Macho de salmón en su territorio en el Río Ponga
Ya han pasado varios meses desde que los salmones abandonaron la mar para entrar en el río a reproducirse. Poco queda ya de el pez plateado y completamente fusiforme que era al empezar el viaje, desde entonces ha ayunado y se han mantenido gracias a la grasa acumulada durante su vida en el océano. En las últimas semanas los machos han cambiado completamente de aspecto y han invertido las últimas reservas que les quedaban en prepararse para la etapa más importante de su vida: la reproducción.
A lo largo de su cuerpo han aparecido manchas negras y rojas y las escamas plateadas se han teñido de amarillo y rosa. Pero lo que más ha cambiado es su cabeza. La mandíbula inferior se ha curvado hacia arriba dando lugar a un gancho y en la superior se ha formado un hueco en el que encaja ese gancho cuando se cierra la boca. Esta transformación morfológica implica la reabsorción y desmineralización de parte de las estructuras oseas de la cabeza, incluidos todos las destinadas a la alimentación y a la vez la formación de nuevas estructuras.
Todos estos cambios han convertido la boca en una estructura completamente ineficaz para alimentarse. En estos momentos, lo que le importa al macho es tener las mejores armas para luchar por las hembras con otros machos y defenderse de sus ataques. Por otra parte, y como ya había sugerido Darwin en 1910, el tamaño de las mandíbulas está relacionado con el estatus de los machos y muchas veces, los machos más desarrollados no necesitan luchar, ya que el tamaño de sus armas es suficiente para disuadir a los competidores menos aptos.
Vídeo grabado con una cámara GoPro en los frezaderos del río Ponga
Los machos defenderán ciertas zonas del río y atacarán a otros machos que se acerquen, mientras que las hembras, que apenas han sufrido cambios físicos, a excepción del engrosamiento de su abdomen tras la oulación serán atraídas por los machos a sus territorios. Ellas serán las que escaven una depresión en la grava para depositar los huevos, que taparán posteriormente tras la puesta, tras lo cual abanarán la zona mientras que su pareja aun se quedará varios días o incluso semanas esperando a la llegada de otras hembras.
Pero lo más sorprendente de la transformación de los machos es su reversibilidad, ya que después de la reproducción, los machos que sobreviven hacen el viaje inverso hacia el mar, y durante ese trayecto, los caracteres sexuales secundarios (gancho en la mandíbula, aparición del hueco en la mandíbula superior, etc.) se desmineralizan y se reabsorben y en su lugar vuelven a desarrollarse los dientes de alimentación y las estructuras oseas de las branquias que habían desaparecido. Y los machos que logren sobrevivir y retornar al río de nuevo dentro de uno o dos años, volverán a transformarse de nuevo pero entonces las armas serán mayores y más desarrolladas.