En ocasiones me sorprende comprobar que alguien sea capaz de escribir cuatrocientas páginas de una novela y luego le ponga un título ya existente o muy parecido a otro. Es algo que he visto con cierta frecuencia entre los autores autoeditados que publican en Amazon.
Se me ocurren varias razones que podrían explicar este hecho:
1- Que el autor/a haya agotado su capacidad inventiva en esas cuatrocientas páginas...
2- Que deliberadamente pretenda vender aprovechando las reminiscencias que provoca un título popular en la mente del lector.
3- Que ignore que ese título ya existe.
4- Que, obviamente, no tiene un editor que se lo cambie.
Seguramente puede haber más razones, pero me centraré en estas para no alargarnos demasiado.
Creo que cualquier escritor estará de acuerdo conmigo en que encontrar un título adecuado para su novela es una de las tareas más difíciles a las que se debe enfrentar.
El título, en teoría, debe dar idea de la historia que contamos; debe, además, resultar atractivo; tenemos que ser capaces de escoger las palabras más adecuadas, las que tengan más fuerza expresiva, las que seduzcan al lector.
Puede ocurrir que en un golpe de inspiración tengamos el título perfecto antes de escribir la novela. Puede que la empecemos sin título o con uno provisional; puede que lo cambiemos mil veces mientras la novela avanza, y en ocasiones, en ese mismo proceso, el título se nos puede revelar como si lo viéramos escrito en luces de neón.
Hay quien toma el camino fácil y le pone "Grey" o "sombras" a cualquier cosa que decide publicar. Y quien, sin mala intención, se siente atraído por una frase determinada y no se da cuenta de que si le gusta es porque le resulta familiar, y si la escribe en el buscador de Google puede descubrir que "Cumbres borrascosas" ya existe.
Por otra parte, un editor puede resultar útil en estos casos porque tiene una visión comercial de la que quizá nosotros no gocemos.
¿Os hubiese atraído una novela con un título tan horrendo como "Primeras impresiones"? Al editor tampoco le gustó y la rechazó de plano; años después Jane Austen se la presentó a otro editor con el título de "Orgullo y prejuicio", y ya conocéis el resto.
Y ¿qué me decís de "Trimalción en el West Egg"? Yo, desde luego, no me habría animado a leerla nunca si su editor no la hubiese rebautizado como "El gran Gatsby", título que por cierto, nunca acabó de convencer a su autor, Scott Fitzgerald.
Pues eso, queridos escritores: hagamos un último esfuerzo y pongámosle el broche de oro a nuestra obra con el título que merece :)