por Francisco Picazo
Cada vez con más frecuencia, observo la fuerte influencia de las promesas en mis relaciones sociales; no sólo por un tema de prestigio o identidad, que es realmente importante, sino como parte de la esencia misma de dichas relaciones. Vivimos en una red de promesas y todos nuestros actos están basados en alguna promesa que hemos realizado, o que hemos recibido.
“La promesa es un acto lingüístico por el cual alguien asume el compromiso de producir algo en el futuro, mediante la ejecución de ciertas acciones (por sí mismo, o por aquellos por quienes asume la responsabilidad). Quien promete declara su compromiso de generar ciertas condiciones futuras.”
Mi capacidad de hacer promesas y cumplirlas define mi identidad pública, mi carácter, de como me ven los demás. También me permite conseguir la confianza de mi amigos, mi pareja, mi jefe, mis compañeros de trabajo y en general de todo mi entorno social. Por todo esto, antes de realizar una promesa, es importante evaluar si seré capaz de cumplirla, es decir, ser muy consciente de que tengo que cumplirla antes de generarla y/o aceptarla, para que durante y después de este proceso, mi identidad y mi prestigio se consideren impecables.
Manejar la sinceridad, la competencia y el tiempo en que tardaré para cumplir mi promesa, son elementos que generan confianza para quienes me he comprometido y en caso de que alguna variable impida o retrase el cumplimiento de dicha promesa, es recomendable comunicarlo lo antes posible, manifestando las disculpas y el interés de cumplir mi compromiso, y… ¡como toda promesa no cumplida! Debo formular alternativas de solución, con lo que estaré realizando una nueva promesa, con un cargo mucho mayor de responsabilidad y cumplimiento, porque podrá estar en tela de juicio mi identidad pública por mi falta de competencia.
Me encuentro frecuentemente al hacer una promesa, que lo más difícil es negarme, aún cuando anticipadamente sé que no estoy en condiciones de cumplirla, lo cual considero afecta la credibilidad que pueda tener en el futuro. Sin embargo, tengo una salida, antes de establecer cualquier compromiso, o si simplemente tengo la seguridad de que no es viable; basta con decir “No”.
La confianza que siembro al ser responsable o confiar adecuadamente en los compromisos de otros, me lleva a una vida más plena y con muchas mejores inter-relaciones con todas las personas que me rodean, tanto en mi vida familiar, como laboral. El fortalecimiento de mi identidad, mi prestigio y mi desarrollo personal se basa en el aprendizaje y en darle más valor a aspectos claves como el establecimiento y gestión de mis promesas y compromisos.
Autor Francisco Picazo- http://jfpicazo.wordpress.com/2011/11/30/la-importancia-de-gestionar-nuestras-promesas/
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