Revista Opinión

La imaginación y la imagen

Publicado el 24 mayo 2011 por Miguelmerino

 

Que no, que no, que el pensamiento
no puede tomar asiento,
que el pensamiento es estar
siempre de paso, de paso, de paso…

Luis Eduardo Aute

Dando un  paseo por el mercadillo de Santa Cruz, en la Recova, encontré una primera edición de Alfaguara de La Reina del Sur, y puesto que el ejemplar que yo conservo es del Círculo de Lectores, y toda la obra de Pérez-Reverte la tengo en Alfaguara, pues la compré. Así, de paso, puedo regalar lo que he prestado (te lo puedes quedar Bea). Una vez en mi poder, lo releí sobre la marcha y, como me pasa con todas las relecturas, me encontré con otro libro diferente al que había leído. Por supuesto he seguido la serie de Antena 3, y ya me chirriaba bastante, pero una vez releído el libro, me chirría mucho más.

En las primeras páginas, no podía dejar de ver la imagen de Teresa Mendoza con la cara de la actriz que la encarna en la serie, y no me atrapaba. Luego de unas cuantas páginas leídas, no muchas, me liberé de ella. El relato pudo sobre la imagen. Ya en la primera lectura, hace años, cuando salió, no me condicionó para nada la fotografía de Teresa Mendoza que aparece en la portada, ni la ficha policial de la contraportada. La imaginación, que debe ser algo así como convertir el pensamiento en imagen, configuró otra Teresa Mendoza, otra Mejicana, la mía, la que las palabras de Pérez-Reverte me hacían ver.

– ¿La neta que no leíste nada?

- Lo juro. Nomás dígame qué iba a leer.

Un silencio. Largo, pensó ella, como una agonía. Oía chisporrotear los pábilos de las velas en el altar.

- Sólo tienes una posibilidad – Dijo el otro al fin.

Teresa se aferró a esas palabras, con la mente avivada de pronto como si acabara de meterse dos pases de doña Blanca. La otra mujer había desaparecido entre las sombras. Y de nuevo era ella. O al contrario.

- Me basta con una – dijo.”

¿Cómo va a tener esta mujer la misma cara para ti que para mí? Imposible. La neta que no. Cuando a uno lo atrapa una historia leída, lo atrapan los personajes, las situaciones, lo que uno conoce o desconoce de lo que se narra y lo atrapa el narrador, ese personaje que unas veces está fuera de la historia, otras veces forma parte de ella y otras veces parece que pasaba por allí por casualidad. Y es el narrador el que te da la medida de las cosas, la medida de la historia. En este caso, el narrador parece ser el propio autor con el señuelo de un reportaje sobre la protagonista. Y uno va descubriendo la historia junto al narrador y uno va haciéndose cargo de la situación junto al narrador. Eso, entre otras cosas, es lo que me faltaba en la serie de Antena 3, el reportero que me contara la historia a través de sus entrevistas con los distintos personajes que poblaron la leyenda de la Mejicana. No tanto las infidelidades al libro, eso va de suyo en cualquier adaptación televisiva o cinematográfica. Aunque ese exceso de protagonismo de Dris Larbi, el dueño del Yamila me gustó, no por que mejore la historia, en absoluto, si no porque me aportó una visión más histriónica del actor que lo encarna, Nacho Fresneda.

– ¿Qué medios?

Te tengo, se dijo Teresa. Te voy a tener.

- Pues no sé decirle ahora. O sí sé. Lanchas. Motores fuera borda. Locales de acogida. Pago de los primeros contactos e intermediarios.

Yasikov seguía tocándose la cara.

- ¿Usted entiende de eso?

- No me chingue. Estoy barajando mi vida y la de mi amiga… ¿Me cree en situación de venir a cantarle rancheras?”

Así que por supuesto que, como al ratón que primero comió en la biblioteca y luego en el videoclub, me gustó mucho más el libro que la película. Aunque esto me ocurre siempre.

Pa qué te digo que no, si sí.”


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