La indignación creció, y en 1775 estallo la guerra anticolonial: George Washington asumió la jefatura del ejército, y tras la batalla de Lexington los insurrectos tomaron Boston en marzo 1776. El 4 de julio de ese año se promulgo la Declaración de Independencia de Estados Unidos y, finalmente, los británicos se rindieron en 1781. Por el tratado de Versalles, suscrito en 1783, reconocieron la independencia de la nueva nación.
En 1787 el Congreso decreto la anexión de Oeste del territorio norteamericano, poblado por grupos étnicos amerindios, subasto las tierras y prohibió la esclavitud. El 17 de septiembre del mismo año, la Convención de Filadelfia promulgo la Constitución, basada en principios democráticos y liberales, y que postulaba la legitimidad nacional basada en la unión de estados. La igualdad de todos los ciudadanos ante la Ley y los derechos políticos generalizados fueron elementos fundamentales del nuevo orden político.
Washington ocupo la presidencia a partir de 4 de marzo de 1789. Sin embargo, hubo desacuerdos entre federalistas y republicanos: los primeros, dirigidos por Hamilton, pretendían un poder central fuerte, encargado de la economía, el orden territorial y la política exterior; los segundos, radicales, tuvieron su líder en Thomas Jefferson, presidente en 1801, y aunque inicialmente eran partidarios de la máxima autonomía para los estados, ese mismo año aceptaron el federalismo. Se desbarataron nuevos intentos británicos de recuperar su influencia, a la vez que se producían encuentros que no se pueden pronunciar con los grupos étnicos amerindios.
En 1823, el país estaba políticamente consolidado, y el 2 de diciembre su presidente, James Monroe, hizo la famosa declaración de «América para los americanos» una advertencia a las injerencias europeas. En otros asuntos Jefferson, Sherman, Franklin, Livingstone y Adams redactan la Declaración de Independencia (1776), también George Washington (1732-1799) dirigió la lucha emancipadora y fue el primer presidente de los Estados Unidos.