¿Porqué es Asimo el robot/cyborg/androide más mainstream de los últimos diez años? Bueno, tal vez habría que empezar mencionando el buen hacer de la compañía Honda. Que no se limita a soltar millones en investigación sino que suele contar con un plan de marketing para cada uno de sus prototipos, desplazándolo a conferencias, universidades y ferias tecnológicas por todo el globo. Pero al margen de que no pasen 365 días sin contemplarlo en nuestro televisor, su fama se la ha forjado el solito.
No es en absoluto sencillo ser considerado “el robot mas guay” –y menos años tras año cuando dicha grandeza no radica en el termino “guay” sino en que empleamos el determinante “él”–. La competencia en la tierra es feroz. En Suiza tienen un brazo biótico que es capaz de interceptar y coger en vuelo y a altas velocidades, un objeto en un margen de cinco centésimas de segundo. En Alemania reproducen robots que simulan la fisonomía de animales específicos para estudios de ingeniería y eficiencia energética –un canguro memorable–. E incluso echando la vista atrás aun persisten viejos luchadores como el mítico Wheelbarrow y sus descendientes EOD de madres distintas, especializados en la desactivación y detonación de explosivos.
A medida que nos alejamos de la tierra la competencia se vuelve más encarnizada. Los Curiossity, Opportunity o el afamado Pathfinder rascan la superficie de Marte. El futuro Valkyrie viajará 150 millones de kilómetros hasta Júpiter. Se posará sobre la superficie helada de la luna Europa. Perforará una capa de hielo de entre 15 y 30 kilómetros de espesor. Se sumergirá en busca de vida y regresará a su punto de origen para contarnos lo que encuentre. Algo digno de mención, pero no puede evitar parecer un cubo de basura.
Un cubo de basura, un brazo, un canguro, una serie de monopatines marcianos… Asimo parte con la ventaja de contar con un nombre humano y análogo –al margen de la negación oficial de Honda– a la figura del prolífico escritor de Ci-Fi con connotaciones robóticas Isaac Asimov. Tiene aspecto humano –en su último modelo se asemeja a un niño dentro de un traje de astronauta–. Y lo más importante de todo, evoluciona. Asimo puede echar la vista atrás y retroceder hasta once veces en su árbol geneatrónico, algo que la mayoría de occidente ya no somos capaces de hacer.
Su estirpe se remonta a 1989 al departamento de ingeniería de Honda, donde buscaban crear un robot de ayuda doméstica para gente mayor o con dificultades motrices. Veinticinco años de paciente evolución son algo dignos de reconocer a sus ingenieros, aunque cabe suponer que el sueño de la cúpula de Honda no sea otro que el meter un robot en cada casa del planeta para justificar los gastos de las últimas décadas, pero ese es otro tema.
El “Asimo” primigenio, el E1, medía 188cm y pesaba 175kg. Era básicamente un simulador de paseo, y no lo hacía muy bien. El Asimo presentado este año mide 130cm y pesa 54kg. Identifica, agarra, entiende y responde a preguntas orales. Reconoce caras pre-archivadas, corre a 9km/h, sube y baja escaleras de manera coordinara y elegante, esquiva objetos. Destapa una botella y te vierte su contenido en un baso. Y lo más importante para ser el robot más famosos del mundo, jugó al fútbol con Barak Obama. Todo con solo un pack de baterías de 38 voltios y 10 amperios.
Y nada de todo eso importa por separado, la grandeza de Asimo radica en su “humanidad”, su capacidad para tener cientos de miles de pequeñas partes que se necesitan para hacer determinadas actividades, la mejora progresiva de esas partes y los añadidos en su “cerebro” que se centran hoy en día en intentar que la máquina obtenga varias resoluciones distintas y se vea obligada sin intervención humana a tomar una decisión al respecto–correcta o incorrecta– en base a su propio criterio. Podemos decir que le hemos visto nacer y crecer despacio, que le damos la oportunidad de sufrir “mutaciones” o de que surjan “vestigios evolutivos” imprevistos en su programación. No es que sea el mejor tomando decisiones. Por ejemplo hace unos años el Instituto Tecnológico de Korea creo el software SOINN, un algoritmo que permite a los robots que lo llevan implementado aprender de situaciones ya experimentadas o de “entablar una conversación” con otro robot con el propósito de obtener aprendizaje sobre materias concretas. Y hay más ejemplos, pero no se trata de eso porque para Asimo aprender no es importante. Para Asimo solo el tiempo es importante.
Asimo se despide hasta el año que viene.