Pepe Escobar. - La Guerra Fría está de regreso, pero esta vez no se trata de una lucha geopolítica entre dos superpotencias y dos modelos económicos como lo fue en el pasado entre la Unión Soviética y los EEUU de Norteamérica. Esta nueva confrontación implica a más países. Por un lado el Imperialismo yanqui siempre vigente y su visión de rapiña unipolar de dominación, liderado por los Estados Unidos y seguidos de los perritos falderos que se han convertido los países de la Unión Europea como aliados vasallos hoy pero con la nostalgia de sus antiguos imperios coloniales del pasado. Por el otro lado los países que aspiran en este siglo XXI un mundo multipolar, de igualdad y respeto entre las naciones e intercambios comerciales, movimiento liderado por el Grupo de los BRICS. La crisis en Ucrania viene de demostrar que Rusia no está sola en este combate.
«Estamos prestando mucha atención a la situación de Ucrania. Esperamos que todas las partes puedan mantener la calma y la moderación para impedir la escalada y el empeoramiento de la situación. La resolución política y el diálogo son las únicas salidas».
Esta, en palabras del viceministro de Exteriores chino Li Beodong, es la interpretación oficial de Pekín -bastante moderada- de lo que está ocurriendo en Ucrania, hecha a medida para el consumo global.
Pero en un editorial del People’s Daily aparece lo que piensan en realidad los dirigentes. Y el enfoque se concentra claramente en los peligros del cambio de régimen, la «incapacidad de Occidente de comprender las lecciones de la historia» y «el último campo de batalla de la Guerra Fría».
Sin embargo, una vez más, Occidente malinterpretó la abstención de China en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidos ante una resolución apoyada por EE.UU. condenando el referendo crimeo. El sesgo fue que Rusia –que vetó la resolución– estaba «aislada». No es así. Y la forma en que Pekín juega en la geopolítica demuestra que no era el caso.
Oh, Samantha…
La manada de elefantes en la sala (Ucrania), que según la opinión mundial viene a ser la auténtica «comunidad internacional» –del G-20 al Movimiento de No Alineados (NAM)-, y ya ha tenido suficiente hipocresía del «show excepcionalista», ha comprendido perfectamente, e incluso ha aplaudido, que por lo menos un país del planeta tenga agallas para decir claramente «Que se joda EE.UU». Rusia bajo el Presidente Vladimir Putin podrá albergar algunas distorsiones, como cualquier otra nación. Pero no se trata de un banquete, es realpolitik. Para hacer frente al Leviatán estadounidense es necesario, como mínimo, un tipo duro como Putin.
La OTAN –abreviatura de «Pentágono dominador de los alfeñiques europeos»- sigue emitiendo amenazas y advirtiendo de las «consecuencias». ¿Qué va a hacer? ¿Lanzar contra Moscú una andanada de misiles balísticos intercontinentales equipados con ojivas nucleares?
Además el propio Consejo de Seguridad de la ONU es un chiste con la embajadora de EE.UU. Samantha «incomparable» Power, una de las madres de R2P (“responsabilidad de proteger”) criticando la «agresión rusa», las «provocaciones rusas» y comparando el referendo crimeo con un robo. Oh sí, bombardear Irak, bombardear Libia y estar a punto de bombardear Siria solo fueron inocentes gestos humanitarios. Se podría decir que Samantha «La Humanitaria» hace una presentación mejor invocando a Sinead O’Connor en la ducha.
El embajador ruso Vitaly Churkin fue lo bastante cortés para decir «Esos insultos dirigidos a nuestro país son inaceptables». Lo que agregó es lo que importaba: «Si la delegación de los Estados Unidos de América espera nuestra cooperación en el Consejo de Seguridad en otros temas, Power debe comprender esto con absoluta claridad».
Samantha La Humanitaria, así como todo el montón de juveniles espectadores del Gobierno de Obama, no lo comprenderán. El ministro de Exteriores Adjunto de Rusia Sergei Ryabkov les ayudó un poco: Rusia no quiere utilizar las conversaciones nucleares con Irán para «aumentar las apuestas», pero si EE.UU. y la UE insisten en sus sanciones y amenazas, es lo que sucederá.
Por lo tanto la trama se complica, como en el caso de una cooperación estratégica cada vez más estrecha entre Teherán y Moscú.
¿Secesionistas del mundo uníos?
Imaginad cómo se ve todo esto en Pekín. Nadie sabe qué sucede exactamente en los pasillos del Zhongnanhai, pero es justo argumentar que solo existe una contradicción aparente entre el principio fundamental de China de no interferir en los asuntos internos de Estados soberanos y la intervención de Rusia en Crimea.
Pekín ha identificado muy claramente la secuencia de los sucesos: injerencia occidental en Ucrania, que viene de largo, a través de las ONG y el Departamento de Estado; cambio de régimen perpetrado con la ayuda de fascistas y neonazis; un contraataque preventivo ruso que puede interpretarse como una operación según el libro de Samantha La Humanitaria R2P (protegiendo a rusos y «rusohablantes» de un segundo golpe planeado en Crimea y frustrado por los servicios de inteligencia rusos).
Además Pekín sabe perfectamente que Crimea ha sido esencialmente rusa desde 1783, que Crimea –así como gran parte de Ucrania– cae directamente en la esfera de influencia de la civilización rusa y que la interferencia occidental amenazaba directamente los intereses de seguridad nacional de Rusia (como dejó claro Putin). Ahora imaginad un escenario similar en el Tíbet o en Xinjiang. Interferencia occidental que viene de largo vía ONG y la CIA; toma de posesión de la administración local por parte de los tibetanos en Lhasa o de los uigures en Kashgar. Pekín podría fácilmente utilizar la R2P de Samantha en nombre de la protección de los chinos han.
Sin embargo, el hecho de que Pekín acepte (silenciosamente) la reacción rusa al golpe de Kiev recuperando Crimea a través de un referendo y sin disparar un tiro no significa que vaya a permitir que los «divisionistas» del Tíbet o de Taiwán se lancen al mismo camino. Incluso aunque el Tíbet, más que Taiwán, podría presentar un fuerte caso histórico por la secesión. Cada caso tiene su propia miríada de complejidades.
Ahora el Gobierno de Obama –como un minotauro ciego– se halla perdido en un laberinto de giros creado por él mismo. Se necesita un nuevo Borges –ese Buda con traje gris– para relatar la historia. Primero fue el giro hacia Asia-Pac –que cerca China bajo otro nombre– como se entiende bien en Pekín.
Luego vino el giro a Persia, «si no, iremos a la guerra» dijo el «Cero a la Izquierda en Busca de una Idea» John Kerry. Hubo, por supuesto, el giro marcial a Siria, abortado en el último minuto gracias a los buenos oficios de la diplomacia moscovita. Y vuelta al giro a Rusia, pisoteando el tan elogiado «reajuste» y concebido como una retribución por Siria.
Los que creen que los estrategas de Pekín no han analizado cuidadosamente -y calculado las reacciones- de todas las implicaciones de esos giros superpuestos merecen encontrarse con Samantha en la ducha. Adicionalmente, es fácil imaginar a Think-Tanklandia china conteniendo apenas su regocijo al analizar a una superpotencia que gira impotente sobre sí misma.
Mientras los perros occidentales ladran…
Rusia y China son socios estratégicos en el G-20, en el club BRICS de potencias emergentes y en la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO). Su objetivo primordial, en estos y otros foros, es la emergencia de un mundo multipolar sin la intimidación del imperio estadounidense de bases, un sistema financiero internacional más equilibrado, no más tiranía del petrodólar, una cesta de divisas; esencialmente un enfoque de mutuo beneficio del desarrollo económico global.
Un mundo multipolar también implica, por definición, a la OTAN fuera de Eurasia, la que desde el punto de vista de Washington es la razón principal para interferir en Ucrania. En términos euroasiáticos es como si –después de ser expulsada de Afganistán por un montón de campesinos con kalashnikovs– la OTAN estuviera girando de vuelta a través de Ucrania.
Aunque Rusia y China son socios estratégicos claves en el campo energético –Ductistán y más allá– se superponen en su carrera para cerrar tratos en Asia Central. Pekín está construyendo no solo una sino dos Nuevas Rutas de la Seda a través del Sudeste Asiático y de Asia Central, incluyendo conductos energéticos, ferrocarriles y redes de fibra óptica, y llega hasta Estambul, la puerta a Europa. Sin embargo, en lo que respecta a la competencia entre Rusia y China por los mercados en toda Eurasia es más un arreglo de beneficio mutuo que un juego de suma cero.
Respecto a Ucrania (“el último campo de batalla de la Guerra Fría”) y específicamente Crimea la posición oficial (tácita) de Pekín es una neutralidad total (referencia: el voto en la ONU). Sin embargo el auténtico trato es el apoyo a Moscú. Pero esto no puede salir nunca a la luz porque Pekín no está interesado en enfrentarse a Occidente, a menos que reciba una gran provocación (la conversión del giro en un cerco de línea dura, por ejemplo). No hay que olvidar: desde Deng Xiaoping (“mantened un bajo perfil”) esto tiene que ver, y seguirá teniendo que ver, con el «ascenso pacífico de China». Mientras los perros occidentales ladran la caravana china-rusa sigue adelante. | voltairenet.org/La Republica.es