Por Dante Franch
SERAN DIGNO REPRESENTANTES DEL DIOS VERDADERO?
Es importante conocer lo que opinan las distintas iglesias respecto a la posibilidad de vida extraterrestre, sobre lo cual haremos algunas referencias a continuación.
El Concilio Vaticano I, en su tercera sesión (187O), se expresa así:
(Capítulo I: “Dios, Creador de todas las cosas”): ”En su bondad y por su “virtud todopoderosa”, no por aumentar su beatitud ni por adquirir su perfección, sino para manifestarla a sus criaturas como cree conveniente, el único Dios verdadero, en el más libre de los designios, “conjuntamente, desde el principio del tiempo”, ha creado de la nada una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, los ángeles y el mundo terrestre; después la criatura humana, que participa de ambos por estar compuesta de espíritu y cuerpo”.
Mons. Glorieux, remarca:
“Aunque el término espíritu sea de ahora en adelante corrientemente empleado en el sentido de espíritu puro al tratar de los ángeles, debemos guardarnos de darle, sin más, ese valor técnico en las actas del Magisterio que hayan podido emplearlo. La definición del Concilio Vaticano (D.B. 1783) sobre las criaturas espirituales y corporales no hace sino copiar palabra por palabra la del Concilio de Letrán lV (D.B 428): ésta apunta directamente contra la herejía albigense (*) con su explicación dualista de la creación.
(*) Secta herética medieval que apareció en el sur de Francia en el siglo Xll. Su nombre proviene de una derivación del nombre de la ciudad de Albi. Partiendo de una concepción dualista, interpretaban el Antiguo y Nuevo Testamento como escritos simbólicos y aseguraban que el cuerpo de Cristo era inmaterial, negando sus sufrimientos y resurrección. Acusaban a la iglesia de ser un instrumento del diablo y negaban los sacramentos y las jerarquías. También rechazaban el matrimonio y el consumo de productos animales (*)
Para comprender su exacto alcance hay que tener en cuenta ese objetivo y la tradición recogida en la Iglesia durante esa época, concerniente a los ángeles.
Aunque creo que la tradición de la iglesia Católica no está de acuerdo en proclamar la pura espiritualidad de los ángeles así cómo en aclarar la naturaleza exacta de éstos, o sea que no aclara su naturaleza, confección, procedencia y medios de traslado, ya que si sólo obrase el Poder Divino y el sólo deseo de Dios, ¡Para que emplear “Las Nubes“, o por qué el recalcar en su presencia física el aspecto del diálogo con sus interlocutores.
Cabe la hipótesis de que fuesen, al menos parte de ellos, seres pensantes de otros planetas. Pero si fuese ésta la verdad dejarían automáticamente de ser considerados teológicamente como los ángeles que hasta ahora se han estudiado, por lo menos para las Iglesias tradicionales.
Cuadro de la edad media donde se ve una nave tipo sombrero observando a la gente reunida
A estos seres pensantes se los debería insertar en una nueva categoría teológica, lo que también requiere un tratamiento distinto y separado de los ángeles y demonios puramente espirituales que estamos acostumbrados a considerar.
Parece muy difícil el entender o poder explicar la posibilidad de la existencia de ángeles y demonios exclusivamente como seres sólo espirituales y que a su vez éstos se hallen localizados en zonas materiales del Universo. Aunque sí es posible aceptar que en las tradiciones católicas, cuando se refieren “A los hijos de Dios“, o “Angeles caídos“, se entremezclen datos históricos referentes a otros seres de tipo espiritual y material que siguen existiendo fuera de nuestro planeta y que hubiesen podido tener relación con nosotros en un pasado remoto.
La opinión de los Protestantes
El Pastor Jean Bosc es profesor de la Facultad Protestante de Teología de París. Nació el 31 de octubre de 1916 y ha publicado en colaboración con el P. Daniélou y con Jean Guitton el libro “El diálogo Católico-Protestante (Ed. Fomento de Cultura, Valencia).
El Pastor Bosc opina: “Creo que la Biblia no nos da enseñanza alguna sobre seres que podrían habitar otros planetas. La Escritura no nos enseña, como un don revelado por Dios, tal o cual cosmología. La cosmología no es objeto de revelación divina. Los hombres que escribieron la Biblia no quisieron enseñar una cosmología; escribieron su texto en un mundo en el que había una cierta cosmología”.
“La palabra de Dios no está encerrada en una imagen precisa y detallada del mundo. Por ejemplo, los descubrimientos del siglo XV y XVl, modificaron en bastantes aspectos la visión que se tenía de la Tierra. La cosmología ha cambiado, pero el contenido de la fe sigue siendo el mismo; por tanto, la Iglesia ha ensanchado el campo de su misión”.
El Rabino Touati, Judío
Nacido en febrero de 1925, el rabino Touati, es profesor de Biblia y Teología en el seminario israelita de Francia. Expresa su opinión sobre si la presencia de otros seres pensantes plantearía un problema: Como el cristianismo, pero sin Cristo, el judaísmo profesa que Dios reina sobre todo el Universo y, en consecuencia, sobre los seres que puedan vivir en los astros. Si existen, esos seres podrían plantear, quizá, un problema al cristianismo, a causa de la doctrina del pecado original. Pero nosotros no admitimos en modo alguno dicha doctrina, que es totalmente extraña al judaísmo.
El pecado de Adan según los Hebreos
“Adán cometió una falta de la que han resultado consecuencias nefastas para él y para la raza humana: expulsados del Paraíso, sus descendientes quedaron también excluidos de él. Un teólogo del judaísmo dice: “Cuando un padre se arruina, sus hijos quedan arruinados”.
Pero el hombre no nace heredero de un pecado cometido por su padre. Ezequiel afirma con fuerza, principalmente en el capítulo XVII, que “cada uno será juzgado por sus propias faltas y por sus propias virtudes“. Los hijos no son castigados por la falta de su padre, y a la inversa.
Judaismo
“El Antiguo Testamento y los seres pensantes de otros planetas no hablan de ello. No nos revela, en efecto, más que lo indispensable para el cumplimiento de la voluntad divina en la Tierra y para la fidelidad de la Alianza. Leemos en el Deuteronomio (XXlX, 28): “Las cosas secretas pertenecen al Señor, Dios nuestro; pero las cosas reveladas nos conciernen a nosotros y a nuestros hijos eternamente, para que cumplamos las palabras de esta Thorá”, es decir, de la ley de Moisés. En consecuencia, no negamos la existencia de seres pensantes en los astros. Si los hay no se nos plantea ningún problema, ni de orden bíblico ni teológico. No hay que olvidar que lo esencial en el judaísmo es el amor a Dios, el cumplimiento de su voluntad, expresada en la ley de Moisés.
El amor al prójimo y la perfecta rectitud moral tal como nos fue enseñada por aquellos hombres incomparables que fueron los profetas de Israel. Añado que la ley de Moisés no es obligatoria más que para los hijos de Israel.
Leyes Estelares
“Los hombres que no pertenecen al pueblo de los hijos de Israel, se salvan (empleando una expresión cristiana), observando las leyes de lo que podría llamar una moral natural de tinte religioso y que el Talmud llama “Los siete mandamientos prescritos a los hijos de Noé“, es decir, a la totalidad de los humanos. Hay en el Talmud una frase muy importante: “Los justos de todas las naciones tienen una parte en el mundo futuro“.
Esto parece que se puede extrapolar y considerar que esa ley se extiende fuera de nuestro planeta.
LOS HUMANOS NO ISRAELITAS Y LOS HABITANTES DE OTROS PLANETAS PUEDEN CONVERTIRSE.
Los humanos no israelitas y los habitantes de los astros, si los hay, no participan de la Alianza, pero pueden participar en ella convirtiéndose al judaísmo.
La Alianza está abierta a todos
El israelita, al nacer, queda ligado a la Alianza por el juramento que los hijos de Israel hicieron al pie del Sinaí y que incluía a las generaciones futuras. El Talmud relata además que la ley del Sinaí ha sido proclamada en setenta lenguas, lo que significa que se dirige a todos y que los que quieren participar de la Alianza pueden hacerlo.
Si Boubekeur, Musulman
Si Boubekeur, nacido el 25 de abril de 1912, en Geryville, Argelia, fue encargado de curso en la Facultad de Derecho de Argel y luego director del Instituto Musulmán de la Mezquita de París. Interrogado sobre los problemas que podrían plantearse si hubiera otros seres pensantes en el Universo, responde:
“Siempre es aventurado querer encontrar en los textos sagrados una base o justificación de los descubrimientos modernos. Los textos sagrados tienen una misión muy distinta.
El Corán y la tradición del Islam han tenido por objeto: la fe, el fervor hacia el Dios de Abrahám, de Moisés y de Jesucristo, un método para adorarle y un esfuerzo constante de perfección interior para obedecer sus prescripciones, glorificarle a través de su obra, testimoniar su caridad y adquirir una claridad interior a fin de ser digno moralmente de adorarle y espiritualmente de aproximarse a “El”, en pensamiento y acción, por el corazón y el espíritu”.
Ex Yugoeslavia cuadro del siglo XVI
El Corán, según el Islam libro inspirado y dictado a Mahoma por el arcángel Gabriel, pretende precisar, ampliar y completar las enseñanzas anteriores. Sidna Mohamed es el “Sello de los Profetas“. Si Moisés es el interlocutor de Dios y si Jesús es su espíritu, siempre según el Islam, Jesús no es Dios y no es el último de los profetas. Lo que cuenta ante todo, para el musulmán es el Corán, que desde sus comienzos se afirma como una continuación y un último final de la Biblia y del Evangelio, “desviada”, según él, en el curso de los siglos.
El Islam es relativamente reciente, puesto que Mahoma vino al mundo unos treinta años antes del final del siglo Vl después de Jesucristo”.
Padre Teilhard de Chardín
Anticipándose a su tiempo y durante una homilía en la ciudad de Nueva York, el 5 de Junio de 1953, este celebre teólogo Católico expuso que: El problema de los mundos habitados fue tratado por uno de los grandes pensadores de la iglesia Católica, el R.P. Teilhard de Chardín, y quién mejor que él para aportar Luz sobre este punto, siempre visto desde su óptica religiosa; ¡COMO UNA CONSECUENCIA DEL PROBLEMA DE LOS ORIGENES HUMANOS, ES ¡LA MULTIPLICIDAD DE LOS MUNDOS HABITADOS!
“Para el teólogo enfrentado con la probabilidad científicamente grandiosa de múltiples “centros de pensamientos” repartidos a lo largo del mundo, dos vías de evasión fáciles (aunque ilusorias) se presentan inmediatamente, vías tanto más tentadoras para él cuanto más comprometido con el pasado.
“O bien decidir que, entre todos los planetas habitados, sólo la Tierra ha conocido el pecado original y tuvo necesidad de ser “rescatada”.
“O, en la hipótesis de un pecado original universal, imaginar que la encarnación se ha realizado únicamente en la Tierra las otras “humanidades” estarían, por cualquier medio, debidamente“advertidas”.
“O, en fin, barajando hipótesis muy serias, que entre la Tierra y los otros astros pensantes no se estableciera nunca ningún lazo de forma experimental directa, y mantener contra toda probabilidad que en el Universo únicamente la Tierra está habitada, es decir, empeñarse en la terca afirmación de que “el problema no existe”.
“No es necesario tener grandes alcances para ver y sentir que, en el estado presente de nuestros conocimientos sobre las dimensiones del Universo y la naturaleza de la vida:
A) La primera de estas tres soluciones es científicamente “absurda” en la medida que implica que la muerte (índice teológico de la presencia del pecado original) podría no existir en ciertos puntos del Universo, a pesar de que éstos puntos estén (lo sabemos de cierto) sometidos a las mismas leyes fisicoquímicas de la Tierra.
B) La segunda es “ridícula” sobre todo si se piensa en el gran número “astros por informar” (¿milagrosamente?) y en su desvío mutuo en el espacio y en el tiempo.
C) Por último, la tercera es “humillante” en la medida en que una vez más la Iglesia daría la impresión de salvar el dogma refugiándose en lo inverificable.
Para salir noble y fructuosamente de la dificultad en que nos encontramos en este momento en nuestra fe, consecuencia de un engrandecimiento repentino por nuestra experiencia de las dimensiones “espirituales del Universo”, es preciso encontrar otra cosa que escapatorias.
“Ante una probabilidad (y ésta lo es muy grande) hay que guardarse de reaccionar como ante una certeza. La multiplicidad de las “humanidades” extraterrestres no está establecida (y no lo será quizá bien jamás) por comunicaciones directas. No se trata, pues, de comenzar a construir una teología para uso de esos mundos desconocidos. Pero al menos nos es preciso abrir (iba a decir “extender”) nuestra teología clásica a la eventualidad (una eventualidad positiva) de su existencia y presencia.
“Eso, si no me equivoco, es perfectamente posible –con tal que sigamos dos tendencias de pensamiento muy características una y otra de nuestro tiempo y nos familiaricemos (intelectual y místicamente) con ellas:
La de un Universo todo él psíquicamente convergente sobre si mismo (por efecto del proceso evolutivo llamado “de complejidad-consciente“)
Si por una parte, toda la sustancia reflexiva engendrada en el transcurso de los tiempos por el Universo tiende verdaderamente, a los ojos del sabio, a concentrarse en sí misma, y si, por otra, a los ojos del creyente, Cristo, también por naturaleza, es quien centra y en quien se centra todo el Universo, entonces podemos estar“tranquilos”.
Pues incluso si efectivamente hay (como es lo más probable) “millones de mundos habitados” en el firmamento, la situación fundamental queda invariable (o más exactamente su interés se acrecienta prodigiosamente) para el cristiano, desde el momento en que esos mundos pueden ser considerados por él como que refuerzan y glorifican sobre todo a la misma Unidad.
“Sin duda (y como ya sucedió al fin del geocentrismo), es inevitable que el fin del “monigeísmo” (considerarnos únicas formas de vida inteligente en el Universo), nos obligue a revisar circunstancialmente y rectificar buen número de nuestras representaciones teológicas”.
Pero qué importan las revisiones con tal que, cada vez más estructural y dinámicamente coherente con todo lo que estamos a punto de descubrir en materia de cosmogénesis, subsista y se consolide el dogma en que se resumen todos los dogmas: “In Eo Omnia constant”.