Llevo un par de días pensando en qué escribir para mi entrada de hoy y voy a acabar rompiendo una de mis normas de cuarentena (no hablar de política hasta que nuestra situación de salud pública se estabilice) porque hay algo que me lleva rondando la cabeza varios días y la verdad es que no se me ocurre nada mejor para escribir. La frase que aparece como foto de destacada de esta entrada es una frase que me gusta muchísimo desde que la vi por primera vez hace ya bastantes años y creo que tiene gran parte de razón: cuando alguien es incompetente de manera reiterada y no da ningún signo de mejoría en sus acciones y/o pensamientos, llega un momento en que esa incompetencia no se distingue de la mala voluntad.
Hace ya semanas que mucha gente critica al gobierno de España por su actuación durante la crisis del Covid-19 y cierto es que en muchas cosas no les debe faltar razón: seguro que han cometido errores y que los seguirán cometiendo; no en vano el Gobierno lo forman seres humanos... raro sería que no se equivocasen nunca. Se equivocan como se han equivocado en muchas cosas Gobiernos anteriores en este país y en cualquier otro y, a veces esos errores se acaban pagando en las urnas o en el Congreso y otras veces se compensan con aciertos en otras áreas. No trato con este escrito de justificar ni defender las decisiones de PSOE y UP y tampoco de criticarlas -tiempo habrá para eso cuando lo peor de la pandemia haya pasado- sino de llamar la atención sobre el grado de excelencia y perfección que exigimos de gente que, como nosotros, a veces no hacen las cosas bien, y lo injusto e imposible que es pretender ser perfecto y excelso en todas las decisiones que se toman, más aún cuando esas decisiones involucran a centenares o miles de personas.
Es una frase manida la de "nadie es perfecto", pero no por ello deja de ser verdad. También es verdad que cuando uno se equivoca y otras personas sufren, uno debe asumir la responsabilidad; a veces esa responsabilidad consiste en echarse a un lado, pero otras veces consiste en hacerlo mejor la próxima vez. La cosa está en cuándo es momento de lo primero y cuándo podemos permitirnos hacer lo segundo. En el caso que nos ocupa no hay que ser muy inteligente para saber que echarse a un lado en medio de una crisis de salud pública y económica es la peor decisión posible: habría cambios de mando, nombramientos, elecciones, investiduras... con toda la logística que todo eso conlleva. De ser necesario, habría que hacerlo cuando nuestras vidas vuelvan a una aparente normalidad, y cierto es que cuando esto ocurra deberíamos hablar de ello. Nos queda la segunda opción: dar al Gobierno un margen de rectificación y ver cómo avanzan, criticando lo que haya que criticar.
Personalmente dudo que PSOE y UP, con todos sus errores, hayan llegado a ese grado de incompetencia reiterada del que hablaba en el primer párrafo; este gobierno se formó en enero y en marzo (dos meses) nos llegó la pandemia. Gobiernos anteriores de PP y de PSOE tuvieron durante años GAL, ERE, Gürtel, Bankia y una crisis económica mundial de la que ni siquiera llegamos a recuperarnos y dispusieron de bastante más que 2 meses para mostrar si su incompetencia era indistinguible de la mala voluntad. Creo que el actual también merece esa oportunidad, porque la excelencia, si no imposible, sí es improbable, pero enmendar errores no.