Santos Marcelo y Casiano.
Son las "Actas de los Mártires" obras de interés para los hagiógrafos y cualquiera que se apasione por las vidas y leyendas de los santos. Sabido es que no son obras de rigurosa veracidad, históricamente hablando, pero sí que aportan luces sobre cultos y patronatos, martirios y leyendas. Como leímos de Santos Bonoso y Maximiano (21 de agosto), el hagiógrafo Ruinart se dedicó (loado sea por ello) a rescatarlas del olvido, purgándolas y contrastando las versiones para entregarnos lo que él creía eran las “Sinceras Actas de los Mártires”. Por una ocasión, transcribiré una tal cual él nos la entrega, solo haciendo alguna actualización de la ortografía:"MARTIRIO DE SAN CASIANO DE LA CIUDAD DE TÁNGER.Sacado de un Manuscrito de la Biblioteca de M. Colbert.Es este uno de los ejemplos de Actas de las que ciertamente podemos creer su verosimilitud. Es escueta, no abunda en portentos ni tormentos forzados y da abundantes datos de lugares y personas, perfectamente constrastables. Incluso aunque a San Marcelo la leyenda la haya puesto algunos hijos mártires, con fabulosas narraciones de martirios y milagros, sus Actas son fiables, lo mismo que la de nuestro San Casiano, un mártir por Cristo y por la justicia.
Año de Jesucristo 298, en el imperio de Diocleciano, y de sus colegas.
El bienaventurado Casiano ejercía el empleo de Grefier, o Notario, bajo de Aurelio Agricolano, Teniente del Prefecto del Pretorio en África. Él era quien estaba con la pluma en la mano, y escribía la respuesta de Marcelo, en el interrogatorio a que este generoso soldado satisfizo delante de este Magistrado el día 30 de octubre. Agricolano le instaba vivamente; y sirviéndose para intimidarle de amenazas con palabras terribles, parecía que iba a conseguir de él una cobarde, y vergonzosa negacion de su fe. Pero el Santo Mártir mostró en esta ocasión una firmeza inalterable: protestó siempre, que siendo soldado de Jesucristo, no podía ya llevar las armas por otro amo; y subsistió en esta declaración con una constancia tan heroica, que mostró en aquel instante ser él mismo el Juez del que le juzgaba. Ya comenzaba Agricolano a entrar en furor; y entregando su cólera a la pluma , dictaba a su Notario, todo cuanto esta le inspiraba.
Escribió Casiano por algún tiempo; pero en fin, viendo que el Gobernador, aunque vencido por las sabias y acertadas réplicas de Marcelo, no dejaba de pronunciar contra él la sentencia de muerte, se le apuró la paciencia. No pudo reprimir más su indignación: levantóse con enfado del bufete sobre que escribía; y quejándose fuertemente contra una tan horrible injusticia le arrojó a la cara del Tirano pluma, tinta, y papel. Una acción de este atrevimiento puso en turbación y confusión a toda la asamblea, y la dividió en diversos pareceres. Unos estaban admirados, otros llenos de temor, y todos sorprendidos, y aguardando la resolución. Sonreíase Marcelo, pero Agricolano bramaba de rabia: baja furioso de su tribunal; y no pudiéndose contener más, preguntó a Casiano, por qué había arrojado de aquel modo los registros a tierra. El Notario le respondió: Porque acabáis de dar una injusta sentencia. Agricolano, por no verse expuesto más a nuevas reprehensiones de su injusta crueldad, lo envió a la cárcel.
La alegría que S. Marcelo había mostrado con su sonrisa, provenía de un secreto presentimiento que el Espíritu Santo le había dado, de que Casiano sería el compañero de su martirio. En efecto, S. Marcelo, habiendo recibido en aquel mismo día [30 de octubre] la corona por la cual suspiraba ya largo tiempo, pocos días después, esto es el tres de diciembre la recibió también el bienaventurado Casiano en el mismo lugar, y casi con las mismas circunstancias".
Fuente:
-"Las Verdaderas actas de los Martires". Tomo II. Teodorico Ruinart. OSB. Madrid, 1776.
A 3 de diciembre además se celebra a Santos Lucio y Emérita, mártires.