Si yo tuviera que elegir cuál es la característica esencial de la derecha no me decidiría por su instinto asesino, antropófago, caníbal, ni por su hipocresía, cuando le conviene, por su mendacidad, ni por su repugnante avaricia sino por la impudicia, el cinismo y la consciencia de su impunidad.
Anoche, vi el programa ése de la Sexta y oí a ese magnífico actor que es José Sacristán exponer con una lucidez increíble no sólo lo que están sucediendo ahora mismo en España sino también lo que él cree que va a ocurrir en el futuro.
Suscribiría todo lo que dijo si no fuera porque, al final, cuando le preguntaron sobre los jueces dijo que confiaba en ellos.
¿Lo dijo porque lo sentía o sólo porque creyó que debía decirlo?
Yo lo considero lo suficientemente inteligente para saber que no estaríamos donde estamos sin la absoluta complicidad del poder judicial en pleno.
Como decía ayer en mi post, anteayer, día 13, tuve que volver a vestir la toga de abogado para defenderme a mi mismo, frente a un atropello increíble por parte de MI Ayuntamiento, Aytº, que, en virtud del contrato de estacionamiento de vehículos en zona de residentes me impuso ni más ni menos que 18 multas por aparcar el coche de mi hija enferma de depresión mayor crónica en la puerta de mi casa, no habiendo podido pagar la tasa correspondiente por causas no imputables a mi.
Casi todos los órganos que componen la Administración del Estado tienen facultades legislativas, judiciales y ejecutivas, o sea que, como Juan Palomo, ellos se lo guisan y ellos se lo comen.
Pero el poder legislativo general, el del Estado en sí mismo, a veces se equivoca y hace leyes que pueden resultar inconvenientes para que el abuso general de la Administración estatal no se produzca y yo tuve la suerte de encontrar, por pura casualidad, el Real Decreto Ley 3/2011 que, en su artículo 4º, dice que están excluidos del ámbito de los contratos del sector público b) las relaciones jurídicas consistentes en la prestación de un servicio público cuya utilización por los usuarios requiera el abono de una tarifa, tasa o precio público de aplicación general, es así que mi relación jurídica con el AYTº consiste en que él me presta el servicio público del aparcamiento de mi vehículo en la zona de residentes a cambio del pago de una tasa general de 25€ luego mi caso está excluido, por ley, del sector público, es decir que pertenece al sector privado y los conflictos que respecto a él surjan deben someterse al derecho civil y no al administrativo como han hecho, y el derecho civil establece en el artº 1124 de su Código que el Aytº para dejar sin efecto nuestro contrato no podía hacerlo unilateralemente sino que tenía que haber recurrido a los tribunales ordinarios.
Está más claro que la luz del día, pero estoy seguro de que perderé el pleito, ¿por qué? Porque, si me dan la razón, se abrirá una brecha en todo lo que se refiere al aparcamiento de residentes en todas las ciudades de España que implicará la pérdida de millones de euros para la Administración y eso no lo van a consentir de ninguna manera.
Pero de lo que yo quería escribir hoy es del ya referido programa de anoche, en el que se entabló una feroz discusión entre 3 economistas asistentes al mismo. Uno de ellos, representante de la más acérrima doctrina liberal, sostuvo sin que se le cayera la cara de vergüenza, seguramente porque carece de ella, que el problema actual, la crisis que afecta al mundo, tiene su origen en el que hay pocos ricos, no como a 1ª vista parece en el inexistente reparto de la riqueza para que así las clases bajas puedan acceder al dinero suficiente para consumir y así contribuir a que gire la rueda de la producción de bienes y servicios, sino a que, al no haber los ricos suficientes éstos no invierten creando nuevas empresas por lo que no hay empleo para los menesterosos.
Lo crean ustedes o no, este economista acabó silenciando, seguramente porque gritaba más y estaba peor educado, a los otros dos, de modo que, para un espectador imparcial de la cuestión, a lo peor se creó la impresión de que era el que se hallaba en posesión de la verdad, lo que confirmaba lo que dijo Sacristán, esta gente no sólo tiene la mayor impudicia y el mayor cinismo sino que también posee la absoluta convicción de su total impunidad.