SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARIA, PATRONA PRINCIPAL DE ESPAÑA
El 1 de noviembre de 1466, trece pueblos que pertenecían al señorío de los condestables de Castilla se reunían en la iglesia de San Nicolás de Bari, en Villalpando, para realizar el primer voto a la Inmaculada Concepción del mundo. Sus nombres pasarán a la historia: Villalpando, Quintanilla del Monte, Cotanes del Monte, Villamayor de Campos, Tapioles, Cañizo, Villar de Fallaves, Villardiga, Prado, Quintanilla del Olmo, San Martín de Valderaduey, Villanueva del Campo y Cerecinos de Campos.
El voto de Villalpando se efectuó 31 años antes del que avala la Universidad de la Sorbona (París) y diez antes de que el papa Sixto IV publique la primera bula sobre la Inmaculada Concepción con la discusión entre los teólogos aún viva. Ya entonces era una tradición antigua en Villalpando.
Por otra parte, el Patronazgo de la Santísima Virgen Inmaculada sobre los infantes españoles se atribuye a un acontecimiento acaecido en las postrimerías del siglo XVI, en 1585, tras la rendición de Amberes, cuando Alejandro Farnesio dispuso que el Tercio Viejo de Zamora, a la orden del Maestre de Campo don Francisco de Bobadilla, se situase en defensiva en la plaza de Bommel. Allí se produjo el famoso Milagro de Empel.
El papa Clemente XIII, por medio de la Bula Quantun Ornamentun, la proclama Patrona Principal de España, las Indias y sus reinos. La noticia no llegó hasta el 12 de enero de 1761. Años más tarde, el 8 de diciembre de 1854, el papa Pío IX, en la Basílica de San Pedro, proclamó el Dogma de la Inmaculada Concepción de La Virgen María en la Bula Ineffabilis Deus: "la doctrina de la Bienaventurada Virgen María en el primer instante de su Concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los méritos del Salvador del género humano, Jesucristo, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles", e instauró esa fecha para que toda la Iglesia celebre dicha fiesta anualmente. El Martirologio Romano recuerda que el 8 de diciembre, "... en este mismo día, fue definida como verdad dogmática recibida por antigua tradición".
DEVS QVI PER IMMACVLATAM VIRGINIS CONCEPTIONEM DIGNVM FILIO TVO HABITACVLVM PRAEPARASTI QVAESVMVS VT QVI EX MORTE EIVDEM FILII TVI PRAEVISA EAM AB OMNI LABE PRAESERVASTI NOS QVOQVE MVNDOS EIVS INTERCESSIONE AD TE PERVENIRE CONCEDAS PER EVMDEM DOMINVM... AMÉN.
Ramón García Gómez.
Caballero de Alcántara.
Unquera, 8 de diciembre de 2023. SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
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LA INMACULADA CONCEPCIÓN: UNA EMPRESA DE TEÓLOGOS, ARTISTAS Y REYES
Javier Burrieza Sánchez
Estamos ante una "empresa" que se hallaba presente en las grandes páginas de la teología, en los pinceles y cinceles de pintores y escultores, pero también en la cotidianidad de los saludos: "Ave María Purísima, sin Pecado Concebida". Con muchos siglos cuenta este debate teológico que ha sido defendido con pasión y entusiasmo por las distintas órdenes religiosas, provocando encendidas controversias, defendidas por sus clientelas, incluso físicamente. El arte se iba a convertir en un instrumento adecuado para contribuir a su popularización devocional. Para la discusión ya estaban las páginas de los sesudos teólogos: franciscanos con Juan Duns Scoto, jesuitas y carmelitas frente a los dominicos que, con Tomás de Aquino, eran "maculistas". Se leían las propias de Bernardo de Claraval, Ramón Llull, Buenaventura, Alberto Magno, Francisco Suárez o sor María de Jesús, la monja visionaria, concepcionista de Ágreda con su "Mística Ciudad de Dios".
La representación de la Inmaculada Concepción era la de aquella adolescente orante, cabellera repartida por espalda y hombros y humilde mirada. La Virgen —como solicitaba el pintor Francisco de Pacheco en su "Arte de la Pintura"— debía ser tan hermosa como "fuera posible al humano pincel", siguiendo los colores de la visión de Santa Beatriz de Silva, fundadora de las monjas concepcionistas. Pacheco creó un prototipo de su iconografía, en las obras que realizó en esa década de entusiasmos inmaculistas entre 1610 y 1620. Propuestas que continuaron Diego Velázquez, Pedro de Mena o Alonso Cano; Zurbarán Murillo o Gregorio Fernández; José de Ribera o Rubens. Una empresa defendida por las letras, plasmada en el teatro, impulsada por la ascética.
El 1 de noviembre de 1466, en la iglesia de San Nicolás de la zamorana Villalpando, se hizo el primer voto de Villa en el mundo, por el que se defendía la Concepción inmaculada de María. Un gesto que, después, se fue integrando en las instituciones. Si el mundo universitario había tenido una importancia fundamental en la controversia, después algunas de las más importantes Universidades la consideraron su patrona y los doctores, cuando se graduaban, hacían juramento de defender esta "pía opinión", en los días en que no estaba proclamada como dogma. Para ello, intentaron presionar a los Papas los monarcas españoles de los Habsburgo y después de los Borbones —Felipe III, Felipe IV o Carlos III—. Y como lo sacro también inundaba la sátira y el humor cargado de ironía, se decía: "Todo el mundo en general / a voces Reyna escogida / diga que sois concebida / sin pecado original". Y a los que no lo defendían, los frailes dominicos, amparándose en Tomás de Aquino, ya les cantaban aquello de: "alaba a Tomás, nadie lo ignora, aunque saca a la Virgen pecadora". Carlos III obtenía del Papa la posibilidad de nombrar patrona de España a la Inmaculada Concepción, después de que en el siglo XVII se hubiesen desarrollado sus propias controversias en lo que se refería a los patronos de la Monarquía. El rey extendió el citado juramento de defensa a todas las Universidades españolas, además de fundarse academias de Bellas Artes bajo su advocación como la de Valladolid.
Igualmente, era de gran importancia la traducción litúrgica. El papa Alejandro VII concedió, en 1664, a España y a sus Indias el oficio y misa propios de la Inmaculada, una fiesta de precepto para todos los católicos de aquella gran Monarquía. Fuera de estas polémicas, el papa Pío nono proclamó el dogma de la Concepción Inmaculada de María el 8 de diciembre de 1854. Habrá curiosamente, a su lado, un dominico en la preparación de esta definición, fray Fernando Blanco, premiado después con la mitra de Ávila y el arzobispado de Valladolid. La difusión devocional de las apariciones de la Virgen de Lourdes, en 1858, reforzaba lo decidido por Roma. Así se identificó aquella dama de blanco a la joven Bernadette: "yo soy la Inmaculada Concepción".
Aunque el dogma se encontraba definido y proclamado, las iglesias continuaban llenando sus altares con la Inmaculada. Ya no eran las grandes obras aunque el modelo lo aprovechaba una nueva imaginería religiosa, a veces de dudosa calidad. Se recuperaron las antiguas congregaciones marianas de los colegios y en las aulas de los siglos XIX y XX se multiplicaron los jóvenes congregantes hasta el Vaticano II. Esta fiesta, que la Iglesia litúrgicamente considera solemnidad, es indispensable para entender, no sólo la historia de la política religiosa sino también la de la cultura, las letras y el arte.