Cuando la guerra estaba en sus último momentos Hitler dijo: "No capitularemos, jamás. Podemos estar acabados, pero arrastraremos al mundo con nosotros", una cita que demuestra lo poco que le importaba al Führer su pueblo, especialmente el final del III Reich. Hitler pretendía que la población hiciera frente a los aliados hasta el final pero el fue incapaz de enfrentarse a ello, decidió poner fin a su vida en el búnker de la Cancillería el 30 de abril de 1945.
Tras la fracasada ofensiva alemana de las Ardenas en enero de 1945 y el constante e imparable avance soviético en el Este, la guerra estaba perdida, pero en lugar de capitular y evitar la destrucción total, el régimen nacionalsocialista continuó luchando.
El discurso político de Hitler produjo, sobre todo, terror contra la propia ciudadanía alemana, con el fin de evitar la desintegración del orden impuesto y de movilizar para la guerra a los pocos que aún quedaban (niños y ancianos). Este terror queda reflejado en una muestra, casi medieval, de las consecuencias de no someterse a las leyes y normas nacionalsocialistas o las de sus propios líderes, como era colgar a las personas con carteles en los que se decía "colgado por cobarde", "colgado por derrotista" o "fusilado según la ley marcial", según una orden dada por Heinrich Himmler, en abril de 1945, "El que saquee será fusilado de inmediato" y llevada hasta el paroxismo por sus temidas y crueles SS.
Con el terror contra la propia población y la negativa a capitular, Hitler asumió conscientemente la muerte de innumerables personas y la destrucción total de Alemania. Pero no todos cumplieron la orden del Führer de resistir hasta la aniquilación. Mientras que el comandante de Breslavia obligó a la ciudad a defenderse y quedo totalmente destruida, la localidad de Greifswald se rindió sin ofrecer resistencia quedando prácticamente intacta.
Los alemanes se hallaban en estos últimos días de la guerra en una tensión permanente entre la destrucción y el terror, la desorientación, el caos y el miedo ante el futuro, todo acrecentado por la propaganda del régimen.
Fuente:
Berlín. La caída 1945, de Anthony Beevor
Auge y caída del Tercer Reich, de William L. Shirer
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