La inmigración ilegal es hoy uno de los grandes problemas que acosan a los gobiernos de los países de destino: problema, además, que en el caso de la Unión Europea adquiere dimensión regional porque, en la medida en que un país endurece su política frente a este tipo de movimientos, los inmigrantes sin documentación procuran desplazarse a otro país de reglas menos severas.
Inmigración Ilegal
Y hay que suponer que, en años venideros, las medidas que los distintos gobiernos adopten irán endureciéndose aún más porque el rechazo de las poblaciones autóctonas – por considerar que esa inmigración pone en peligro sus puestos de trabajo, por temor a un aumento de la criminalidad o por simple xenofobia- se irá haciendo más explícito. En público, los ciudadanos de la mayoría de los países occidentales suelen mostrar su comprensión hacia ese tipo de movimientos; en privado, la complacencia desaparece, y no olvidemos que el voto es un acto privado.
Voto privado y secreto
Pero ¿endurecer las normas y las políticas frente a la inmigración ilegal acabará con esos movimientos? O, en cualquier caso, ¿los reducirá a un mínimo claramente asimilable? Lo dudamos, porque los principales factores de impulso (push) y de atracción (pull) van a seguir ejerciendo su influencia.
Con datos estimados del 2008, y en paridad de poder de compra, el PIB per cápita de Estados Unidos es cuatro veces superior al de Méjico, y se trata de países limítrofes, con una larguísima, aunque vigiladísima, frontera común: el italiano es cinco veces superior al de Albania, países también limítrofes; y el español es siete veces el marroquí, un país del que nos separan 14 kilómetros de agua -sin considerar la posibilidad de lograr la entrada porCeuta yMelilla- y diecisiete veces el senegalés, país distante unos 1.500 km de Canarias, por lo general su costa de arribada a España.
Con independencia de las múltiples razones que impelen a esos inmigrantes a abandonar su país y a sufrir penalidades sin cuento antes de intentar la entrada en el país de destino -caso de los senegaleses-, hay que suponer que esos inmigrantes saben que su vida no será fácil, por dorada que sea la píldora que le ofrezca el transportista, pero imaginan que lograrán un empleo y que sus posibilidades, en un país desarrollado, serán mucho mejores que las que le ofrece, y le ofrecerá, su país de origen. Es, a nuestro entender, el principal factor de impulso.
Y, además, en los países receptores de inmigración ilegal hay mucha gente que seguirá beneficiándose de esa situación: explotaciones agrícolas que necesitan esa mano de obra para las épocas de recolección; constructores que siempre tienen trabajo para mano de obra barata, aunque su calificación sea mínima; pequeñas empresas que sólo pueden subsisir si su coste laboral es muy reducido; trabajos domésticos que nadie, ni el nativo ni el legal, quieren ya realizar… Y así pueden enumerarse múltiples razones por las que se acoge a la inmigración ilegal, aun a costa de infringir la legalidad. Son tales razones las que configuran los principales factores de atracción.
Mano de obra inmigrante
Hay que suponer, por tanto, que nos encontramos ante movimientos con notable inercia y que no podrán ser eliminados por la vía de la contención.
Más aún, es muy probable que esos flujos aumenten en los próximos años. No olvidemos que los factores de impulso y atracción van a seguir fluyendo en los movimientos migratorios; es decir, la presión migratoria no va a disminuir.
Pero tampoco conviene olvidar que, muy probablemente, la mayoría de los países de destino va a filtrar cada vez más la concesión de permisos de residencia y de trabajo a los futuros emigrantes porque así lo exigen, cada vez con más fuerza, sus ciudadanos.
La muerte es muchas veces la recompensa a la inmigración ilegal
Luego hay que suponer que la dificultad para entrar y trabajar legalmente dará como resultado un aumento de la inmigración ilegal. Hacia el futuro, por lo tanto, es muy probable que los flujos de emigración se mantengan, y en algunos momentos se aceleren, con proporción alta de inmigrantes ilegales y, por tanto, con problemas sociales crecientes para los países receptores.
fuente: ODISEA 2050, La economía mundial del siglo XXI (Jaime Requeijo)