Estamos en crisis, no lo olviden. Por si se despistan, tranquilos, todos los medios de comunicación se lo recordarán cada día. Y si no, no se alarmen, seguro que se cruza cada día con varios "expertos" en bolsa y finanzas que le darán de manera desinteresada sus advertencias y consejos. Es fácil detectarlos, son todos esos que, sin experiencia o conocimientos suficientes, se lanzan a afirmar verdades absolutas sobre lo que sea. Bueno, rectifico, es fácil si sabes un poco de lo que hablan, si no estás vendido. Y es que ya se sabe, en el país de los ciegos el tuerto es el rey.
Pero, ¿hace unos años hablábamos tanto de economía? No, antes éramos unos analfabetos financieros y ahora lo seguimos siendo, la única diferencia es que ahora nos da miedo. Ahora empezamos a tener conciencia de que es necesario tener unas nociones básicas de economía y finanzas para sobrevivir, de que sin una cierta cultura financiera estamos abocados a tomar decisiones que pueden marcar nuestra vida de una forma trágica. Siempre he defendido que deberíamos estudiar economía desde pequeños, hay asignaturas que son mucho más prescindibles y, en cambio, ahí están. ¿Un ejemplo? Religión. ¿Por qué tienen nuestros infantes y adolescentes la opción de estudiar religión católica o historia de las religiones y no la de estudiar economía? De hecho, en la vida de un creyente medio este solo puede tener certeza absoluta de que existe su dios una sola vez: cuando muere. ¿Cuántas veces habrá tenido certeza absoluta de que existen los bancos y la economía? Cientos de veces: cuando abrió su primera cuenta bancaria con comisiones hasta por respirar, cuando firmó una hipoteca por una casa sobrevalorada que le obligó a vivir con el agua al cuello, cuando le encasquetaron un producto estructurado que no le aportó rentabilidad alguna y le secuestró el dinero durante años, cuando le camelaron para meter sus ahorros en un fondo de inversión con una gestión pésima o en acciones que no le convenían… la lista puede ser interminable. Entonces, ¿por qué nos preparamos para un suceso tan improbable en lugar de formarnos para algo tan real, conocido y constante a lo largo de nuestra vida? Tal vez sea esa mezcla entre la ignorancia y el miedo la que hace que nuestro sentido común se difumine tan frecuentemente cuando nos toca tomar decisiones o pensar sobre nuestra situación.
Algunos me diréis que ese estudio de la religión forma al hombre como tal, le ayuda a estructurar su mente más allá de los conocimientos. ¿Y las finanzas no? Tener una mentalidad empresarial te ayuda, entre otras cosas, a sopesar mejor todas las soluciones posibles para un problema y escoger la más optima, te ayuda a valorar mejor el coste, ya sea monetario o emocional, de cada una de tus acciones frente al posible beneficio y a pasar a la acción frente a situaciones no deseadas en lugar de esperar tiempos mejores y tener fe. No me malinterpretéis, la fe tiene sus ventajas si se utiliza adecuadamente y en su justa medida, como todo, pero mal usada puede hacer que -por poner dos ejemplos de índole económica- tardes más de la cuenta en cerrar tu negocio cuando tienes pérdidas y acabes arruinado o que, frente a una mala entrada en una acción, te conviertas en un "siempre alcista" y no cierres tu posición por la fe que tienes en que subirá. En cierta manera la fe anula el pensamiento racional por lo que, volviendo al tema de la educación, creo que es muy peligroso que la religión y sus enseñanzas formen parte de los estudios de nuestros críos desde su más tierna infancia pues sus mentes no están preparadas para un pensamiento racional y se pueden crear una serie de dogmas muy difíciles de extirpar más adelante y que dan más problemas que soluciones.
Otros probablemente hayáis pensado que ¿qué tendrá que ver la religión con las finanzas? Pues todo y nada a la vez. Cierto es que el sistema educativo actual hace aguas por muchos otros sitios pero espero que os haya quedado claro que vinculo ambos temas desde el punto de vista de que la religión crea una serie de ideas y formas de actuar en la persona que, muy frecuentemente, son más una barrera mental que una ventaja en muchos ámbitos de la vida y, entre ellos, en los negocios.
Para cerrar el artículo que mejor broche que un pequeño vídeo de un minuto en el que el gran Eduard Punset expone un razonamiento brillante sobre la necesidad de desaprender. No os lo perdáis.
www.youtube.com/watch?v=i6mwaSyNFg8