La tecnología, con todo y lo apasionante y cautivadora que resulta, no es más que un medio para la mayor parte de nosotros, para todos menos para el reducido conjunto de profesionales que desarrolla productos tecnológicos o realiza investigación y desarrollo.
La tecnología, superado su innegable embrujo, debe ser portadora de algo para que tenga sentido, debe servir a un fin, para que sirva de algo.
En el caso de la realidad aumentada, ese algo es el mensaje, un mensaje que puede ser información, por ejemplo en el caso de las aplicaciones quizá más profesionales, o un mensaje que puede ser una historia, en el caso de aplicaciones más lúdicas.
Y para el usuario, al final, eso es lo que importa. Y, por tanto, el mensaje tiene que ser bueno por derecho propio, independientemente de la tecnología que lo soporta.
Así nos lo recuerda Alain B. Craig en su libro 'Understanding augmented reality' cuando nos dice:
If Augmented Reality is used to tell a story the story must be good without Augmented Reality. If Augmented Reality is used to convey information, the information must be good in its own right.
Así que, al igual que se dice, por ejemplo, en storytelling o en periodismo 'contemos una buena historia', la misma receta se aplica a la realidad aumentada: contemos una buena historia, proporcionemos una buena información...