Páginas: 320
ISBN: 9788426418913
Precio: 19,90 €
La insólita amargura del pastel de limón es una de esas novelas que me entran por los ojos: un título atrayente y creativo, acompañado por una cubierta preciosa y una edición de tapa dura muy cuidada. Si a eso le añadimos que en España se ha publicado a través de la editorial Lumen, que rara vez me defrauda (ahora mismo me vienen a la cabeza joyas como El puente invisible y Un árbol crece en Brooklyn), queda claro que tenía que llamarme la atención sí o sí. De acuerdo con lo que cuenta la sinopsis, me esperaba una historia mágica y entrañable, de las que transmiten sentimientos y no dejan indiferente al lector. Como veréis más abajo, me ha gustado, pero no se corresponde del todo con mis primeras impresiones.
Aimee Bender
Aimee Bender (1969) es una escritora norteamericana que lleva mucho tiempo vinculada al mundo de la literatura: cursó estudios de escritura creativa y en la actualidad imparte clases de esta misma materia y de narración surrealista (el género en el que se mueve) en la universidad. En relación con su carrera como novelista, hasta el momento ha publicado cinco libros, que incluyen novelas y recopilaciones de relatos: The Girl in the Flammable Skirt (1998), An Invisible Sign Of My Own (2001), Willful Creatures (2005), The Third Elevator (2009) y finalmente La insólita amargura del pastel de limón (2010), su primera publicación que se traduce al castellano. Además, ha ganado dos Premios Pushcart y algunas de sus historias breves han formado parte de antologías.Sinopsis
Rose tiene casi nueve años cuando descubre que posee una extraña habilidad: es capaz de adivinar los sentimientos de los demás al probar comida preparada por ellos. Lejos de ser un poder agradable, este don le trae más de un quebradero de cabeza porque revela las emociones más amargas de su madre, una mujer que delante de la familia oculta la soledad que siente. «No podía soportarlo: era como leer su diario en contra de mi voluntad» (pág. 135). Le ocurre lo mismo con las cocineras del colegio y de cualquier restaurante, por lo que se las debe apañar en solitario para encontrar manjares que no le transmitan tanto dolor.Mientras Rose se refugia entre alimentos basura y hace un esfuerzo para tragar los platos de la cena en casa, conocemos la vida de sus allegados. En primer lugar, sus padres: una mujer en apariencia feliz que por dentro siente una gran tristeza, y un hombre sencillo, aunque tiene sus peculiaridades. El hermano mayor también se lleva una parte del protagonismo, gracias a una gran inteligencia que se desvanece con los años por la actitud retraída del joven. Precisamente a través de él entra en escena el último miembro del elenco: un amigo perspicaz y encantador que enseguida se gana la confianza de la pequeña Rose.
Comentario personal
Si tuviera que definir el libro con una palabra, escogería bonito: bonito porque es una historia de sentimientos (que no de romance) con los que todos podemos sentir empatía; bonito porque la autora ha tratado los temas con delicadeza y buen gusto; bonito porque en su mayor parte se enfoca desde la perspectiva de una niña y eso siempre da un encanto especial a una novela. Y bonito, por supuesto, por la genial idea del don de Rose, con la que Aimee Bender demuestra que posee una gran imaginación que desmarca su creación de los relatos convencionales.Aun así, la habilidad y la comida no tienen tanto peso como se podría pensar. Esto es, quizá, lo que hizo que me desencantara un poco en las primeras páginas: me esperaba una trama centrada en las adivinaciones de la protagonista y en cómo las utiliza para entender a los demás, un texto que evocara las mejores creaciones del realismo mágico hispanoamericano. Sin embargo, en la práctica encontré una novela puramente realista en la que el peso recae en las vidas de los miembros de la familia y el talento queda relegado a un segundo plano, como una excusa para adoptar una visión intimista diferente (que para mi gusto se podría haber potenciado mucho más).
De este modo, el interés gira en torno a los personajes y sus circunstancias, que en general resultan verosímiles y cercanas. La del hermano es la más peculiar: tiene un carácter huraño, vive concentrado en los libros de ciencias y nunca hace ningún gesto cariñoso a Rose; sin embargo, curiosamente con él nunca entra en juego esa capacidad para adivinar los sentimientos a través de la comida (esto es un ejemplo de esos momentos en los que me habría gustado que se le sacara más partido). El desenlace impactante se refiere precisamente a él; me llegó tanto que al terminarlo no paré de darle vueltas e incluso me olvidé de lo relativo a Rose.
Las otras facetas que plasma están más vistas (la madre que se siente sola, la niña que se enamora del único chico mayor que le hace caso…), por eso pienso que si se aborda con las mismas expectativas que yo resulta fácil decepcionarse. El punto de partida es original; lo demás, no, salvo por algún punto escondido que no sale a la luz hasta que la historia está bastante avanzada. A su favor puedo decir que al menos no es un relato previsible ni ñoño, sino que sabe ser crudo cuando toca (no lo he definido como realista en vano), aunque conmigo no ha llegado a estremecerme salvo por ese final que os comentaba antes.
Con respecto a la prosa, Aimee Bender posee un estilo sencillo y depurado, por lo que se lee con bastante rapidez. En ocasiones me ha parecido que se detiene en descripciones innecesarias, pero son tan breves que no llegan a entorpecer el ritmo. Como punto curioso, los diálogos no están introducidos con una raya, aunque sí por puntos y aparte, de modo que se distinguen del resto del texto y son tan amenos de leer como los normales. Cambiando de tercio, el punto de vista escogido es la primera persona de la protagonista, que nos cuenta sus impresiones de lo que ve en su día a día y lo que percibe en los platos, desde emociones del cocinero a la fábrica donde se hizo cada ingrediente, una explicación que para mi gusto se podría haber ahorrado porque tampoco aporta nada especial.
En conjunto, La insólita amargura del pastel de limón me parece un buen libro, pero está lejos de ser una obra excepcional. Su mayor baza reside en lo que puede inspirar a los lectores, ese afecto por Rose y esa aflicción por su familia (así pues, el calificativo que mejor lo describe al hablar de su género es intimista); por lo demás, en mi opinión carece de un argumento potente y los personajes tampoco se pueden definir como inolvidables, solo despiertan interés mientras dura la lectura y luego se olvidan pronto. A pesar de todo, reconozco que la historia va de menos a más y consigue recrear algunos instantes de tensión que no están nada mal.
Por último, si bien me ha defraudado un poco el papel de la comida (esperaba que estuviera presente de una forma más evocadora), no quiero desaprovechar esta oportunidad para recordar varias novelas en las que los alimentos sí que cuentan con un lugar destacado en su planteamiento: Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, una delicia del realismo mágico hispanoamericano que os recomiendo a todos; El último chef chino, de Nicole Mones, una maravillosa (y desconocida) obra en la que la autora nos adentra en el complejo universo de la gastronomía china; Chocolat, de Joanne Harris, esa chocolatería que revolucionó un pequeño pueblo francés; y Un dulce par de senos, una saga familiar con los postres sicilianos como acompañantes. El recurso de relacionar manjares y literatura me fascina.
Conclusión
Por mucho que su sinopsis suene sugestiva para lectores muy diversos, pienso que os tienen que gustar mucho las historias realistas para disfrutarlo. A mí me encantan, así que me llevo una sensación positiva de La insólita amargura del pastel de limón, aunque sé que me habría llenado más si se hubiera enfocado de otro modo y la alimentación hubiera estado más presente. Tal y como está, no me ha dejado huella y me parece una de esas novelas con un aire de cuento que saboreo con gusto pero no tardo demasiado en olvidar.Mi valoración: 7/10