El otro día decía en twitter que no entendía por qué diputados del ala separatista seguían ocupando escaños en las filas del hemiciclo. No entendía por qué señores, como Tardà y Rufián, seguían "chupando del bote" de un Estado - en este caso España - que desde el pasado viernes ya no era el suyo. Tras la Declaración Unilateral de Independencia - y siguiendo con la hoja de ruta de la desconexión - la República Catalana se halla inmersa - según Puigdemont - en un proceso constituyente. Ahora lo que toca es la elaboración de una Constitución que establezca las semillas de su hipotético ordenamiento jurídico. Junto a esta escenificación del interés privado por encima del general, también resulta incoherente que las fuerzas independentistas se presenten el próximo veintiuno de diciembre a las elecciones convocadas por Rajoy.
Resulta incoherente, como les digo, porque a día de hoy, Catalunya - según el relato independentista - ya no depende de España. Por tanto, la presentación de ERC y otras fuerzas similares a las elecciones del 21-D sería lo mismo que un partido como el PSOE se presentara a las elecciones francesas, por ejemplo. Lo coherente sería que tales fuerzas políticas continuasen con su "proceso constituyente" y se olvidasen, de una vez por todas, del Estado de Derecho español; el mismo que, según ellos, les oprime y no les deja ser independientes. La concurrencia a las elecciones convocadas por Rajoy tira por la borda los "éxitos" cosechados hasta ahora. Las elecciones catalanas, convocadas por "Madrid", contradicen al supuesto proceso constituyente que se construye en la República Imaginaria de Catalunya. Es precisamente esta indeterminación de las élites catalanas, la que sitúa a su discurso en las orillas de la incredulidad e ingenuidad.
Al margen de lo dicho, lo más correcto sería que Rajoy hubiese convocado elecciones nacionales y catalanas al mismo tiempo. Hubiese sido lo más correcto porque los hechos del último mes rompen la lógica representativa del Congreso de los Diputados. No es de recibo que en el hemiciclo haya diputados que, desde el viernes, no pertenezcan a nuestro Estado. Tales escaños no son representativos y esta condición es suficiente para que se extinga la legislatura y se convoquen elecciones. Aparte de esta obviedad, la simultaneidad de elecciones serviría para saber, a ciencia cierta, si existe o no una uniformidad de los discursos en partidos, tales como Podemos y Podem o el PSOE y el PSC, por ejemplo. La concurrencia de elecciones serviría, entre otras cosas, para conocer el discurso de ERC en Madrid y Barcelona. Servirían para observar cómo se pueden defender los intereses de Catalunya en un supuesto país extranjero como es España.
La estancia de Puigdemont en Bélgica - decía ayer en mi cuenta de twitter - es algo más que la petición de asilo político. Es algo más, estimados lectores, porque - tal y como ha dicho Iceta en una entrevista de radio - es poco usual que se pida asilo entre países miembros de la Unión Europea. La "huida" del artífice de la República Imaginaria de Catalunya forma parte de la estrategia independentista. Es una táctica para alterar la secuencia lógica de los hechos. No olvidemos que desde el pasado viernes, el Govern está bajo los efectos de la aplicación del artículo 155. Una consecuencia que impide a Puigdemont pilotar un barco con "piratas" en cubierta. Así las cosas, la estancia en Bélgica tiene que ver más con una manera de internacionalizar la cuestión catalana. La presencia de Puigdemont da pie para que su figura tome relevancia europea, y da pie para que se recobren apoyos hacia la causa separatista. Llegados a este punto, lo que está claro - clarísimo - que el catalanismo no tiene pinta de retroceder en su intento.
Aunque se hallan marchado casi dos mil empresas, aunque la brecha social sea insostenible, aunque varios artífices sean enjuiciados, y aunque más de un millón de personas salieran a la calle para decir "Basta Ya" de locuras de otros siglos; lo cierto y verdad es que tenemos Catalunya para rato. Hoy, sin ir más lejos, las encuestas arrojan una fotografía nada halagüeña para el discurso anticatalanista. El brote independentista - lejos de parecer lo contrario - ha incrementado sus seguidores y esto, puede significar que de cara a los próximos comicios, las elecciones solo sirvan para fortalecer las mayorías que se pretenden disolver. Estamos ante un discurso muy complicado de romper. Los independentistas tienen muy movilizado al subconsciente colectivo. Su propaganda política tiene los elementos necesarios para afianzar su poder tras el 21-D. El discurso del separatismo se compone de eslóganes cortos y emocionales, repetición hasta la saciedad y el soporte de medios parciales y entregados a la causa separatista. Un plato muy difícil de destruir con la retórica abstracta y, por tanto, racional del artículo 155. No olvidemos que cuando el corazón no atiende a razones, los enamorados comenten locuras.