Anoche asistí a una cena especial, sobre todo porque no estoy habituado a este tipo de eventos. Se trataba de la entrega de Premios Eupharlaw en el Casino de Madrid, que en esta ocasión han recaído en Juan José Rodríguez Sendín, presidente del Consejo de Colegios Oficiales de Médicos y en Mariano Barbacid Montalbán, ex director del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Acudí invitado por Manuel Amarilla, abogado conocido en el ámbito sanitario pues lleva años comprometido con la idea de que se ofrezca la máxima información sobre medicamentos a los ciudadanos. Mañana les contaré sobre la cena en cuestión pues fue más que interesante. El caso es que hoy Manuel me ha mandado un artículo suyo en el que opina sobre algo que ya traté en este blog hace unas semanas y también sobre mi libro Laboratorio de médicos. Les dejo con la primera parte de su artículo, como digo está escrito por una de las voces más experimentadas del ámbito farmacéutico y sanitario que opina sobre personas y hechos destacados en torno a la industria farmacéutica y si quieren leánlo entero aquí:
Enseguida deduje -no era difícil para mí- que la novela reseñada sin cita era la de Miguel Jara “Laboratorio de Médicos”. Días después, indagando un poco, me entero que ambos habían tenido -con ocasión de algún contenido de dicho libro- un pequeño y tibio rifirrafe dialéctico, el cual parece ser que Jordi aún no había leído. Los que quieran profundizar pueden hacerlo en la web de Miguel, www.migueljara.com. Cualquiera que me conozca un poco, sabe que no necesito este motivo ni ningún otro para opinar libremente sobre el tema de hoy –que, humildemente, yo también conozco algo, y respecto del que ya me he manifestado en infinidad de ocasiones a lo largo de los años-.
En este sentido diré, sin problema, que mi visión de la industria farmacéutica coincide en abstracto más con la de Miguel, reflejada en el gran trabajo periodístico de su novela, que sí he leído, y en la que soy citado un par de veces -sin que ello tenga relevancia alguna-, aunque no acaba de gustarme como salgo. Es indudable que las percepciones sobre los demás son subjetivas, como mostré en mi libro “Medicamento: Utopía y Realidad” (2009), pero igualmente se lo he hecho saber al autor.
Jara es un gran profesional del periodismo de investigación en salud, y un valor emergente. Tiene, además, un gran alma de poeta y mucha ilusión, todavía, por su trabajo -y eso es bueno-, como deja traslucir en sus libros. Cree en lo que hace. A mi juicio, ha logrado en “Laboratorios de Médicos” dar imagen viva a un problema importante e inmemorial, como es el de la visita médica o farmacéutica –enquistado en detrimento de la salud de los ciudadanos- pero al que nadie, hasta ahora, le ha puesto el cascabel. Ni se ha pretendido siquiera. Hay mucho dinero en juego.
Jurídicamente también habría mucho que decir, aunque no es el momento. Como hoy la cosa va de libros, en otro de los míos “Información Terapéutica Directa al Ciudadano” (2005), ya manifesté expresamente mi posición -entre otras muchas ocasiones-. Ahora bien, cierto que en el sector farmacéutico, cuando no interesa lo que se oye -por la razón que sea-, se hace el “Don Tancredo” o, también, la llamada “postura de la avutarda”, cuando se agacha hasta que pasa el peligro.
El problema de Miguel –a quien, ya he dicho, que admiro y respeto también-, es que no conoce por dentro a la industria farmacéutica. Aunque si sigue su honesto camino, tendrá tiempo para ello, aunque tal vez se arrepienta, porque en muchos aspectos desconocidos para él -y para la gran mayoría- es todavía peor y más dura de lo que se puedan imaginar, ellos sin olvidarme en ningún momento de que, contradictoriamente, también cuenta con grandes virtudes. Lo puedo decir más alto pero no más claro, a buen entendedor…
Jordi Faus sí la conoce, demasiado bien, y su legítima postura es la de defenderla -a su manera, eso sí, pero la defiende- lo cual, en ardor tenue aunque sin ingenuidad, llega incluso a crearle una gran duda respecto a los muchos que no lo entienden así, y la expresa: “A pesar de todo lo que hacen los laboratorios están bajo lupa, bajo sospecha”.
Tristemente -por lo menos para mí- la visión pública de Jordi coincide casi íntegramente con la imagen clásica que la propia industria tiene de sí misma, y que publicita y difunde con ansiedad reiterativa y privilegiada (por ejemplo, si les dan caña en EL PAIS, en la réplica les dejan decir todo lo que quieran) siempre que puede, incluso en los medios de prensa y publicitarios, propios y de otros.
Me imagino que, en este segundo caso, será pagando el coste de los mismos. El colmo sería que encima fuera “de balde”. La prensa tampoco es tan tonta ni desinteresada. Ahora bien, con esto tampoco quiero decir que Jordi no tenga opinión propia en esta y otras cuestiones. ¡Dios me libre! Bueno, yo sé que por lo menos él me entiende lo que quiero decir.
Se haga lo que se haga, la realidad siempre es la que es, independientemente de los esfuerzos que se hagan con cualquier fin. En este sentido, la imagen real de la industria farmacéutica para los ciudadanos -que luego comentaremos-, es más compleja que las de mis admirados Jordi y Miguel, e incluso que la mía. No obstante, quiero darla. Aún sabiendo que no será más que un pedacito de la imagen total y real, y sin trascendencia alguna.
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