Lo mismo atañe a todos los demás aspectos de las doctrinas que han sido urdidas y aplicadas, con o sin orientación y apoyo, a base de una serie de procedimientos fraudulentos.
La imposición del silencio del enemigo interno es vital en las democracia-duras que la política de Estados Unidos de América pretende imponer en sus dominios, desde que "asumiera, en base a sus propios intereses, la responsabilidad del bienestar del sistema capitalista mundial", según profería el diplomático e ilustre historiador de la CIA Gerald Haines, en un debate sobre la invasión norteamericana de Brasil en 1945 -- e incluso antes, lo cual habría de tener también importante repercusión interna.
Es vital imponer el silencio, máxime, en la región donde se dan las mayores desigualdades del mundo, gracias, en gran medida, a las políticas de la superpotencia que prácticamente la controla.
La imposición del silencio del enemigo interno.
Es necesario imponer el silencio y hacer que cunda el pánico en países como Colombia, donde el selecto 3% de la elite posee más del 70% de la tierra cultivable, mientras el 57% de los campesinos más pobres subsisten con el 3% --, en un país donde el 40% de la población vive en la "más extrema pobreza", incapacitado para cubrir sus necesidades de subsistencia más básicas, a tenor de un informe oficial del gobierno de 1986, y el 18% de sus gentes vive en la "absoluta miseria" sin posibilidad de satisfacer sus necesidades básicas de nutrición.
El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar calcula que cuatro millones y medio de niños menores de 14 años, la mitad de los niños del país, son pasto del hambre. Recordemos que se trata de un país de enorme potencial y recursos, que cuenta con "una de las economías más saludables y florecientes de América Latina," según aseguraba el experto en la materia, John Martz, en Current History, loando este triunfo del capitalismo en una sociedad con "estructuras democráticas", que, al margen de sus inevitables defectos, figura entre los más consolidados del continente," modelo de "una bien instituida estabilidad política" --, conclusiones que no resultarían desacertadas, si no fuera por el sentido que se les pretende dar.
Los efectos del adiestramiento y la venta de armamento de EE.UU.
Los efectos del adiestramiento y la venta de armamento de EE.UU. no se limitan a Colombia. El historial de los horrores está plagado. En el diario Jesuita América, el Reverendo Daniel Santiago, sacerdote radicado en El Salvador, informaba en 1990 de la historia de una campesina que, un día, al llegar a casa, se encontró a su madre, hermana y tres hijos sentados alrededor de una mesa, en la que sus cabezas seccionadas yacían frente a sus mutilados cuerpos y sus manos colocadas sobre sus propias cabezas, "cual si estuvieran dándose palmaditas."
A los asesinos de la Guardia Nacional Salvadoreña les había resultado difícil conseguir que las manos del bebe de 18 meses se mantuvieran en su sitio, de modo que las habían clavado en su cabeza. Un enrome cuenco de plástico repleto de sangre presidía el centro de la mesa.
Dos años antes, el grupo salvadoreño pro Derechos Humanos, que se mantenía al pié del cañón pese al asesinato de sus fundadores y directores informaba de la aparición de 13 cadáveres en las dos semanas siguientes, de los que la mayoría presentaba signos de tortura y entre las que se hallaban dos mujeres que habían sido colgadas del pelo a un árbol, siéndoles seccionados sus pechos, y sus rostros pintados de rojo.
Los hallazgos son el pan de cada día, pero el momento resultaba significativo puesto que Washington se hallaba a punto de concluir con éxito la cínica exención de sus criminales clientes de los términos de los acuerdos de paz de Centro América, proclamando la "justicia, la libertad y la democracia" imperante, "el respeto por los derechos humanos," y las garantías de "integridad e inviolabilidad de toda forma de vida y libertad." El historial es interminable e interminablemente asolador.
Macabras escenas, raramente reflejadas en la prensa convencional de los EE.UU.
Tan macabras escenas, raramente reflejadas en la prensa convencional de los EE.UU., están diseñadas para la intimidación. Más adelante Santiago describe que "los escuadrones de la muerte no sólo asesinan a la gente -- la decapitan y luego los empalan en altas estacas que luego utilizan para ornamentar el panorama.
La Guardia del Tesoro Salvadoreño no se contenta con destripar a los hombres, sino que tiene que seccionar sus genitales y rellenar con ellos sus bocas. La Guardia Nacional no sólo viola a las mujeres salvadoreñas, sino que les extrae sus úteros y los utiliza para cubrir sus rostros.
No les es suficiente con asesinar a los niños, los arrastran sobre alambre espinoso hasta que se les desprende la carne de sus huesos, mientras sus padres son obligados a presenciarlo. La estética del terror en El Salvador es religiosa. El propósito es asegurarse de que el individuo quede totalmente subordinado a los intereses de la Madre Patria, razón por la que, en ocasiones, los escuadrones de la muerte son denominados por el partido gobernante, ARENA, "Ejércitos de Salvación Nacional".
La tradicional "cultura del miedo".
Lo mismo ocurre en la vecina Guatemala. En la tradicional "cultura del miedo", el experto en asuntos latinoamericanos Piero Gleijeses escribía, "la paz y el orden se garantizaban mediante una feroz represión, y, sus coetáneos, siguen el mismo curso: "Al igual que a los indios se les tildó de bestias salvajes para justificar su explotación, también los grupos sociales son tachados de terroristas, traficantes de drogas o como quiera que sea el término artístico actual.
La razón fundamental, no obstante, sigue siendo la misma: las bestias salvajes pueden caer bajo la influencia de los "subversivos" que cuestionan el régimen de injusticia, opresión y terror, que debe reinar al servicio de los intereses de los inversores extranjeros y de los privilegios nacionales.
Durante estos espeluznantes años, no ha habido nada tan inspirador como el coraje y la dedicación de todos aquellos que han luchado por superar la cultura del miedo en sus atormentados países. En el camino han caído abatidas las voces de las víctimas silenciadas por el poderoso -- un crimen tras otro.
El recuerdo de los que han luchado por superar esa cultura.
Pero han recogido el testigo de la lucha y la excelente labor del Padre Giraldo, cuyas elocuentes palabras no sólo debieran servirnos de aliento, sino de fuerza de inspiración para actuar y poner fin a estos actos de terror en la medida de lo posible. Su testimonio aquí constituye una "urgente petición".
Debiera hallar una respuesta, pero no ha de quedar sólo en eso, porque nuestras responsabilidades van mucho más allá. El destino de los colombianos y de mucha otra gente depende de nuestra disposición y capacidad para reconocer y atajar este tipo de actuaciones.
Fuente: Noam Chomsky "La cultura del miedo"