Revista Opinión

La independencia como mal menor

Publicado el 05 septiembre 2017 por Hugo
o más allá del derecho a decidir
Lo importante tal vez no sea cuántos catalanes están a favor del sí y cuántos a favor del no, ni tampoco cuántos se consideran a sí mismos catalanes y al mismo tiempo españoles, sino cuántos catalanes se consideran solamente o primeramente catalanes y cuántos catalanes se consideran solamente o primeramente españoles. En ese sentido, el número de catalanes que se consideran solamente o primeramente catalanes es muy superior al número de catalanes que se consideran solamente o primeramente españoles. Visto así, Cataluña siempre ha estado y siempre lo estará más cerca del sí que del no. Ya solo por eso deberían independizarse. Ahorraríamos una considerable cantidad de tiempo y de esfuerzo. Una cantidad de energía que podría dedicarse a otras cosas. 
Por otro lado, de proclamarse la independencia, el bien que se les haría a los catalanistas sería cuantitativamente mayor que el bien que se les haría a los españolistas catalanes de no proclamarse. Y al contrario: de proclamarse aquella, el mal que se les ocasionaría a los españolistas catalanes sería cuantitativamente menor que el mal que se les ocasionaría a los catalanistas de no proclamarse. Por esa razón también deberían independizarse. Para los demás, vivir en una nación u otra no debería de suponerles mayor inconveniente.   
Si bien todos los nacionalismos son una forma moderada o civilizada de tribalismo, y por ende relativamente excluyentes y problemáticos (lo ideal sería que la gente se uniera por ideales más universales y racionales), hay algunos más privilegiados que otros, lo cual crea una desigualdad y una inestabilidad. El nacionalismo catalán está en una situación de desigualdad, verticalidad, centralización y subordinación políticas respecto del nacionalismo español habida cuenta de que es el castellano y no el catalán o el euskera el idioma históricamente privilegiado e impuesto en todo el Estado español, y de que es Madrid y no Barcelona o Bilbao la ciudad que domina en última instancia al resto de ciudades y comunidades de la península. Por lo tanto, cuando dos nacionalismos entran en conflicto, la mejor manera de solucionarlo parece ser la separación territorial. Cuanto más se alargue la decisión más se alargará el problema. Téngase en cuenta que con la independencia y solo con ella se acabaría el problema secular del independentismo.
Y si lo que preocupa es el futuro, la probabilidad de que el catalanismo acabe en totalitarismo parece ser similar o menor a la probabilidad de que el españolismo derive, de nuevo, en totalitarismo. Totalitarismo entendido en su forma histórica europea de los años treinta del siglo pasado. Una probabilidad alta o baja, pero similar en ambos casos. Si Cataluña no debería ser independiente por esa razón, entonces España tampoco.

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