figuras de Raquel y Lía, situadas una en cada lado.

La huella de Miguel Ángel en Roma
La huella de Miguel Ángel en Roma

El resto del monumento fue acabado por sus ayudantes. Representa al profeta Moisés cuando regresa del Monte Sinaí con las Tablas de la Ley bajo el brazo. Su rostro, a diferencia de la serenidad que aparenta la Virgen en la Piedad, se muestra horrorizado, expresando sus sentimientos al ver que los israelitas han abandonado el culto a Jehová y doran al Becerro de Oro. Personalmente, esta colosal escultura es la que más me ha impactado de todas las que jamás he tenido oportunidad de admirar. Los músculos en tensión del profeta, la ira de su rostro, los pliegues de sus ropas … un dominio del mármol como si de se tratara de moldeable plastilina. El emplazamiento inicial era bajo la cúpula de la Basílica de San Pedro y el hecho de que se encuentre en la pequeña iglesia de San Pedro in Vincoli hace que sea más impactante, quizás por inesperado. La primera vez que estuvimos en Roma fue lo primero que visitamos. En el momento de echar la moneda para iluminar el mausoleo me quedé muda de asombro recreándome ante tanta belleza.


La huella de Miguel Ángel en Roma

Después de admirar la perfección del Moisés, el llamado Cristo de la Minerva da la sensación de que no está esculpido por el mismo artista. Según el contrato, debía representarse un Cristo a tamaño natural, desnudo y con una cruz entre los brazos. Miguel Ángel la empezó en 1514 y más tarde la abandonó por los defectos encontrados en el mármol. La obra fue enviada a Roma en 1521 y la finalizaron sus ayudantes Pietro Urbano y Federico Frizzi. La faja dorada fue añadida posteriormente durante el Barroco. A pesar de opiniones aisladas como la del pintor renacentista Sabastiano del Piombo quien declaró que solamente las rodillas del Cristo eran más dignas que Roma entera, es considerado uno de los trabajos menos favorecidos de Miguel Ángel, aunque en la expresión de Cristo consiguió reflejar la decisión voluntaria de asumir el martirio que le esperaba antes de ser clavado en la Cruz. Merece la pena visitar la iglesia de Santa María Sopra Minerva, el único ejemplo de iglesia gótica de Roma. Su nombre procede del antiguo templo que allí se encontraba, destinado a la diosa Minerva. El rico interior poco tiene que ver con la simple fachada y es aquí donde se encuentra el cuerpo de Santa Catalina de Siena (a excepción de la cabeza que se halla en su ciudad natal) y el de Fra Angelico.


La huella de Miguel Ángel en Roma

Cuando hablamos de Miguel Ángel arquitecto, su obra cumbre fue el 'cupolone', la gigantesca cúpula de la Basílica de San Pedro del Vaticano que se convirtió en modelo para todo el mundo occidental entre las cuales se encuentran la cúpula de Saint Paul en Londres, la de Les Invalides en París o la del Capitolio de Washington. Cuando Miguel Ángel fue nombrado arquitecto de la Basílica de San Pedro tenía ya 72 años de edad. Modificó el proyecto de los arquitectos que le habían precedido y en particular la cúpula central. No la pudo ver acabada y sus sucesores Giacomo Della Porta y Domenico Fontana la finalizaron 24 años después de su muerte. Con una altura de 132 metros y un diámetro de 42.5 se divisa desde varios puntos de la ciudad. Una interesante experiencia es subir al punto más alto por las estrechas escaleras que obligan a inclinar el cuerpo y amoldarlo a la curvatura. Desde el balcón se observa toda la ciudad, una de las más bonitas imágenes de Roma que queda grabada en la retina para siempre.


La huella de Miguel Ángel en Roma

La huella de Miguel Ángel en Roma

La huella de Miguel Ángel en Roma

La huella de Miguel Ángel en Roma

La huella de Miguel Ángel en Roma

La huella de Miguel Ángel en Roma

El Papa Pablo III le encargó la remodelación de la Plaza del Capitolio o Campidoglio. En el centro, la estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio, enmarcada por tres palacios: El Palacio de los Senadores en el fondo y los Palacios del Conservatorio y Nuovo, uno a cada lado. La plaza está situada en lo alto de una colina y se accede a ella a traves de una escalinata, la cordonata capitolina. Hay que decir que la obra también se acabó tras su muerte y hubo algunas modificaciones de sus proyectos. El conjunto de la plaza es magnífico y su situación elevada le confiere una magia única que se rompe, según mi personal opinión, al descender por la cordonata y encontrarse con el monumento a Víctor Emanuel II que preside la contigua Plaza Venecia. 

La huella de Miguel Ángel en Roma

La huella de Miguel Ángel en Roma

La huella de Miguel Ángel en Roma

La huella de Miguel Ángel en Roma

La huella de Miguel Ángel en Roma

Otros ejemplos de su obra arquitectónica que se pueden ver en Roma son el Palacio Farnese, la cara interna de la Porta Pía o la Capilla Sforza en la Basílica de Santa María Maggiore.

La huella de Miguel Ángel en Roma

En mayo de1508 empezó a trabajar en la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina, trabajo para el cual fue contratado también por su mecenas, el Papa Julio II, casi como una imposición. A pesar de que la pintura no era su fuerte, rechazó la colaboración de otros pintores expertos en frescos. Problemas de humedad que le obligaron a empezar de nuevo, continuas discusiones con el Papa … nada impidió que el resultado final fuera supremo. No pensaron lo mismo algunos de sus contemporáneos que vieron a los desnudos cuerpos como algo inmoral y deshonesto.

La huella de Miguel Ángel en Roma

A excepción de la visita a los Museos Vaticanos por donde se accede a la Capilla Sixtina y subir a lo alto de la cúpula de la Basílica de San Pedro, ambas de pago, Roma nos brinda la posibilidad de admirar de forma gratuita la obra que el grandísimo Miguel Ángel dejó en la ciudad eterna. Sólo por eso, merece la pena repetir destino una y otra vez.


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LOS COMENTARIOS (1)

Por  albatrosvolador123
publicado el 25 enero a las 01:10
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Magnífico reportaje sobre la genialidad de MIguel Angel.