Cuando quedan pocos días para que comience el mundial de fútbol en Sudáfrica, los medios de comunicación nos bombardean a diario sobre las declaraciones de este o aquel entrenador, los componentes de las distintas selecciones y mil detalles más sobre un acontecimiento que atrae, como pocos, la atención de toda (o casi toda) la humanidad. Hay un hecho que casi nadie menciona y que merece toda nuestra atención. Me refiero a los esfuerzos que está realizando la Iglesia católica de este país para que este gran evento sea una ocasión para unir a las personas. Al mismo tiempo, llaman también la atención sobre el rostro más negativo que acompaña a los mundiales: el hecho de que las redes que se dedican al tráfico de personas aprovechen la ocasión para hacer su agosto.
Entre las iniciativas que la Iglesia católica sudafricana ha lanzado se cuenta la excelente página web www.churchontheball.com (la Iglesia en el balón). ”). Allí podrá encender una vela virtual para animar a su equipo en los Mundiales, rezar para que Dios aparte a futbolistas y espectadores de todo mal, y –si es de los afortunados que viajará al país africano- conocer los horarios de culto en las parroquias más próximas a los nueve estadios donde jugarán las selecciones nacionales. como afirma en la página de inicio el cardenal arzobispo de Durban Wilfrid Napier, “es una oportunidad para subrayar el papel importante que el deporte desempeña en nuestras culturas africanas. El deporte requiere paciencia, perseverancia, respeto… todos ellos son valores que nuestras sociedades –especialmente la africana- necesitan mucho”. El cardenal Napier, fotografiado en un estadio tocando el “vuvuleza” (una trompeta de plástico con la que los sudafricanos animan ruidosamente a su equipo nacional durante los partidos) afirma al final de su presentación que “la única victoria que merece la pena es la de la dignidad humana”.
Pero además de informaciones sobre fútbol y actividades pastorales, este sitio web pretende también atraer la atención sobre la tragedia del tráfico de seres humanos y la explotación sexual de menores, un tema que ha sido objeto de una intensa campaña por parte de la Iglesia de Sudáfrica desde hace varios años. Sudáfrica es conocido por ser uno de los centros neurálgicos donde las redes internacionales de prostitución hacen su agosto. Según datos de la Conferencia Episcopal, estas mafias pueden llegar a hacer entrar en el país 40.000 mujeres –muchas de ellas menores- de países vecinos. El misionero comboniano Rafael Armada, que ha trabajado en una parroquia rural en Sudáfrica desde 2001 hasta finales del año pasado, me decía hace pocos días: “Todos saben que los que controlan este negocio tienen casas próximas a la frontera con Mozambique donde encierran a las chicas que vienen de este país y las drogan antes de enviarlas a los burdeles”. Según me contaba: “las atraen con falsas promesas de un trabajo bien remunerado en Sudáfrica y una vez en el país las dicen que tienen que pagar una deuda exorbitada y las tienen en situación de verdadera esclavitud”. Ya el año pasado, durante el Sínodo Africano, el Cardenal Napier denunció los intentos de la FIFA de presionar al gobierno sudafricano para que despenalizara la prostitución durante la celebración de este evento, y el pasado 8 de mayo, durante una misa celebrada en Johannesburgo para rezar por las víctimas del tráfico de seres humanos, el arzobispo Buti Tlhagale arremetió duramente contra el gobierno diciendo: “no es cierto, como dicen los que manda, que ponen a la gente en primer lugar”.
La Iglesia Católica sudafricana se encuentra en una situación poco común en el continente africano: es una confesión minoritaria que representa sólo el 6% de la población, en una sociedad que pertenece en su mayoría a otras confesiones cristianas. Sin embargo, a pesar del modesto porcentaje que representa su labor social es enorme: “La mitad de las personas seropositivas del país son atendidas por instituciones católicas”, asegura el padre Armada. Otro frente en el que las parroquias católicas trabajan es el de la integración y la convivencia entre personas de distintos grupos raciales, algo que está todavía lejos de lograrse.
He tenido oportunidad de entrevistar por email al cardenal Napier hace pocos días. Entre sus declaraciones, publicadas la semana pasada por Vida Nueva, me quedo con su optimismo sobre los mil beneficios que estos mundiales pueden traer a Sudáfrica y a toda África, donde la gente se siente orgullosa de que este acontecimiento se celebre por primera vez en suelo africano: “ Lo más importante de lo que nos podemos beneficiar es del espíritu de unidad que este tipo de eventos fomentan, y que ya experimentamos cuando nuestro equipo de rugby ganó la copa del mundo en 1995. Desde entonces han ocurrido muchas cosas que han erosionado esa unidad y visión común que nos trajo ese acontecimiento deportivo. Por eso tenemos la gran esperanza de que el Mundial de Fútbol nos dará una segunda oportunidad”.