La insulina puede ser efectiva en el tratamiento de cualquier tipo de diabetes. Comúnmente la insulina se administra con la tradicional jeringa y aguja, aunque hay otros métodos que han estado en boga más recientemente como son la pluma de insulina y la bomba de insulina.
Como es natural, muchas personas se sienten intimidadas con solo pensar en tener que inyectarse todos los días; pero las agujas de hoy día son muy finas y están cubiertas por una capa de silicona que les permite atravesar la piel suavemente.
El frasco de insulina que esté usando puede dejarse a temperatura ambiente, sin que le dé el sol, durante un mes. O si lo tiene en el refrigerador, sáquelo 15-20 minutos antes de inyectarse, o caliéntelo con las manos, rodándolo hacia adelante y atrás, pero sin agitarlo vigorosamente.
Las insulinas lispro y regular son un líquido claro y no tienen que agitarse antes de usarse. Otros tipos, como la NPH y las mezclas NPH/regular o NPH/rápidas, vienen en suspensión, o sea, que tienen partículas sólidas que no están completamente disueltas en el líquido. Pero deben ser de aspecto lechoso y uniforme, y no deben presentar cristales, grumos o turbidez. Deben moverse suavemente antes de usarse. Si se agitan vigorosamente pueden dañarse.
Si nota cristales o partículas flotando, la insulina ha perdido parcialmente su eficacia y no debe usarse. Un cambio de coloración puede indicar contaminación y tampoco debe usarse.
Si necesita inyectarse 50 unidades o menos, compre jeringas de 50 ó 30 unidades, por ser más conveniente y económico. En estas, cada rayita pequeña indica 1 unidad. Si, por ejemplo, necesita inyectarse 34 unidades, llene la jeringa hasta 30 y luego 4 rayitas más.
Mantenga las jeringas limpias para evitar infección. Las jeringas usadas deben almacenarse en un recipiente plástico opaco y bien cerrado antes de echarlo a la basura, evitando que alguien pueda pincharse accidentalmente y contraer infecciones, o les dé un uso ilícito.
© Juan Luis Fernández 2013