La no celebración del título de Copa del Rey por parte del Barça nos trajo un tipo con la cabeza abierta que está en el Hospital de Sant Pau, cuatro más con fracturas y contusiones variadas y un detenido que, ya ves tú, la emprendió con una de las farolas de la fuente de Canaletes. Bueno, eso y que a Josep Antoni Duran i Lleida le echaron dos cubatas por encima en Valencia.
La cosa fue bastante moderada (salvo para el que está en estado crítico, claro; lo de los otros se arregló con yeso y lo de Duran, con tintorería) pero es que, repito, fue una no celebración. O sea, que no había nada que festejar. Si casualmente los chicos de Guardiola hubieran regresado con la Copa, a estas horas el recuento de heridos y detenidos sería mucho mayor.
Lo curioso es que ya lo damos por descontado. Está claro que en el calendario hay tres o cuatro fechas marcadas en las que esto se va a producir seguro: cuando acabe la Liga, la final de la Copa, la final de la Liga de Campeones y, si toca, la final del torneo en que esté embarcada la selección. En estos cuatro momentos sabemos a ciencia cierta que va a haber jarana, destrozos a granel, detenidos variados y, si hay suerte, sólo heridos de diversa consideración. Y, hala, tan tranquilos.Algo se ha hecho desde el FC Barcelona para ir cambiando las cosas. El tono de las declaraciones se ha moderado muchísimo y se ha procurado centrar las celebraciones en el propio estadio del club. Pero es que da igual: el personal, a miles, invade el centro de la ciudad y hace el lerdo durante horas y horas. Niños, adolescentes, padres, madres, abuelos y abuelas. Festejando exageradamente, con la alegría ficticia de los borrachos (de alcohol o de idiotez) y soltando el cafre que todos llevamos dentro.
Una horda que mi abuelo catalogaba como “los que pagan poca contribución” (o sea, pocos impuestos).
En esto no avanzamos…y me da que no vamos a avanzar.
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