Revista Coaching

La innovación corporativa

Por Juanmartinezsalinas76

Verano 2012Se puede afirmar con rotundidad que la innovación en las organizaciones es cada vez más importante aunque, de forma paradójica, la inversión destinada a introducir mejoras o buscar nuevas formas de hacer las cosas disminuye considerablemente.

Suele ser muy habitual entre la mayoría de los responsables de empresas mencionar en sus discursos que la innovación es clave para seguir avanzado hacia delante. Sin embargo, pasado el discurso, es increíble cómo se olvidan las palabras y las empresas se encuentran grandes muros de reticencia al cambio porque la gente esta acostumbrada a realizar las cosas de la misma forma. El hecho de que algo siempre se hiciese de la misma forma no significa que sea la más efectiva. Las personas nos movemos por hábitos y rutinas; esto significa que cualquier cambio supone oposición por el desconocimiento de lo nuevo. Después, cuando se implementan los cambios, uno se da cuenta de que no ha sido tan traumático.

La reticencia al cambio es muy fuerte porque no existen grupos de mejora establecidos en la estructura corporativa. Además en ninguna compañía existe el departamento de “emprendimiento interno” que cada vez es más necesario. Este departamento consistiría en canalizar y ayudar a las personas de la empresa a desarrollar, investigar e implementar ideas de mejora de procesos de trabajo, de lanzamiento de nuevos productos o servicios, sistemas para ahorrar costes, nuevos sistemas de trabajo.

Normalmente, cuando se proponen nuevas ideas, procesos o mejoras dentro de un departamento corporativo, lo más normal es que esas propuestas acaben cogiendo polvo en un cajón sea por el motivo que sea. A veces los propios responsables, cuando esas propuestas vienen de algún miembro de su equipo, lo ven como una amenaza a su posición, cuando realmente es un proceso satisfactorio de funcionamiento del trabajo en equipo. Las empresas deben hacer ver a sus trabajadores que deben observar, analizar y buscar vías de mejora de los procesos y sistemas de trabajo. Esto implica que se debe facilitar un tiempo de la jornada de trabajo a estos procesos de mejora o reflexión individual o grupal.

Las empresas muchas veces consiguen el efecto contrario porque las pocas personas que se deciden a proponer ideas y mejorar son víctimas de la indiferencia, la falta de apoyo y de una inversión de tiempo extra que al final no queda en nada.

Si queremos fomentar que nuestras personas propongan mejoras de los procesos corporativos, se debe implementar un sistema en la estrategia empresarial que facilite y ayude a poner en marcha esas ideas. Esto supone que los tiempos dedicados por los trabajadores que voluntariamente deciden participar en mejorar procesos se debe ver como inversión y no como coste. Trabajar en optimizar diferentes áreas siempre repercutirá de forma beneficiosa a la globalidad de la compañía.

Si las empresas siguen haciendo las cosas de la misma forma, sin variar nada, contribuirá de forma lenta a que esa organización comience su camino hacia su desaparición. Las empresas que sobreviven son aquellas con visión global que permiten adaptarse a las necesidades de cada momento. Cuando se detecta que el sistema productivo, los hábitos o necesidades de nuestros clientes reales o potenciales están cambiando, debemos ponernos manos a la obra. Es decir, toca coger al toro por los cuernos, analizando esa nueva necesidad de nuestros clientes, viendo que aspectos de la misma no se cubren en nuestros servicios o productos ya ofrecidos y, a partir de ahí, ver cómo se pueden cubrir esas nuevas demandas. Imposible no hay nada; la mayor dificultad es la falta de actitud empresarial por querer cambiar. Intentarlo no garantiza alcanzar el éxito, sin embargo, facilita el probar nuevas alternativas que puedan funcionar y de las que poder aprender. Poder mejorar los sistemas o procesos existentes conlleva desmontar por completo ese proceso y explorar otras formas de desarrollarlo, por muy descabellado que pueda parecer.

Para detectar mejoras dentro de una organización, es aconsejable llevar a cabo lluvias de ideas con trabajadores de diversas áreas. Durante un tiempo limitado se establece un tema para que surjan ideas espontáneas sobre las mejoras que se nos ocurren, incluyéndolas todas, por muy descabelladas que nos puedan parecer. El siguiente paso, supone analizar los pros y los contras de cada una de esas ideas para seleccionar las 3 mejores que poder analizar posteriormente  en detalle y finalmente, acordar aquella más viable. Es cuestión de priorización.

Las empresas tienen aun estructuras muy jerárquicas y encorsetadas que no facilitan sistemas flexibles. Esto hace que no fomenten poder tener un tiempo de trabajo para desarrollar ideas propias de mejora que repercutan favorablemente en la compañía.

Aun se confunde que innovar significa hacer nuevos procesos, inventar nuevos productos o servicios o encontrar la idea que nos haga destacar corporativamente. Cuando innovar es investigar, desarrollar, probar, pensar e intentar nuevas formas de hacer las cosas y los procesos con la intención mejorar la productividad, reducir los costes, etc., no se suele requerir una gran inversión de capital; a veces cambios pequeños pueden suponer un beneficio representado en múltiples formas. Las corporaciones deben apostar por la innovación interna y eso significa ser flexibles con sus personas, permitiéndoles dedicar tiempo a investigar, desarrollar y poner en duda la forma de hacer los procesos de trabajo.

No podemos olvidar que todo tiene múltiples formas de hacerse y siempre es mejorable; es cuestión de replantearse los pasos que seguimos, intentando identificar puntos flacos o prescindibles. En las organizaciones se añora el espíritu crítico sobre los procesos, las formas de trabajo, los resultados obtenidos. Se debe aspirar siempre a más porque el conformarse hace que nos acomodemos y caigamos en la rutina. O lo que es lo mismo… Hacemos las cosas de forma mecánica sin pensar. Esto es lógico pero a la vez, peligroso porque nos impide pensar en la mejoría de ese sistema de trabajo.

Cuando a alguien se le ocurre en la empresa poner en duda un proceso de trabajo, una forma de ejecutar algo o la forma de hacer algo solemos tomárnoslo como un ataque hacia nuestra persona.

Solo tenemos que analizar cuántas personas proponen nuevas cosas o mejoras en sus organizaciones. Los resultados nos tienen que servir de reflexión, sobre lo que está haciendo nuestra compañía por fomentar la innovación interna. Un antiguo jefe mío decía que duchado y motivado se viene de casa. Qué duda cabe  que las ideas para mejorar no nos la va a facilitar nadie y debemos ser nosotros mismos los que las desarrollemos. Sin embargo, la empresa debe facilitar y permitir el desarrollar estas ideas o mejoras. Esto supone la existencia de políticas flexibles corporativas que lo permitan.

Las empresas estáticas son aquellas estrictas y jerárquicas donde cambiar algún proceso o mejorarlo es más burocrático que hacer determinados trámites en la administración pública. A veces las empresas desperdician el gran potencial de muchas de sus personas porque no permiten mostrarlo. Tenemos que ser capaces de que cada trabajador se dedique a aquello en lo que es más efectivo, con lo que disfruta y con sus temas estrella. Cuántas veces vemos cómo se obliga a muchas personas a desarrollar tareas necesarias pero sin ningún aporte, es decir, funciones que puede realizar cualquiera.

Las empresas deben aprender que las personas que disfrutan con las funciones que hacen están más contentas y por lo que su rendimiento y resultados son mucho más satisfactorios. El tener personas frustradas y descontentas hace que sus tareas sean más deficitarias porque no están alineados con los valores de sus compañías. 


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