Publicado el 19 junio, 2013 | por Óscar Sainz de la Maza
Si alguien cree que esta crisis, con su subida del paro, su escándalo de corrupción en el Gobierno y su desapego ciudadano le suponen un gran disgusto político al Partido Popular Súmate al cambio, nov. 2011), que reflexione, y piense: de esta crisis también se pueden sacar moralejas y oportunidades de cambio, muchas oportunidades, que diría Margaret Thatcher. En este caso, una moraleja muy concreta sobre cómo afrontar el proceso electoral.
El Partido Popular a nivel central es presidido por Mariano Rajoy (El Gobierno, creemos que existen fundadas sospechas de que también lo preside). Rajoy se subió al carro del Poder por el método clásico de prometer A, tomar posesión, mandar A al carajo e implantar B, o séase, Anti-A. Llámenlo como quieran. El caso es que generó ciertas dosis de cabreo y un leve bajón electoral. Para ser concretos, pongamos un bajón del 44,6% al 34%, rompiendo (como el PSOE) el suelo electoral a base de meteduras de pata.
Entre esas meteduras de pata, la primera de ellas, la más irritante de todas; la de incumplir el programa electoral C por B. Algo que, sin embargo, no ha hecho el líder conservador José Antonio Monago, presidente -por el PP- de Extremadura.
El señor Monago ha desatado la caja de Pandora con la clásica política de recortes. Los ciudadanos pagan al Estado en subidas de tributos, recortes de servicios básicos y cierre de empleo público el pago del ingente agujero financiero que había logrado crear nuestro sistema bancario. Según datos del Banco de España y el FMI, organizaciones poco sospechosas de subversión, el endeudamiento en España en 2008 –año del comienzo de la crisis de la deuda- pertenecía a familias en tan solo un 20,6%. La parte correspondiente a las PYMES era de un mísero 3%… ¡Y con eso las ahogan! La deuda pública era aún menos, del 19,1%, y la deuda de la gran banca y la gran patronal (los cuatro que ustedes conocen) era, señoras y señores, del 57,3% del total. Sufragada por el Estado mientras se defiende un discurso que considera la asistencia básica hospitalaria y escolar un carísimo privilegio.
En eso, en los recortes, Monago no se cortó un pelo. Pero su programa, al contrario que todos los de sus recién estrenados compañeros de presidencias regionales, sí introducía ciertas novedades calcadas del programa de Izquierda Unida de Extremadura.
El presidente extremeño ha devuelto la paga extra que el Gobierno hurtó a los funcionarios en julio de 2012. ¿Cómo lo ha hecho, pese a las fatales presiones del cumplimiento de déficit? Pues cobrando una tasa a los bancos, que tienen más que de sobra para pagarla. El Constitucional ha declarado la validez del nuevo impuesto, y el dinero ingresado ha podido compensarle las pérdidas a miles de policías, bomberos, maestros, enfermeras, médicos, etc. Se genera dinero, se redistribuye dinero.
Monago también se ha atrevido a detener la sangría de subidones fiscales que ahoga al país, y ha dado a devolver unos 23 euros. Ha cumplido con el déficit. Se genera dinero, se redistribuye dinero. Y de paso, se huye de la deuda.
Para rematar -la faena-, el presidente extremeño ha pedido listas abiertas. Como dije, todos estos son puntos calcados de las posturas políticas de Izquierda Unida. Cómo ha logrado la formación eurocomunista torcer el brazo del victorioso Monago es una historia original, pero no por ello sin moraleja.
Cuando las elecciones autonómicas de 2011 dejaron empatados a PSOE y PP en Extremadura, Izquierda Unida sometió el apoyo de su formacion regional a referéndum entre las bases. Más del 80% votó en contra de seguir dando carta blanca al PSOE ybarrista de Fernández Vara, la máquina clientelista que dominaba la región desde los setenta. Los jóvenes (y los mayores) rechazaron prolongar la osteoporosis. La respuesta desde los diarios de PRISA y el diario Público (perteneciente a Roures, “adscrito” al PSOE S. A. de Chacón) fue inmediata y contundente: El País se lamentaba de que los rencores históricos de comunistas y socialistas impidieran el pacto necesario para salvar a la región de la Derecha. No subrayaba el hecho de que fueron las bases de Izquierda Unida-Extremadura las que votaron no seguir soportando al arrogante régimen de Fernández Vara. El socialista siempre había despreciado las propuestas de este partido de izquierda. Quizás el nuevo inquilino se andaría con más cuidado. Tuvieron razón.
Todo este tiempo, Monago ha estado haciendo algo más que plantar débiles barreras de protección frente a los excesos de Madrid. Ha descubierto por pura casualidad la vía que podría llevar al PP al poder de nuevo. Asumir la Espada de Damocles de un Monago que vive siempre bajo el temor a la moción de censura como un arma propia. En definitiva, optar a un programa de izquierdas.