La importancia del silencio (para escuchar y no opinar con alegría)

Me costó encontrar la película Nunca, casi nunca, a veces, siempre en el catálogo de Amazon Prime Vídeo, donde había leído que se encontraba esta obra indie de 2020, que se llevó nada menos que los Premios del Jurado de los festivales de Berlín y Sundance. Es verdad que mi dislexia y el título no ayudaban mucho. Tras visionarla, no entiendo cómo no aparece en la sección de destacados. Bueno sí. Claro que lo entiendo. Es el silencio que cubre el tema del aborto. La protagonista es una adolescente, Autumn, que inicia un viaje, con la compañía de su prima, también menor de edad, para someterse a una interrupción de un embarazo no deseado, a un Estado en el que sí es legal. Sorprende saber que la actriz y cantautora que interpreta este difícil papel, Sidney Flanigan, debuta en el cine con esta película.

Es el silencio el que predomina en la película, fiel reflejo del dolor que sufren las mujeres, enfrentadas a sus propios fantasmas y temores y a la insistencia de la mayoría ajena a opinar sobre qué debe sentir y hacer. Personas que llenan los bolsillos de la adolescente de publicidad de agencias de adopción, otras que gritan contra el demonio a la entrada de las clínicas donde se realizan los abortos, personal administrativo que resume el trauma y el abuso en una pregunta con respuestas de múltiple elección. Y frente a todas las opiniones ajenas no solicitadas, el silencio de las mujeres, el que mejor expresa su dolor físico y mental, el que grita a la sociedad que es hora de hablar, de poner las cosas claras, de acabar con el tabú y el mutis por el foro que la mayoría de administraciones ejecuta cuando la palabra aborto sube al escenario.

Callan para no afrontar el debate, la legislación, el respeto sanitario, pero sí hablan para juzgar y estigmatizar a la mujer. ¿Cuántas veces has opinado sobre la decisión de una mujer sobre su embarazo? ¿o sobre la decisión de tener hijos? Nunca, casi nunca, a veces, siempre...