Revista Educación

La insoportable soledad de un profesor

Por Siempreenmedio @Siempreblog

La insoportable soledad de un profesor

Esta mañana eché una bronca de tres mil pares de cojones. Una cosa espectacular. Sentía cómo me salían llamaradas por la boca, azufre por las orejas, cataratas de lava de los ojos. El espectáculo no era gratuito, lo tenía preparado de antes.

Había colocado algunos cañones pequeños al final del aula que escupieron napalm y que yo activé en el momento culmen de mi perorata, para darle dramatismo a la cosa. Ningún charlie hace surf en mi playa, dije con voz categórica. No parecieron entenderme.

También había colgado del techo algunas cabezas reducidas de alumnos de semestres pasados que habían suspendido la asignatura, o que habían osado contradecirme en algunas de mis salomónicas decisiones. Contraté también un equipo de video 4k con streaming para transmitir el evento, porque creía que podía ser de interés social. Y todo salió según lo planeado. Las luces funcionaron en su momento. El azufre se coló por las ventanas según lo previsto. Fue un éxito.

Pero el auditorio no reaccionó como pensaba. Sus ojos no estaban desencajadas, ni llenos de miedo por sus vidas. Solo reflejaban incredulidad. No me creían, no entendían lo que les decía. ¿Por qué ese profesor con acento raro se enfadaba tanto con unas simples faltas de ortografía? ¿O por la jodida sintaxis? ¿O por no no implementar los conocimientos adquiridos en clase? ¿O por no unas simples errores en los trabajos?

Por mucho que yo gritara: “no pueden pasar”, ellos no modificaban su cara de asombroso. Me di cuenta entonces de que el problema era que mis criterios no tenían credibilidad, que no les había hecho entender lo importante que era comprometerse con esa materia, con esos conceptos, con ese aprendizaje, con su carrera.

Me fui derrotado, con el rabo entre las piernas (literalmente) y me sentí vacío. Salí de la clase con mi traje de Gandalf el Mago, y me fui a uno de los baños de la Universidad a echarme agua en la cara. Al mirarme en el espejo. Lo sentí. Me sentí solo. La soledad de los profesores que quieren conseguir cosas que muchas veces no logran.

Gandalf


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