Gracias a nuestra nueva cama familiar (otro día os hablaré de ella) he tenido la oportunidad de recuperar la sana costumbre de leer algo por la noche antes de dormir. Y es que es casi el único momento que encuentro en la rutina diaria para parar y centrarme en leer al menos un par de páginas antes de caer rendida.
Ahora estoy leyendo un maravilloso libro titulado "Maternidad y parto, nuestras ancestras y nosotras", una recopilación de artículos coordinada por Ana Mateos Cachorro que ahonda en la parte más física y biológica del proceso de la maternidad y cómo nos conecta con la vida de nuestros antepasados. Y es que el libro está editado por la Junta de Castilla y León y el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh).
Me está encantado porque me ofrece aprendizaje y material para la reflexión a partes iguales, además de una perspectiva antropológica y evolutiva que muchas veces sirve para quitarnos los velos culturales con los que nos acercamos a la maternidad y a la crianza de nuestra progenie.
Hoy me apetece acercaros un pequeño texto del capítulo "Crianza y maternidad", escrito por Concepción Delgado y Ana Mateos (y excelentemente ilustrado por Cristina Barros y Elvira Palazuelos) donde habla de la importancia del "tacto", uno de los sentidos más obviados en nuestra cultura, pero que tiene una importancia fundamental para el recién nacido.
El contacto amoroso nos nutre y sostiene antes y después del nacimiento. Durante la lactancia, los bebés buscan con ahínco y a tientas el pezón, agarrándose a él con firmeza para sentirse protegidos. Cuando los progenitores llevan en brazos a sus hijo, este se siente en contacto con el cuerpo de sus padres, sostentido y tocado (Kabat-Zinn 2005). El tacto es fundamental para la vida y está ligado directamente con la piel. Nos encontramos inmersos en el mundo y lo conocemos a través de los sentidos, pero el más fundamental, el menos especializado y el más global es el sentido del tacto, que transpira a través de la piel que nos contiene. El contacto físico, que nos permite "sentir", tiene lugar a través de la piel y es aquí donde resulta evidente la reciprocidad con el mundo que nos rodea. A casi todos los animales les gusta que se les acaricie o estimule la piel de forma placentera.
La forma en que las crías de todos los mamíferos se currucan y arriman al cuerpo de la madre, al de sus hermanos o al de otro animal que se introduzca en la camada sugiere que la estimulación cutánea es una necesidad biológiga importante tanto para el desarrollo físico como para el desarrollo conductual. Desde una perspectiva neurológica, el tacto abarca y comprende varios sentidos diferentes. A través del contacto, podemos sentir si éste ha sido tan amoroso que nos hace sentir placer o tan fuerte que nos puede provocar dolor. Mente y piel están íntimamente unidas, al igual que es íntima la relación entre la piel y las emociones. No es extraño que el niño se tranquilice en contacto piel con piel con su madre. Ella le aporta una gran sensación de bienestar y le proporciona alimento, cariño y seguridad. El tacto es el sentido que el recién nacido emplea para recibir información del mundo exterior.
La comunicación táctil constituye un medio de comunicación importante entre los primates (montarse sin practicar sexo, besarse sonoramente, abrazarse, tocarse con las manos, morderse, etc.). Los primetes se tocan contínuamente y se acicalan con las manos entre sí ( Grooming), lo que les permite librarse de parásitos a la vez que permite las relaciones sociales. Estas señales táctiles son importantes para la paz y la cochesión social entre primates. Las caricias en el ser humano son tan importantes como el lamer en otras especies de mamíferos.
El tacto es una necesidad conductual básica, como respirar es una necesidad física. Como especie social que somos, si la necesidad táctil no se desarrolla, da como resultado una conducta anormal. El desarrollo temprano del sistema nervioso del lactante depende, en gran medida, del tipo de estimulación cutánea que recibe (Montagu 1986).
Por otra parte, hemos de tener en cuenta que cuando la capacidad del habla en el niño no se ha desarrollado, son muy importantes en el diálogo otros elementos no verbales.El masaje infantil contribuye a fortalecer esa comunicación, así como los vínculos afectivos y emocionales, esto es, al conocimiento mutuo. El masaje corporal es una antigua tradición oriental, practicada especialmente en la India. El masaje de los bebés es un arte tan antiguo como profundo. Simple pero difícil. En todo arte hay una técnica que es necesario aprender y dominar y que se transmite de generación en generación. "...¿Alimentar al niño? Sí, pero no solamente con leche. Hay que tomarlo en brazos, cunarlo. Y masajearlo". (Leboyer 1976).
El masaje favorece la capacidad de recibir estímulos, aumentando su umbral para percibirlos. El objetivo del masaje es promover la nutrición afectiva y fomentar la comunicación entre padres e hijos. Se ha comprobado que el masaje corporal actúa sobre el sistema nervioso central, reduciendo la ansiedad y disminuyendo las hormonas relacionadas con el estrés, a la vez que aumenta los niveles de oxitocina en la sangre. El contacto físico y la estimulación mutua producen efectos beneficiosos sobre las personas y desempeñan un papel importante para establecer y reforzar las relaciones afectivas. Pero los beneficios del masaje parece que también tienen efectos fisiológicos sobre el organismo (sistema nervioso central, sistema inmunológico, sistema gastrointestinal, sistema circulatorio, sistema muscular, etc.). En el caso de los bebés prematuros, el masaje ayuda a aumentar la tolerancia al tacto de forma suave y paulatina. Siempre es importante saber escuchar al bebé y conocer sus reacciones, siguiendo sus propios ritmos.
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