Testimonio de Carlos Eduardo Rojas, ingeniero economista de la UNI, militante de Santa María, en el Foro de Laicos, Lima, viernes 25 de octubre del 2013
LA INMACULADA, BENDITA ENTRE LAS MUJERES, IDEAL DE LA JUVENTUD
Muy buenas noches con todos los presentes. Es para mí un placer y un honor poder estar aquí para compartirles un poco de mi vivencia al caminar por la vida del brazo de Santa María.
Cuando comencé en el movimiento de la MSM (Milicia de Santa María), estaba en el segundo año de la universidad. Recuerdo el primer contacto con el Hogar de Santa María: estaba formado exclusivamente por varones, de pensamientos claros, quienes expresaban sus experiencias de apostolado semana a semana. Con el pasar del tiempo, pude notar que tenían un rasgo distintivo, le daban un lugar especial a la virgen, mencionándola antes de iniciar cada una de las actividades.
Confieso también que mi devoción a María antes de llegar al grupo era un poco limitada. No la tenía del todo presente en mi vida diaria. Tal vez Dios permitió que por eso pueda llegar a conocer el grupo.
Comenzaban también a aparecer conceptos relativamente nuevos para mí y otros que adquirían mayor profundidad; tales como: santidad, rosario, flores del mes de mayo, campaña de la Inmaculada, estar, pequeños detalles, más, más y más. Dichos conceptos adquirían un sabor especial al ser vividos con el espíritu mariano.
En medio de este ambiente, se proponía un camino de santidad, un único modelo: María, y los militantes santos por María. Cada una de las actividades fue moldeando poco a poco mi cariño hacia María. Y es que cuando uno va conociendo a alguien se va haciendo más familiar y cercana a ti, y de ese modo vas confiando más en esa persona. Así ha sido mi experiencia en el conocimiento a Santa María. El cariño de la Virgen se comprende mejor con la vivencia del cariño en familia, el cual te llena de confianza. Una de las cosas que más me ayudó fue observar a mi Madre y los sacrificios que ha hecho y sigue haciendo, día a día, por mí, y la virgen no podía hacer menos.
Hay una frase que recuerdo siempre del P. Morales y que tengo presente en momentos decisivos: ¡La Inmaculada nunca falla!
Y en las situaciones más fuertes de mi vida o cuando debía superar algún temor, he recordado esta frase para adquirir seguridad para emprender decisiones. Una seguridad que sólo te puede dar una Madre.
Recuerdo que para la Campaña de la Inmaculada del 2009, me encontraba laborando en la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE). Sentía que tenía que invitar a varias personas, llevarlas a María, como a mí me llevaron a conocer a María en el grupo, para que puedan experimentar el amor para con sus hijos. Había una forma de masiva de hacerlo y era hablar con la jefa de recursos humanos, conocida sobre todo por sus reacciones explosivas y su tiempo limitado. Recordé la frase del Padre: La Inmaculada nunca falla y que para vencer el miedo hay que enfrentarlo. Tomé valor, subí por la escalera 14 pisos, pensando en lo que podría decir y cuando llegué saludé a la jefa y saqué el volante de la Inmaculada. Antes de decirle algo, sorpresa mía, me dijo: "¡Ah, qué linda santa Rosita!". Le dije que era la Inmaculada cuya fiesta es el siete próximo (estábamos a casi dos semanas). Recordó y asintió. Luego la invitaba a que asistiese a la Vigilia de la Inmaculada y que si le podría dejar una presentación en power point para que la pueda difundir en la empresa mediante los correos. Me dijo que no habría inconveniente y que sí podía hacerlo. La Inmaculada no solamente no falló, si no que facilitó y mejoró las cosas.
Tener a María como ideal de santidad es una aspiración que uno trata de alcanzar en el día a día, que implica hacernos humildes, pequeñitos al reconocer la grandeza de la mujer en su sencillez y en los pequeños detalles, en su labor abnegada y silenciosa. Cuando uno conoce alguien en quien puede confiar, trata de imitar lo bueno de esta persona. En el caso de María, la llena de gracia, la que no le cabe una virtud más, lo que más admiro es su Fiat, ese sí generoso, en el momento en que Dios espera el Sí de un ser humano, donde Dios no quiere actuar por sí solo, aunque podía hacerlo así. ¡Atrevimiento sublime de Dios que quiso depender de la voluntad de una mujer!
Del fiat de María dependía la salvación de todos los hombres. Del nuestro, ciertamente no. Pero es verdad que la salvación de muchas almas, la felicidad de muchos hombres está íntimamente ligada a nuestra generosidad.
Cada día es una oportunidad para que nosotros también pronunciemos un fiat lleno de amor a Dios, en las pequeñas y grandes cosas. Siempre decirle que sí, siempre agradarle. El ejemplo de María nos ilumina y nos guía. Nos da la certeza de que aunque a veces sea difícil aceptar la voluntad de Dios, nos llena de felicidad y de paz.
Cuando Dios nos pida algo, no pensemos si nos cuesta o no. Consideremos la dicha de que el Señor nos visita y nos habla. Recordemos que con esta sencilla palabra: fiat, sí, dicha con amor, Dios puede hacer maravillas a través de nosotros, como lo hizo en María.