Revista Empresa
Recientemente me encontraba trabajando con un grupo de responsables de equipos comerciales pertenecientes a una compañía aseguradora. Era el último grupo de una serie y la expectativa es que podían ser algo “duros” en sus planteamientos. Abordábamos temas como liderazgo, talento relacional, compromiso y motivación. Lo cierto es que fue un grupo estupendo, muy participativo, aportando constantemente a las temáticas que se planteaban.
En un momento dado, uno de los participantes (cuando empezábamos a entrar en los temas de compromiso) plantea que “el único motivo de ir a trabajar es que a uno le pagan”. La verdad es que, dicho así, me dejo un tanto descolocado. No me esperaba ese tipo de comentario en ese momento.
Saltándome algunos elementos que aún no habíamos trabajado sobre compromiso les propuse a todos el siguiente ejercicio: “escribir, por favor, un momento que profesionalmente haya sido importante para vosotros, que recordéis con especial cariño”. Tras un par de minutos les pedí que lo comentaran. Todos, repito todos, dijeron cosas del tipo…”cuando me promocionaron a responsable de equipo”, “cuando logre que aquella empresa se hiciera cliente de nuestra compañía”, “cuando mi antiguo jefe me reconoció en público que…”. Insisto en que todas las aportaciones eran de esta naturaleza.
La persona que había “provocado” el que les planteara esta cuestión me miró con cara de complicidad como queriéndome decir… “vale, de acuerdo, la retribución no me engancha mucho, pero tengo que mantener a mi familia y para eso necesito dinero”.
Obviamente todos necesitamos mantener a nuestras familias, pagar las facturas correspondientes… si bien eso, en términos profesionales, no es algo que motiva y/o compromete mucho.
Hace ya algún tiempo, Herzberg planteaba una, en mi opinión, muy acertada distinción entre lo que él llamaba factores “motivadores” (los que realmente “enganchan”, los que “suman”) y, por otro lado, los factores “higiénicos” (aquellos elementos que han de estar presentes porque, de lo contrario, “restan”).
Hace un par de semanas vi en el cine “La Invención de Hugo” (del gran Martin Scorsese… si, si, el de “Uno de los nuestros”, “Casino”, “Gangs of New York”… películas todas ellas violentas donde las haya). La verdad es que me gustó (“sobraría un pelín de azúcar”, pero aún así me gustó). Reflexionando sobre los distintos personajes podríamos ver qué “mueve” (la palabra motivación viene de mover) a cada uno de ellos. Al protagonista, Hugo, el poder encontrarle sentido a su propia existencia (de ahí la licencia de llamar a la película “La Ilusión de Hugo”), a su compañera porque podía vivir una aventura, a la florista por…, al vigilante por… Todos y cada uno de ellos (incluido el “gran protagonista conceptual” Georges Méliès) tiene una motivación clara… aunque también es de justicia explicitar que cada una de ellas es de naturaleza muy muy distinta.
A nosotros nos gusta plantearnos los temas de motivación fundamentados en 3 vertientes: lo extrínseco (por ejemplo los temas retributivos), aquello que hace que nos “movamos” algo, pero que no garantiza prácticamente nada cuando ese elemento no está presente (algo así como la zanahoria delante de tu cabeza). Por otro lado estarían los elementos “intrínsecos” (aspectos que son importantes para cada uno de nosotros, como la posibilidad de desarrollarte). Finalmente estarían los elementos “trascendentes”: aquellas actuaciones que realmente nos llenan porque tienen un impacto grande en los demás, no tanto en nosotros mismos (por ejemplo el hacer feliz a los demás).
Hay un video precioso que ejemplifica estos elementos “trascendentes” que te animo a que veas.
¡Arriba la motivación trascendente!