Revista América Latina

La impantación de España en Venezuela.

Publicado el 10 noviembre 2014 por Jmartoranoster

Luis Britto García.

¿Cómo impone España su dominación en más de la mitad del Nuevo Mundo durante trescientos años? Con monopolios que terminan haciendo inviable su autoridad.

-El monopolio de lo político

La Corona nombra prácticamente todas las autoridades del Nuevo Mundo, entre ellos virreyes, capitanes generales y gobernadores. Los cargos recaen sólo sobre blancos peninsulares, nacidos en España. Los nombramientos terminan siendo vendidos. Apenas los cabildos representan a los americanos, precariamente.

-El monopolio del poblamiento

Durante el genocidio que extingue a unos sesenta millones de aborígenes, España sólo permite pasar a América a los españoles, y no a todos. En 1596, Felipe II ordena que sean considerados “extranjeros” con respecto a las Indias, “para no poder estar ni residir en ellas” quienes no fueren naturales de los reinos de Castilla, León, Aragón, Valencia, Cataluña, Navarra y las islas de Mallorca y Menorca”. Sólo se pasa con licencia real.

-El monopolio de la sangre y de la ideología

América es cerrada incluso a los nuevos cristianos. La Ley XV de Indias dispone que “ningún nuevamente convertido a nuestra santa fe católica, de moro o judío, ni sus hijos, puedan pasar a las Indias sin expresa licencia del rey”. Según otra ley, “mandamos que ningún reconciliado, ni hijo ni nieto del que públicamente hubiere traído sambenito, ni hijo ni nieto de quemado o condenado, por herética gravedad ni apostasía, puedan pasar ni pasen a nuestras Indias”. Durante la Colonia, el promedio anual de inmigrantes a América alcanza a unos 15.000: magra cifra para continente tan extenso y despoblado por la violencia y las pestes traídas desde Europa. Los viajeros pueden elegir su destino: prefieren las costas, y dejan desierto el interior. Así, no se repuebla el continente devastado por el genocidio de la Conquista.

-El monopolio del comercio

Felipe II prohibe también a los extranjeros el comercio en las Indias sin la debida licencia. Monarcas posteriores confirman estas normas. Pero España no tiene capacidad productiva para abastecer al enorme mrecado americano. Las enormes cantidades de metales preciosos que le envía el Nuevo Mundo deprimen sus cultivos e industrias y la obligan a su vez a ser importadora. España deviene, según reseña Ferdinand Braudel, “las Indias de Europa”.

-El monopolio del trabajo forzado

El exterminio de los indígenas hace necesaria la importación de esclavos africanos, con licencia de la Corona. Es un productivo negocio que entre 1541 y 1870 significará la introducción en América en condición de mercancía de cerca de diez millones de seres humanos. El trabajo del aborigen se explota a través de contribuciones en trabajo forzado gratuito o remunerado en forma insignificante, a través de los repartimientos, encomiendas y mitas, que serán prohibidas por Bolívar. Todo valor es tiempo de trabajo humano: durante tres centurias el trabajo alienado de americanos y africanos será el motor fundamental de la hegemonía de Europa.

-El monopolio sobre la implantación de la flora y de la fauna

No eran propicias las tierras o el clima de Venezuela para cultivos masivos del trigo, de la vid o del olivo. Para subsistir los colonos dependieron desde el principio del cultivo del maíz y de la yuca, que habían sustentado a los aborígenes. Pero la economía colonial no estaba dirigida hacia la autonomía ni el desarrollo interno, sino hacia las exportaciones para la metrópoli. Tras efímeros auges de las explotaciones de perlas, plata y oro, la economía venezolana dependió durante largo tiempo de las exportaciones del tabaco aborigen y del contrabando de éste, para luego depender de las del también autóctono cacao. Sólo en las últimas décadas antes de la independencia se posicionó el arábigo café como un rubro de exportación importante. El comercio entre las regiones americanas era limitado o inexistente. Todo se exportaba para unos pocos puertos españoles. Durante trescientos años se cimentaron así las bases de nuestra dependencia económica, que habría de sobrevivir a la política.

Escritor, historiador, ensayista y dramaturgo.
 [email protected]

Luis Britto García


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