Estados Unidos, bajo el imprevisible y desconcertante Donad Trump, va a realizar la mayor bajada de impuestos de su historia, justo en el momento en el que el resto del mundo y, sobre todo, Europa, avanzan en la dirección contraria: incrementando el expolio de los ciudadanos porque los gobiernos, cada día más codiciosos, ineficientes y despilfarradores, necesitan siempre más dinero. ---
Esa deriva mundial hacia el crecimiento de los impuestos es consecuencia directa de la profunda influencia que el marxismo está ejerciendo en todo el mundo. En apariencia, el comunismo fue derrotado cuando el Muro de Berlín fue derribado por un pueblo cansado de ser aplastado por su gobierno, pero aquella fue sólo la realidad visible porque la invisible fue justo lo contrario: a partir de entonces, los gobiernos de todo el mundo empezaron a dar la espalda al liberalismo y a la democracia, abrazando rasgos comunistas tan puros como la adoración del Estado, el abandono de los ciudadanos, al que se les arrebatan derechos y libertades, el incremento del poder del gobierno frente a la ciudadanía y la subida constante de impuestos, dinero que no se emplea tanto en incrementar los servicios públicos como en lograr que el Estado sea cada día mayor y más poderoso.
El Nobel 1974, Friedrich Hayek, hablaba con frecuencia de "los socialistas de todos los partidos", refiriéndose a la enorme influencia del marxismo, que está presente no sólo en los partidos de izquierda, sino también en los de la derecha y hasta en los nacionalismos de todo el planeta.
El sueño de Lenin de "todo el poder para los soviets", equivalente a "Todo el poder para el Estado", cautivó a los políticos de todo el mundo, cuya debilidad siempre fue el ansia irrefrenable de poder y privilegios.
Desde hace décadas, el mundo avanza, paso a paso, hacia el sometimiento al Estado y hacia el retroceso del individuo frente al poder. Es como si retornásemos al absolutismo, pero ahora disfrazado de unas democracias trucadas, que son más falsas que las monedas de cartón. Las cosas no ocurren por casualidad porque casi todo está programado y diseñado para alcanzar fines y metas. El poder no descansa y carece de espontaneidad. Todo, absolutamente todo, forma parte de las estrategias del poder.
Elo primero que se descubre cuando se analiza el poder es que el marxismo impera y lo contamina todo. La dialéctica, el asesinato de las certezas, la generación de confusión y miedo, la vieja lucha de clases, el enfrentamiento entre contrarios y otros viejos trucos y recursos utilizados en la URSS siguen triunfando en las falsas democracias, cuyos políticos saben que aquellos métodos soviéticos son infalibles y casi perfectos para fortalecer el poder del Estado y hacerlo invencible.
Los cimientos del edificio totalitario del futuro se están construyendo ahora y la materia prima clave es la pedagogía marxista, cuya esencia es enfrentar a todos: mujeres contra hombres, laicos contra religión, pobres contra ricos, jóvenes contra viejos, derechas contra izquierdas, hasta el ser contra su propio sexo.
El primer objetivo es destruirlo todo para después construir el nuevo orden, que se sustenta en la abolición de toda autoridad que no sea el Estado. Para lograrlo, las escuelas enfrentan a los alumnos con los profesores, a estos con los padres, a padres e hijos, etc.
Despojado de todo, de sus creencias, seguridades, valores, principios y hasta de su propio yo y de todo orden jerárquico, el ser humano libre queda destruido y preparado para que el poder político impere sobre el ganado.
El enfrentamiento es la clave para construir el nuevo orden y funciona en todos los ámbitos de la vida, enfrentando a los trabajadores con sus directivos, a los periodistas con sus editores, a los medios con su audiencia, a los médicos con los políticos que gestionan la sanidad, a los farmaceúticos con los laboratorios y los gobiernos que no les pagan y, sobre todo, a los ciudadanos con la clase política, que nunca antes estuvo tan desprestigiada y devaluada.
Este enfrentamiento multilateral y esta subversión generalizada del orden y de los viejos valores son el corazón del sistema.
Los ciudadanos llegarán a estar tan cansados de soportar a ineptos, corruptos y canallas en el poder que se alcanzará un nivel de "cabreo general", que, en apariencia, será el preludio de una revolución hacia la libertad, pero que sólo será la premisa de una era oscura, en la que los ciudadanos, cansados de ser expoliados, mal gobernados, enfrentados y despojados de riqueza, certezas, valores y tranquilidad, demandarán una autoridad fuerte que sea capaz de imponer su autoridad de hierro sobre los ineptos, los delincuentes y los depredadores sueltos.
Entonces, cuando sea el propio pueblo el que exija una tiranía, habrá triunfado realmente el marxismo.
Francisco Rubiales
Revista Opinión
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