La renovación de la Idea comunista, que es la tarea del siglo que comienza, será aquella en que la urgencia revolucionaria será reemplazada por lo que puede llamarse su estética, en el sentido kantiano. No es tanto un cambio, aunque sea violento, que vamos a querer crear en el status quo, sino más bien un curvamiento, de alguna manera, de todo lo que existe en un nuevo espacio, con nuevas dimensiones. Vamos a encontrarle a la Idea lo que le faltaba, una falta de la que la impaciencia furiosa del Terror era a la vez la causa y el precio pagado por ella: vamos a encontrar la independencia absoluta de sus lugares y sus tiempos.

