Revista En Femenino

La indiferencia ante el llanto infantil

Por Amormaternal

La Indiferencia ante el llanto infantil
¿Cuántas veces hemos visto a una madre en la calle empujando un cochecito con su bebé llorando y cara de indefensión (de la madre)? ¿Esa madre está siendo indiferente al llanto de su hijo o sufre verdaderamente? ¿Por qué lo deja llorar cuando su cuerpo entero - su instinto - le insta a alzarlo en brazos?
Creo que aquí hay dos culpables - aunque de veras no me gusta señalar - sólo lo comento porque a mi parecer vale reflexionar al respecto. Uno, sería el bagaje social que muchos de nosotros, me atrevería a decir la mayoría  trae a cuestas, tal vez no lo hayamos escuchado dirigido hacia nosotros, pero sí pululaba en el ambiente desde siempre la concepción de que cuando un niño llora hay que dejarlo para que [inserte aquí excusa barata, ilógica y cruel: se le expandan los pulmones, para que aprenda, para que se acostumbre]. La segunda es la culpa.
¿Con respecto a la primera qué podemos hacer? Yo fui una mamá de esas, aunque afortunadamente por un tiempo muy breve, pero recuerdo con claridad la sensación de impotencia y el escuchar una y otra vez en mi cabeza cuando Sam lloraba en la calle dentro del cochecito "se te va a acostumbrar, Louma". Tanto así que me atrevería a decir, que las mamás que vamos (casi llorando) empujando un carrito con un niño llorando dentro, nos creemos a pie juntillas que lo hacemos por su propio bien.
Esa mamá que sacrifica su instinto, que no coge al niño creyendo que le evita el mal de mal acostumbrarlo, lo hace porque cree que es "lo correcto", sufre en su cuerpo y en su alma - en la del niño ni se diga - los efectos de ir en contra de sus instintos, de lo que su afecto le indica hacer.
Lo ilustra muy bien un clip de Mad About You, serie de los 90 protagonizada por Paul Reiser y Helen Hunt, en el que están Ferberizando, o Estivilizando a su niña Mabel. Fíjense cómo Helen se justifica una y otra vez, y cree estar haciendo lo mejor para su niña y las conclusiones a las que llegan al final: "le rompimos el corazón".

Sobre los efectos a corto, mediano y largo plazo del llanto infantil no consolado, ya hemos hablado en otras ocasiones. Pueden leer al respecto aquí, aquí y aquí.
La segunda es la culpa, aquella que nos hace resonar en la cabeza las famosas excusas y que no nos permite disfrutar del abrazo cuando sí sucumbimos ante el instinto y cogemos en brazos a nuestros hijos. Me pregunto qué podemos hacer por esos padres, cómo podríamos compartir gentilmente, de manera que no ofenda ni moleste aquello con respecto a lo cual ya hemos caído en cuentas: que los niños necesitan estar en brazos, que es su lugar, su derecho, y que es perfectamente sano que lo estén, tanto para ellos como para nosotros, sus padres.
Me lo pregunto por lo siguiente: a muchos de nosotros nos molesta que nos hagan una crítica respecto a nuestra manera de criar, recibimos tantas (las embarazadas somos un imán de consejos, las madres ya paridas también), que aprendemos a filtrarlas y a veces ni las oímos. Pero una mamá así, una mamá que empuja el cochecito al borde del llanto porque oye llorar a su hijo y siente que  no puede cogerle, porque cree que le hará daño, o porque cree que no logrará soportar las miradas de "tsk, tsk, mira cómo la manipula ese pequeño tirano", "es que va a hacer con ella lo que le dé la gana, ¿no lo ves?", creo - porque lo viví en carne propia - que una madre en ese momento sí necesita ese empujoncito de "tranquila, eso que te grita tu cuerpo es perfecto, cógelo anda, se sentirán mejor los dos, ya verás cómo se calma enseguida".
Una sola vez he intervenido en una situación así, y lo hice de la manera más delicada que supe - con un gesto de abrazo con mis manos. Íbamos en autobus Sam y yo y una señora tenía a su peque en el cochecito, la peque lloraba y Sam me decía "mama, the baby needs a hug from her mama" (mami, la bebé necesita un abrazo de su mamá), y yo le dije que sí. Continuaba llorando la beba, y su mamá no le cogía, hasta que logré hacer contacto visual con ella y le hice un gesto de abrazo y le sonreí, me respondió "es que siempre lo hace, lo que quiere es que le coja en brazos". Le digo, "¡claro! Es que es su lugar, abrázala y ya verás cómo se calma". Me responde, "no, es que es malcriadez", le digo, "es que es normal que pida un abrazo, el lugar de un niño es en brazos de su mamá" y le sonrío. Se bajó del bus. Su otra niña, un poquito mayor, no paraba de sonreírme mientras escuchaba atenta la conversación.
Tal vez fui metida, no lo sé, pero es que no logré contenerme - y recordé la madre que fui por un tiempo muy breve y que me hubiera gustado que alguien me pescara de ahí y me ayudara a centrarme...
¿Ustedes cómo afrontan estas situaciones?
Les dejo con una frase de Ferrán Grau Codina que dice:
"Un comportamiento tiránico para con los niños crea tiranos. La indiferencia hacia el llanto del niño creará adultos indiferentes no sólo al dolor, sino a la simple existencia del otro".

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