A los pies del templo se abre un gran ventanal con celosía de hierro que separa la iglesia del Coro Bajo del Convento del Espíritu Santo. Allí rezan las monjas del convento.
Sobre el ventanal hay un gran lienzo de Francisco Miguel Ximénez de Alanís. En 1790 firma el cuadro que muestra a Paulo III concediendo la Bula de fundación a las religiosas del Espíritu Santo, en el que Ximénez más parece haberse interesado en el marco arquitectónico que en la representación de los personajes, por lo que trastoca el equilibrio compositivo y hace de lo accesorio un elemento principal.
Ello responde, sin duda, a la creciente importancia que había adquirido entre los integrantes de la escuela de Domingo Martínez el conocimiento de la arquitectura, haciendo gala en muchos de gran destreza en la interpretación del proyecto. Posiblemente este espíritu creativo tiene que ver con el maestro Domingo Martínez, que llegó a ser pintor y arquitecto de la Catedral.
A la izquierda del muro está la cratícula, una obra de estilo barroco del siglo XVIII. La cratícula es una ventana pequeña o reja pequeña que sirve para que el sacerdote pueda dar la comunión a las monjas sin invadir su espacio monacal. Cratícula literalmente significa rejilla y como cratícula se identifica también a la parrilla del martirio de San Lorenzo:
In craticula te Deum non negavi, et ad ignem applicatus te Dominum Jesum Christum confessus sum.
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