Revista Religión
Leer | LUCAS 14.7-11 | El Señor promete exaltar a los creyentes humildes, pero a menudo nos fijamos en nuestras circunstancias —la situación laboral, las finanzas o la escasez material— y nos preguntamos si Dios está cumpliendo su promesa.
Aunque Dios puede optar por darnos bendiciones materiales, esos beneficios son escasamente comparables con las recompensas mayores que el Señor anhela dar, tal como una compresión más profunda de quién es Él, o respuesta a las oraciones más allá de todo lo imaginable.
Hay ciertas actitudes que nos impiden recibir las bendiciones del Padre celestial:
Impaciencia. Queremos las cosas ahora mismo, y no estamos dispuestos a confiar en que Dios tiene el control.
Inseguridad. Sentimos que si no suceden ciertas cosas, no podemos continuar.
Identidad errónea. Nos sentimos bien con nosotros mismos solo si tenemos éxito según las normas de la sociedad.
Ignorancia de la Biblia. Decidimos por nosotros mismos lo que es correcto.
Impureza en la motivación. El descontento, los celos o la envidia hacen que nos adelantemos al plan de Dios para conseguir lo que queremos.
Impulsividad. Sin preguntar antes a Dios, asumimos que cada oportunidad aparente es una puerta que Él ha abierto.
Ingratitud. La falta de gratitud por lo que Él nos ha dado, distorsiona nuestra perspectiva.
¡Observe que estos obstáculos comienzan con la letra “I”! La humildad no es algo natural. Comience por “inclinar” su corazón delante del Señor, rindiéndole todo, y luego espere con paciencia la bendición prometida.
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