Revista Literatura

La iniciación (i)

Por Martindealva

Largo se hace el camino de la comprensión, firme el suelo sobre el que me sustento, pilares de mi sin razón. El continuo se eterniza cada segundo que pasa, mis días no llegan a su ocaso y ardo en las llamas de la deshonra y el desamor. Qué he hecho con mi vida, cómo he podido llegar a este instante en que los ideales se tornan leyes, la luz oscuridad, y brota azufre del suelo que piso. Cómo he estado tan ciega de no ver los ojos al diablo cuando ensuciaba la almohada con mi boca. Tormento de vida que ha coartado mis libertades, ajena a cualquier obstáculo, hoy ya no tengo fuerzas para salvar. Cuál es mi destino, cómo llegaron mis pies hasta aquí… ¿cómo he podido amar sin condiciones a quien me las impuso, y entregarme a él en cuerpo y alma, permitiendo que consumara en las piernas de cuanta mujer ha entrado en nuestras vidas? Camino con rumbo fijo acompañada de la casta que hoy sangrará por mi bajo mis sábanas.

Compruebo con agrado que habéis atendido mi petición, sólo el tiempo podía jugar a mi favor y devolverte la cordura, inclinando la balanza nuevamente hacia los principios que construimos como los pilares de nuestra existencia. Venid, entregadme a la doncella que os acompaña, permitid que pose mis labios sobre su piel, que mancille sus senos y que deshonre ese enlace que mantiene a pesar de su inexperta y corta existencia. Vos ya no sois capaz, la naturaleza ha sesgado vuestra chispa, vuestra mirada es triste, lo sé, pero como hombre que soy necesito abastecer mis instintos y vos ya no podéis darme de beber como antaño. Amor, es lo único que pido, y lo único que soy, como entidad que engloba el Universo, sin más que la confianza que como mujer me debéis profesar, vos sois el alma que amo, vos sois con quien deseo morir. ¿Es tan difícil de comprender? Pero la carne está hecha de pasión, materia imperfecta que busca la redención, y en el camino alcanzar cuantas experiencias pueda para completar una vida plena. Un mundo del que el amor no entiende. El tiempo pasa, y alguien debe satisfacer mis deseos y mis ansias que afloran en el aquí y el ahora.

Ya no puedo confiar en vos. Ojos y oídos también son carne, y en su imperfección juzgan sin razón lo que por los sentidos perciben, abandonando los planos que el amor alcanza para tornar a la Tierra y morir así, una vez más, a tu lado. Tomadla si es lo que deseáis, pero no podré mirar con los mismos ojos con los que solía cuando yo formaba parte de tus locuras, cuando tus caricias al menos eran compartidas, y mis besos y los suyos tenían un único dueño. Ya no soy útil más que en la cocina, desterrada como cenicienta ante el calor del fogón, para vivir entre las cenizas de lo que una vez dio calor en el hogar, no requerís nada más de mi salvo compartir la visión de la mezquindad y la profanación de nuestro lecho. Cada vez que la hagáis vuestra no podré más que pensar en el sentimiento oculto tras esas caricias que ya no son mías, tras esos besos que tanto anhelo, esas miradas que solían atravesar mi pecho para arder en el fuego de mis entrañas, y de los que ya no soy la diosa de tu ofrenda.

Desconfiáis en vano, vos sois a quien amo, pero hoy necesito saciar esta sed de ahoga, sin amor, sin ese sentimiento que sólo os profeso a vos. No veáis en la Tierra más allá de las sonrisas y el cuerdo intercambio de besos y caricias que nos regalamos en las frías noches de invierno. Ved con los ojos del águila hacia quién dirijo mis miradas mientras poseo su cuerpo, por quién suspiro y por quién muere mi alma cada vez que embista sus caderas. Sólo os pido que compartáis estos momentos conmigo, deseo que me miréis, que la miréis a ella, y que vuestro cuerpo se estremezca con nuestros juegos.

Una vida entera os he entregado, ¡¡y así me lo pagáis!! He vivido por vos y para vos, he aceptado compartir vuestro cuerpo al tiempo de no conocer a más hombre que el que creía tener a mi lado. He aceptado mi condición a vuestra sinestra, porque os amo. Y ahora que la vida me golpea incesante con la vara, cuando más os necesito, ¡¡así me lo pagáis!! Despojándome al olvido de una vida plena, como si jamás hubiese existido, como si nunca hubiésemos compartido lecho alguno… veo cómo mis esfuerzos se desvanecen en el olvido de la carne. Hoy veo con dolor el momento que jamás quise entender, cuando la edad contempla la suma de mis experiencias, trueque a cambio de unas arrugas. Pero no seré mártir de ellas, asumo mis decisiones y la vida que una vez decidí vivir, y asumo mis propias consecuencias desde el día en que acepté entregaros mi sangre.

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