
Pineta, Llanos de la Larri. Septiembre 2018.
Leía en El arte de perder de Elisabeth Bishop que “no es difícil dominar el arte de perder: / tantas cosas parecen llenas del propósito de ser perdidas, / que su pérdida no es ningún desastre.” Qué seguridad semejante afirmación. Como si perder unas llaves, unos libros de la biblioteca, un calcetín o una calle; fuera lo mismo que ir perdiendo aquello que te hace fuerte, que te da paz o calor. La fuerza de la que debe apropiarse una para entender que la pérdida no es un desastre. Que las pérdidas generan un buscar que nos une a otros que también buscan. Siempre los hay que buscan. “Empezaba a ver que los que los que buscan a una persona tienen algo, una marca cerca de los ojos, de la boca, la mezcla de dolor, de bronca, de fuerza, de espera, hecha cuerpo. Algo roto, en donde vive el que no vuelve.” Este fragmento de Cometierrade Dolores Reyes me ha asaltado de nuevo tras leer a Bishop. Ese reconocer a los que buscan como miembros de la misma manada. Ese unirse a los que evitan el desastre, aunque ya hayan perdido todo.Mientras, esperamos que alguien nos defina. Que un día nos encontremos una hoja de libreta arrancada con unas líneas escritas en letra bien pequeña, apresurada, en boli azul, que dejen constancia de nuestra existencia. Aquel que fuera capaz de escribir cuatro frases con lo que sabe de nosotros y puede que no sepa nadie más. Leer, como en el inicio de este post pero sin haberlo escrito nosotras, que alguien nos está observando, nos está viviendo desde afuera. Nos declara esa complicidad, ese darnos color al blanco y negro, ese no perdernos porque nos retienen. Seguiremos esperando como Nusch Éluard. Haciendo uso, como ella, de nuestra inmutable disciplina de la espera. Esperamos la pérdida, sin desear el desastre. Disciplinadas. Aceptando que todo puede pasar, que todo puede terminarse, que todo puede volver a empezar. Esperamos encontrar ese papel que nos haga temblar porque vence a la invisibilidad. Pero esperaremos susurrando. Confiesa Olalla Castro, en Inventar el hueso, que "lo que de verdad es peligroso ha de decirse en voz muy baja". Y es peligroso luchar por dejar de ser invisible, por eso seguiremos de puntillas. "A veces resistimos susurrando". Y susurrando esperaremos que nos salve ese papel escrito en tinta azul .