Revista Comunicación

La ilusión de escribir un libro colectivo

Publicado el 15 febrero 2011 por Solano @Solano

Hace unos días amanecí con el antojo de hacer algo en literatura, pero no cualquier escrito que saliera repentinamente. si bien en mi oficio practico la escritura, la ficción me es ajena, es un arte que no domino.

Aún así pregunté en Twitter sobre diversas plataformas para poder intentar una idea que me rondaba la cabeza: Hacer un libro colectivo, una obra en la que varios autores con o sin experiencia nos encontráramos para bordar un relato a varias manos.

La ilusión de escribir un libro colectivo

El ejercicio de 'Cadáver exquisito', evocado por Mario Tascón

Uno de los que respondió a la inquietud fue el veterano y reconocido periodista digital Mario Tascón (@mtascon). El español me contó que habían hecho un ‘cadáver exquisito’, ese tipo de narración en la que cada autor va completando el texto a medida que va encontrando nuevas pistas. El resultado de su experimento fue bastante iluminador.

De igual forma, @linarouge recordó el ejercicio To Be continued en el que el relato fue iniciado por el peruano Santiago Roncagliolo. Maravilloso, también. A su vez, el colectivo Medeweb también sugirió que tiene una aplicación sencilla para este tipo de emprendimientos y me queda esa sensación de que debo conocerla.

La ilusión de escribir un libro colectivo

Mi participación en ‘El arreglador’

Finalmente, conocí otro experimento que me llamó la atención por provenir de dónde no lo imaginé: De una librería virtual. La gente de la LibreriaNorma.com creó un interesante ejercicio llamado ‘Cuentos del imaginario colectivo‘ al que llegué por sugerencia de otra tuitera. Coincidió con que tenía que comprar un libro y vi el banner invitando a participar en la escritura.

Sin entrar a detalles para no hacer publicidad, resumo la experiencia en que al terminar la transacción de la compra de libros, el usuario recibe un código con el que puede redimirlo en 1.000 caracteres para ‘invertirlos’ en alguno de los libros que ya están en una vetusta estantería de biblioteca. Si se le ve desde el punto de vista de marketing, me parece interesante que una librería le apueste a un mecanismo como éste para premiar las compras. (Solo por eso preferí comprar aquí y no en otra).

Leí los títulos, las sinopsis y me decidí por participar en ‘El arreglador‘, un cuento que sugiere en su primer párrafo las dudas de Ramírez, un hombre encargado de ‘arreglar’ los cadáveres en una funeraria y todo parece indicar que se va tentando por los fetiches de la necrofilia… Precisamente el nudo y el desenlace están por definirse en la medida en que más personas participen.

Me mandé con un texto que no sé cómo lo dejará la editora, pero tambiéne me parece fascinante ver cómo se da ese coqueteo semántico sin mezclar piel ni sentimientos:

…Por supuesto, no era una luz. Quizá solo era un reflejo, pero a Ramírez le pareció el destello oportuno para completar lo que percibía como un cuadro de Rubens. Si bien por las otras mujeres había tenido tentación de tocarlas, a esta, Ramírez la sentía distinto.
En los últimos seis años cargaba su vida mutilada por la rutina. Todas las mañanas recibía los cuerpos desangelados, con las texturas rugosas de la piel. Se había acostumbrado ya a los vientres hinchados por los gases a punto de escapar. Esa mañana, mientras repasaba el cuerpo y leía la ficha: “Daniela Carvajalino, causa desconocida”, Ramírez pastoreaba recuerdos de infancia buscando aromas, excusas que justificaran su gusto por la muerte. “Papá tenía razón”, murmuraba a veces bajo la luz cenital..

No seré García Márquez y nisiquiera un escritor de baja ralea, pero qué sabroso que se siente ser parte de algo en construcción. Vamos a ver cómo lo continúa el siguiente autor. Hasta me permití la licencia de bautizar al cadáver.

Sea en este o en cualquiera de las iniciativas, la posibilidad de crear obras compartidas es sencillamente fascinante. El espíritu humano se deleita desde hace varias centurias por narrar, por explicarse el mundo. El mito es la forma más primitiva de nuestra ignorancia inconforme para buscar respuestas.

La literatura es, entonces, la camisa con botones de la necesidad narrativa, que se pretende a sí misma como la superación del mito, pero sin la responsabilidad de ser conocimiento. Si la literatura y el acto de su escritura es por naturaleza egoísta, intimista, la sola posibilidad de que escribamos algo entre varios, se me antoja reveladora y rebelada.

Si la Wikipedia es considerada la obra cumbre del conocimiento compartido y colectivo de este siglo que comienza, cada vez más debemos participar en iniciativas que nos desafíen a la ruptura con la individualidad extrema y de tradición urbana. Las ciudades nos encierran e invitan a sumergirnos en las burbujas infranqueables de la indiferencia.

Por eso se me hace agua a la boca la idea de compartir textos, de jugar a descifrar las pistas que deja el autor anterior, de leerse a sorbos una obra inacabada pero no inacabable. Si quieren, persigan las pistas que voy dejando en El arreglador; yo también podría seguir sus rastros.


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