En El Confidencial de hoy, he hallado un artículo de Argemino Barro, escrito desde el propio Donésk que nos dice: “El bulevar Pushkin de Donétsk tiene una exposición al aire libre sobre cómo era la ciudad en el siglo XX. Primero fue Yúzovka (por su fundador, un industrial galés apellidado Hughes), luego se llamó Stalino (“del acero”, manera de honrar metalurgia y líder a un tiempo) y finalmente Donétsk, por su cercanía al Don. Es una arteria ordenada, recta y floreada, cubierta de árboles y fuentecillas cantarinas. “Sólo queremos organización y disciplina”, dice un hombre cuyas manos parecen tenazas hidráulicas. Estamos sentados a un extremo del bulevar, junto al cuartel prorruso. “En la URSS todos éramos hermanos; vivíamos juntos y no había problemas, ¡ni tampoco fascistas!”. Nicolái Maksímovich Maslóv trabajó 39 años de minero, 22 de ellos en la Unión Soviética. Gana 186 euros de pensión, cuatro veces menos que su hermana, residente en Rusia. “Antes trabajábamos y luego nos íbamos de vacaciones a Crimea; todos igual. No había ni ricos ni pobres....”. “A finales de los años ochenta, los mineros del Donbás vivían una media de 38 años y cobraban por debajo del salario medio de la República Socialista Soviética de Ucrania. En 1991, exhausto el sistema, el referéndum por la independencia ucraniana fue apoyado por más del 92% de los habitantes. “La gente no sabía lo que votaba”, explica Nicolái. “No estaba claro si seguiríamos unidos a Rusia o seríamos un país nuevo”. “Es un desencanto habitual entre las clases humildes del Donbás, acantonadas, como el propio Nicolái, en barrios lejanos que cuelgan de pensiones ínfimas. “Antes la educación era completa y gratuita”, dice Aleksandr, veterano del Ejército Rojo de 61 años. “Estudiabas, hacías prácticas y luego conseguías un buen trabajo. Ahora los jóvenes tienen ochenta diplomas que no valen para nada. Un pedazo de papel que no te dará un empleo”. “La nostalgia es más común entre los pensionistas”, declara Nataliya Todorova. “La gente mayor asocia la URSS con su juventud, cuando eran personas frescas y energéticas”. Nataliya, de 54 años, fue una de las primeras ucranianas en renunciar al Partido Comunista en los años ochenta. Hoy es profesora de la Universidad Nacional Técnica de Donétsk. “A mí me tocó la era Brezhnev, el inmovilismo, el estancamiento. Mis padres eran creyentes del comunismo, pero yo no. Abandoné el Partido para sorpresa de mis compañeros. Y no siento nostalgia”. “Nicolái y Nataliya ofrecen perfiles elocuentes. Él es testimonio de una vida interrumpida, cuando desapareció el trabajo “y los precios no hacían más que subir, subir, subir”. Ella despegó con la perestroika y la independencia. Licenciada en Lengua y Literatura Inglesa, encabeza el departamento de Estudios Internacionales y de Negocios de su universidad y disfruta de una sólida red de amigos extranjeros....”. “La situación actual, con la Ucrania rusófona desgajándose por las malas, proyecta deseos y temores en todas las clases sociales. Mientras Nicolái confía en lograr justicia y vencer de nuevo, quizás con ayuda de Moscú, a los “fascistas y genocidas” que han tomado Kiev y que nunca se han molestado en hablar con el Donbás sino es a tiros e insultos, Nataliya reconoce su preocupación. Dos ciudades bajo la misma piel”. Ser o no ser, he aquí el problema. Ser comunista o capitalista. Tú eliges. O eres un tío igualitario que sólo quiere ser igual que los demás o eres un tío o una tía que quieres ser diferente. “España es diferente”, decía el jefe de todos ellos, mientras iba poniendo, uno a uno, todos los ladrillos del edificio en el que ahora estamos todos encerrados. No era tonto el muy canalla, conocía muy bien a la humanidad porque había estudiado mucho y mal todo lo que entonces se podía estudiar. “Le cabe todo el Estado en la cabeza”, dijo de él ese otro canalla. Aquí se condensa y expone con la suficiente claridad lo oque venimos llamando la traición de los intelectuales: 1) de una parte tenemos al obrero cuyas manos son como herramientas y que añora los tiempos de la igualdad y 2) de la otra a esa licenciada en lengua inglesa o lo que sea. La 2ª, hija de comunista y afiliada al partido, ha renegado de él porque ahora es la directora de un organismo que la remunera muy por encima de lo que nunca podrían llegar a ganar sus padres y ella misma en un país comunista, entonces, la muy canalla hace lo que todos nosotros estamos haciendo ahora, renegar del principio de igualdad comunista porque su vigencia la obligaría a ella a ganar lo que su propio padre o poco más. Rajoy, en sus famosos artículos en El Faro de Vigo, hablaba de la envidia igualitaria, porque él es precisamente el apóstol de la desigualdad. Si la igualdad hubiera regido en este país, si el hijo de un obrero metalúrgico hubiera tenido iguales, oportunidades que él, uno de los hijos del Presidente de la Audiencia de Pontevedra que ha tenido el riñón económico necesario para que todos sus hijos, sin excepción, se hayan hecho notarios o registradores, las 2 profesiones mejor pagadas en España, a lo mejor él, Rajoy, ahora no sería registrador de la propiedad porque otros miles de hijos de padres iguales, le hubieran ganado la plaza en las oposiciones, esa plaza de Santapola, uno de los mejores registros de España, que se le reserva cuidadosamente para cuando él deje la política en la que habrá hecho todo lo que pueda y más para que él y los de su casta sigan teniendo la exclusiva de llegar a notarios, registradores o abogados del Estado. Esta situación es la que esa hija de comunistas ukranianos quiere que se imponga en su país, por eso rompió su carnet del partido, porque ella ya estaba un peldaño por encima de sus padres y no quería que ellos y todos sus demás conciudadanos tuvieran los mismos derechos e igualdad de oportunidades y pudieran hacerle la competencia a ella o a sus hijos. Esto es lo que quieren todos estos desclasados que han conseguido a expensas de los demás ascender un peldaño en el escalafón social, su asquerosa, jodida, canallesca condición humana, les vuelve en contra de sus propias padres y de sus hermanos, no quieren de ninguna manera que con esa igualdad de oportunidades que supone el comunismo igualitario aumente la competencia para sí y los suyos, por eso, ahora, que, de alguna manera, son ya intelectuales, en el sentido más auténtico de la palabra, reniegan de sus iguales y se revuelven en todo momentos contra ellos: la traición de los intelectuales, que es la que nos ha llevado adonde ahora estamos. La tía hace como que no sabe que su licenciatura se debe a que unas instituciones estatales costeadas con los impuestos de todos los obreros que son como sus padres le han permitido a ella estudiar y como ya ha terminado sus estudios y se ha colocado bien gracias a ellos, dice lo mismos que esa hetaira hija del Fabra catellonense cuando oye hablar de la paupérrima situación de los obreros: “Que se jodan, coño, que se jodan”. Por eso yo no acabo de entender la postura de gente como Rafael Narbona y el propio Pablo Iglesias, que en el terreno intelectual, muy lejos todavía del planteamiento utilitario de derrotar como sea a las legiones fascistas que nos oprimen de esta infame manera, cuando sólo se habla o escribe en puridad de las ideas políticas se alinean de una manera más o menos clara con la ideología neoliberal totalitaria que sostiene que el comunismo ya está ampliamente sobrepasado. Sobrepasado ¿por quén y por qué? ¿Cómo? A estos tíos en cuya sinceridad creo a pie juntillas, yo no les permito que vengan ahora y me digan, “chico, mira, el comunismo es una ideología no sólo falsa sino totalitaria e inhumana porque en todas sus concreciones históricas ha acabado imponiendo una realidad social que empeora a las que estuvieron vigentes con el nazifascismo”. -Coño, no, que vosotros habéis leído los mismos libros que yo y lo que allí está escrito no tiene nada que ver con lo que unos tios canallas dijeron que era el comunismo, que unos desvergonzados hayan aplastado a sus propio pueblos, apoyándose en esa palabra, no significa que la idea no sea la más sublime que los hombres hayan creado nunca. Si no, decidme, queridos amigos que mandamiento supera en su contenido ético a éste en el que yo condenso lo que es la ideología comunista: dale a la sociedad todo lo que tengas, lo mejor de ti mismo, y sólo recibe de ella lo que necesites para la supervivencia tuya y de los tuyos.