Revista Opinión

La "humanidad" en peligro de extinción

Por Ruben85 @Rumenez


La poca humanidad que muestran las personas hoy en día, sobre todo el poco tacto y sensibilidad que muestran los dirigentes ante sus ciudadanos; el hecho de que no importe que una ingente cantidad de personas se hayan suicidado, ante la desesperación de verse en la calle por los desahucios; la pareja que se quitó la vida el otro día ante la creciente deuda que tenían y de la que no podían escapar; la desastrosa comparación que los dirigentes (¡Oh dios!) hacen de los escraches con grupos terroristas; la nula importancia que se le da a que cada vez más personas rozan el umbral de la pobreza... Me da que pensar, ¿Es qué solo importa el dinero? ¿Nada más que el dinero? Hasta donde se puede llegar. Semejantes seres al cargo de un país, demuestran encarecidamente la no existencia de un dios superior, pues tanta maldad incondicional y (lo peor de todo) tan pocos escrúpulos e indiferencia ante los catastróficos hechos generados a raíz de sus decisiones improvisadas y mal efectuadas, lo demuestran.
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Lo peor de todo, no es que sea así, sino que esa manera de ser y de pensar, esa falta de humanidad y sensibilidad, se está vendiendo como lo lógico y coherente,lo que supuestamente una persona debe hacer, para ser alguien en este mundo, para escalar puestos, tener objetivos, tener ambición. Quizás no a corto plazo, pero es por seguro, que esta costumbre cada vez más acentuada, con el paso del tiempo hará mella, no olvidemos que el extremo de la falta de sensibilidad y humanismo se mostró en la América de los esclavos, en la Alemania Nazi, y se ha repetido numerosas veces en la historia, así que no se está a salvo de un brote de indiferencia y deshumanidad. A continuación muestro una historia real, que vi con mis ojos y que no está lejos de la mentalidad de los dirigentes:
Hace algún tiempo, en una gasolinera de interior de la ciudad de Madrid, andaba yo llenando los neumáticos preparándome para un viaje largo. La gasolinera, tenía sus años, pues no estaba automatizada como la mayoría de las existentes hoy en día. Un señor de unos cincuenta años de edad, pelo cenizo enmarañado, barbas de dos semanas, ropa algo arrugada, quizás un poco sucia también, cargado con un carro de la compra, se puso cerca mía donde se encuentra el grifo del agua. Me dijo buenos días e hizo un comentario amable sobre mi coche y del carro sacó unas garrafas de cinco litros de agua que comenzó a llenar. A esto, salió un hombre del autoservicio, que, al verlo, se dirigió hasta él. El empleado de la gasolinera (posiblemente el encargado, sub-encargado o algo por el estilo) se refirió a él con una pregunta (sin siquiera darle los buenos días, un "hola" o cualquier tipo de saludo que a una persona le enseñan desde pequeñito como nociones básicas de la educación): "¿Ese agua es para llevársela?" El hombre sin saber mucho que responder, pues era más que evidente, que el agua era para llevársela, asintió. "Ese agua es para usarla aquí, no para llevársela a su casa" dijo el empleado en tono despectivo.
"Lo siento" se disculpó el señor que cerró el grifo y dejó la última garrafa de agua a medio llenar. Las cargo todas en el carro y antes de partir dijo: "Señor, no tengo agua en casa, no tengo conque pagarla, pero no volveré a coger..." el hombre agachó la cabeza y ya había comenzado el camino con su carrito de la compra cargado de garrafas de agua cuando el empleado dijo: "Es una pena que no tenga para pagar el agua, pero yo no tengo la culpa de su desgracia, además el agua está aquí para los clientes, no para llevársela a casa" Estas palabras no se, si las dijo al señor, a mi, o para excusarse a si mismo. Luego se volvió y comenzó a alejarse, probablemente satisfecho de proteger el negocio de su jefe, probablemente aludiendo contra el señor y la gente que como él, cada día eran más desvergonzados por coger agua ajena. Tras haberse alejado apenas unos metros, una autocaravana de dimensiones estratosféricas aparcó junto al grifo del agua. El conductor cogió una manguera que enchufó al grifo y comenzó a llenar el depósito de la misma. El empleado lo vio, pero no se acercó, probablemente para él, la auto tenía pleno derecho en coger los más de cien litros de agua que cabían en su depósito por haber repostado cien euros de gasóleo  y comprado chicles y patatas en el autoservicio, mientras que el señor, era un desvergonzado por coger treinta sin comprar nada.


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