El actor francés Gerard Depardieu tiene razón y muchos demócratas nos solidarizamos con él en su lucha contra un gobierno francés que, como muchos otros, entre ellos el de España, mas que cobrar impuestos saquea el esfuerzo y la riqueza ajena. Aguantar mansamente que un gobierno te arrebate por la fuerza hasta el 75 por ciento del dinero que ganas con tu esfuerzo es de cobardes. Lo del actor francés es una ejemplar y honrosa rebelión contra la ignominia y el abuso de poder. ---
El gobierno socialista de Francia ha utilizado sus cañones de propaganda para desacreditar y estigmatizar al actor Gerard Depardieu como un egoísta y un avaro que se niega a pagar impuestos, pero la verdad es que la resistencia del actor es un gesto digno y decente de rebeldía frente a un gobierno que ha cruzado la línea roja del abuso al cobrar a los franceses que mas ganan impuestos abusivos y saqueadores, que llegan al 75 por ciento de los ingresos.
Si Lenin saliera de su tumba, se autoenterraría horrorizado al ver como el antiguo paraíso socialista por él creado es hoy un refugio de millonarios que huyen del expolio de las izquierdas que gobiernan países europeos en teoría libres. El presidente Vladimir Putin «ha acordado dar la ciudadanía rusa al actor francés Gérard Depardieu». Se trata de un nuevo e imprevisible episodio de la saga/fuga de los exiliados fiscales que continúan instalándose en el Reino Unido, en Bélgica, en Suiza, en los EE.UU y otros países. por razones fiscales.
El caso muy particular de Gérard Depardieu tuvo la virtud de provocar un escándalo nacional, cuando Jean-Marc Ayrault calificó de “despreciable” la decisión del actor de instalarse en la frontera belga. El actor recibió inmediatamente el apoyo expreso de grandes personalidades, como Catherine Deneuve y Alain Delon, entre otros, alimentando el debate de fondo sobre una imposición fiscal que muchos han denunciado como “confiscatoria”.
Depardieu anunció que estaba dispuesto a pedir la nacionalidad belga. Pero el proyecto encontró muy pronto varios obstáculos administrativos. Así las cosas, la sorprendente decisión del presidente Putin abre una nueva etapa, que pudiera tener muchos “flecos” inflamables.
Muchos gobiernos europeos que se autoconsideran democráticos están demostrando poseer una concepción dictatorial e injusta del poder al preferir arrebatar el dinero a los ciudadanos, elevando los impuestos hasta niveles abusivos, antes que reformar las costosas y hipeetrofiadas estructuras de unos estados que fueron creados en tiempos de abundancia, pero que hoy son incosteables, y antes de expulsar del poder a miles de políticos con carné y amigos del poder, que, gracias a sus amigos políticos, viven enchufados a la teta del Estado, sin aportar nada al bien común.
Esos políticos depredadores, insaciables e irrespetuosos con el ciudadano y la voluntad popular consideran que al ser votados obtienen el derecho a ser dictadores durante una legislatura, algo inconcebible en democracia, aunque explicable en sistema tiránicos y sin respeto por el ser humano. Esa forma de gobernar, muy extendida por el mundo a principios de este siglo XXI y brutal en algunos países, entre ellos España, elimina el viejo concepto de patria, donde un conjunto de ciudadanos se sentían en un hábitat común y unidos a otros por objetivos y metas comunes. Ya no queda nada de eso sino una creciente, irracional y estremecedora pugna entre políticos cargados de ventajas y privilegios inmerecidos y ciudadanos, mas o menos aplastados por poderes nada democráticos.
La mayoría de los que escapan estarían dispuestos a pagar más impuestos para ayudar a superar la crisis y para evitar el sufrimiento de los más débiles, pero se resisten, con razón, a entregar su dinero a unos gobiernos minados de corrupción y dominados por el favoritismo y la arbitrariedad, incapaces de dar ejemplo renunciando a sus privilegios y ventajas desorbitadas.
En España, el drama fiscal es doblemente escandalosos y grave porque, además del expolio que padece con unos impuestos que son, proporcionalmente, los mas altos de toda Europa, sin recibir del Estado servicios de calidad a cambio, el ciudadano no confía que el poder político haga un uso digno y decente del dinero de sus impuestos, ante la abundancia estremecedora de corrupción, favoritismo, arbitrariedad, injusticia y de políticos que se enriquecen sin poder explicarlo.
Mucha gente se pregunta: Ser español, ¿Para qué? ¿Para pagar impuestos y mantener gobiernos corruptos? Y no pocos sueñan con el exilio en busca de países mas justos y decentes, en los que vivirían como ciudadano del mundo, lo mismo que quiere hacer Depardieu para que el gobierno no le robe.
Ya que enfrentarse al Estado abiertamente no es posible porque el ciudadano es demasiado débil en las falsas democracias para hacer frente a la injusticia estatal, al menos conserva el derecho a escapar de países abusivos e injustos, como hacían los disidentes y resistentes en los países totalitorios socialistas de detrás del Telón de Acero.
El abuso de ciertos gobernantes con sus ciudadanos, a los que aplastan legalmente, aunque de manera ilícita, está eliminando el valor de la nacionalidad tradicional y el sentido de pertenecer a una patria que ya no te protege, sino que te esquilma y aplasta. La huida de países que han caído en manos de políticos incompetentes y antidemocráticos, aunque conserven el disfraz democrático con total hipocresía, será una constante en un siglo XXI que estará marcado por la lucha constante entre ciudadanos y políticos, una verdadera Tercera Guerra Mundial que producirá centenares de episodios de oposición y violencia y que demostrará la triste realidad de que muchos gobiernos, incluso aquellos que se declaran democráticos, consideran a sus propios pueblos como los auténticos enemigos a derrotar.
La gente libre y honrada intentará vivir donde encuentre trabajo, justicia y decencia política. Ya lo hacen los ricos, pero pronto será también una opción para el pueblo aplastado. Ese éxodo ciudadano hacia países decentes, unido a muchos boicots y manifestaciones de resistencia, terminará arruinando a los paises que posean castas políticas abusivas y depredadores, como es el caso de la actual España y, según Depardieu y otros muchos franceses, también la Francia socialista de Hollande.