Revista Cultura y Ocio

La importancia de las cosas, de Marta Rivera de la Cruz

Publicado el 01 enero 2012 por Goizeder Lamariano Martín
La importancia de las cosas, de Marta Rivera de la CruzTítulo: La importancia de las cosas Autora: Marta Rivera de la Cruz Editorial: PlanetaAño de publicación: 2009Páginas: 413ISBN: 9788408085645

¡¡Feliz año nuevo a todos!! ¿Qué tal habéis empezado el 2012? Espero que muy bien, que disfrutéis estos días con la familia y los amigos y que no os atragantaseis ni con las uvas ni con las comilonas de estas fiestas. Esta es mi forma de desearos un feliz año 2012, compartiendo con todos vosotros la reseña de La importancia de las cosas.

Cuando en noviembre leí La vida después me gustó tanto el estilo de su autora, Marta Rivera de la Cruz, que me ha faltado tiempo para seguir descubriendo sus obras. Y aunque tengo que confesaros que este libro no me ha gustado tanto como el anterior, sí que he disfrutado mucho de la lectura. Pero vamos por partes
Mario Menkell es un cuarenteañero con una existencia gris, rutinaria y monótona. Es profesor de varias asignaturas optativas de escritura creativa en la Luis de Camoens, una universidad llena de niñatos pijos hijos de papá y dirigida por Claudio Saldaña, un rector obsesionado con controlar la vida académica y personal de todo el mundo: alumnos, personal de la universidad y, especialmente, profesores. Es chulo, prepotente, se cree superior a todos y por supuesto también a Mario Menkell, a quien no soporta y al que intenta putear siempre que quiere.
Mario es tímido, aburrido, mediocre, solitario. Nadie sabría de su existencia si no fuera porque hace casi veinte años escribió una gran novela, Lo que me contó Bernard M. que le dio fama y dinero. El dinero suficiente para no preocuparse de nada. Porque también es dueño de un piso en el madrileño barrio de Chueca desde que murió su tía.
Pero él nunca ha vivido en ese piso y ni siquiera se ha hecho cargo de él. Contrató a una agencia inmobiliaria para que continuase las gestiones que hasta ahora había hecho su tía y se hiciese cargo de su inquilino desde hace más de diez años, Fernando Montalvo. Mario no ha querido nunca conocer a Montalvo y ni siquiera hablar con él. Quería protegerse y mantenerse al margen.
Pero todo cambia cuando Montalvo se suicida y Mario tiene que hacerse cargo de sus pertenencias, que siguen llenando el piso con los objetos más variopintos: vitolas de puro, gramolas antiguas, porcelanas, miniaturas de todo tipo, huchas, soldados de plomo... todo escrupulosamente ordenado y clasificado y distribuido por todas las habitaciones con mucho gusto.
Mario decide pedirle ayuda a la profesora Beatriz Millares, su compañera en la universidad, la mujer de la que está enamorado en secreto desde hace muchos años, demasiados, para que juntos saquen todas esas cosas del piso. A cambio, Beatriz será la nueva inquilina de Mario.
Pero lo que en un primer momento parecía una labor tediosa, larga, aburrida y nada apetecible se convierte en una auténtica aventura. Poco a poco, tanto Beatriz como Mario sentirán una curiosidad creciente por Fernando Montalvo, al que nunca han visto, un desconocido, un hombre lleno de misterios y de secretos que ellos están dispuestos a averiguar.
Con llamadas de teléfono y visitas irán atando cabos y descubriendo cada vez más a Montalvo: sabrán cuál era su profesión y algunas pequeñas cosas de su pasado y de su historia. Y de paso, conocerán a Anna Livia Schzerny, una anciana adorable que les ayudará a seguir tirando del hilo.
Así, pista a pista, objeto a objeto, completarán el puzzle de la vida de Fernando Montalvo en una aventura que les llevará desde Madrid hasta Milán y que les hará reconstruir la historia de Montalvo, una historia en la que el pasado nunca se aleja lo suficiente del presente, en la que las vidas se entrecruzan una y otra vez, tejiendo extrañas relaciones entre el ayer y el hoy, entre padres e hijos, entre maridos y mujeres, entre profesores y alumnos, entre compañeros de trabajo, entre amantes, entre enemigos y, por supuesto, entre caseros e inquilinos.
Una vez más me ha encantado el estilo de Marta Rivera de la Cruz, su lenguaje sencillo, ágil, seductor, fascinante, hipnótico. Me han gustado los personajes, todos, sin excepción. Me han resultado humanos, cercanos, verosímiles, a algunos, como a Mario, a Beatriz y a la señora Schzerny les he cogido muchísimo cariño, y a otros, como a Claudio Saldaña, les he odiado con todas mis fuerzas. Pero todos me han transmitido algo, y eso es lo más importante.
La trama, aunque en general más lenta, más descriptiva, menos trepidante y sorprendente que la de La vida después, también me ha gustado mucho, especialmente el final de la historia. Una historia cercana, creíble, verosímil y al mismo tiempo lejana, increíble, sorprendente y rocambolesca. Como la vida misma. Una historia que nos habla de esas pequeñas cosas que nos rodean, que forman parte de nuestra vida, de nuestro día a día, que nos proyectan ante los demás, que hablan de quiénes somos, de quiénes hemos sido y de quiénes nos gustaría ser.
Otra cosa que me ha gustado mucho, además de la trama en sí y de la historia que hay detrás, la de Fernando Montalvo, es la recreación del ambiente de la universidad. Yo estudié en una universidad privada y aunque sé que la Luis de Camoens es un extremo, creo que Marta Rivera de la Cruz ha logrado reflejar muy bien el día a día en las aulas, en las relaciones entre los alumnos, entre los profesores y, por supuesto, entre las altas esferas de la universidad.
En definitiva, un libro que me ha hecho disfrutar mucho y que os recomiendo a todos los que ya sepáis o queráis aprender a valorar la importancia de las cosas.

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