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La intensidad que te marca la urgencia

Publicado el 27 enero 2018 por Solotulosabes @soloturelatos

Segundo relato con Julia de protagonista continuación de Creo que no me he equivocado 

Julia paso la yema de su dedo índice por mi rojo y mojado glande, contemplaba como caían las ultimas gotas sobre mi vientre, que recogía y  extendía con su dedo a lo largo del tronco, cuando terminaba volvía a empezar el ritual. Le encantaba ese juego, siempre lo hacía después de que me corriese.

– Me gusta cuando crece en la palma de mi mano. ¿Sabes lo que más me excita?, cuando noto sus venas, sobre todo cuando ya está dura y adquiere esa forma curva. Nunca había tocado una así de curvada, me gusta sentirla dentro.

Lo que me gustaba de Julia, es que disfrutaba tanto de los preliminares como de los momentos posteriores. El calor de su cuerpo, sus dedos enredándose en el pelo de mi pecho, sus besos, sus palabras provocadoras hacían que el deseo volviese y nuestras sesiones de sexo se prolongasen hasta que nuestros podíamos más y caíamos rendidos.

También nos gustaba disfrutar de esos momentos en los que nos excitábamos mutuamente horas antes de vernos. Y así había empezado aquella noche, cruzándonos mensajes por Whatsapp buscando provocarnos, podríamos llamarlos los preliminares digitales. Aquel sábado como los anteriores, habíamos salido con nuestros respectivos amigos, pero el plan, como siempre desde hacía dos semanas, era encontrarnos más tarde en su casa y pasar la noche juntos.

El frio y la lluvia del norte nos obligaba a permanecer dentro de los locales, inducidos por mi entramos en uno de los locales clásicos de la cuidad al que hacía tiempo que no íbamos.  Estaba lleno de gente, tan lleno que era imposible moverse sin arriesgarte a tirarle la copa al que estuviese a tu lado. En otra época, habíamos pasado buenas noches en aquel local aunque últimamente, ya no nos trasmitía aquella sensación de antaño de que podía pasar cualquier cosa. Supongo que como todos los sitios de copas acaban aburriendo, pero me seguía gustando, sobre todo por su decoración cargada con miles de pequeños detalles, que a pesar de las horas pasadas allí, aún me habían pasado desapercibidos.

Todo aquello solo era solo un paripé, mi verdadera intención, era perderme en algún momento para encontrarme con Julia. Nuestras citas eran complicadas, no queríamos que nadie se enterase de nuestra aventura. Durante la semana quedábamos en su casa o en la mía, pero la vida social de los fines de semana de una chica de 27 años era complicada. Siempre había algún compromiso familiar o social por lo que, para no levantar sospechas. Los fines de semana quedamos con nuestros amigos y después nos encontrábamos alegando cansancio.

Por cuestiones de trabajo hacia 4 días que no nos veíamos, por lo que aquella noche se me estaba haciendo eterna. Acababa de pedir la copa cuando note la vibración del teléfono en el bolsillo de mis pantalones, avisándome de la llegada de un mensaje.

– Te estoy viendo

– ¿Dónde estás?

– Cerca de ti, no te muevas en un par de minutos me veras pasar.

Al cabo de unos minutos la vi acercarse. Una chaqueta de cuero marrón desgastada, una camiseta blanca y vaqueros pitillo negros ajustadísimos la hacían destacar entre el resto. En ese trayecto nuestras miradas se cruzaron en varias ocasiones, me gustaba su manera de mirarme notaba como brillaba su mirada y su pupila se dilataba un poco cuando nos encontrábamos.

El apelotonamiento de la gente del local y su destreza, hizo  que se tuviese que parar justo detrás de mí, notaba su aliento en mi nuca y los empujones de la gente intentando avanzar hacían que clavase sus pechos en mi espalda. En uno de eso empujones se me cayó parte de la copa encima.

– Perdone, es que me han están empujando

Dijo, con una sonrisa inocente, mientras mis amigos se burlaban de mí intentando entablar conversación con ella.

– No fue culpa del señor – les dijo- , me han empujado. Ahora estará mojado toda la noche.

Dijo recalcando maliciosamente “señor” y mirando para mí con cara de pedir disculpas.

– No te preocupes, no es nada secara en un momento.

– Espera

Abrió su bolso y saco un kleenex, se pegó a mí haciendo el amago de limpiarme mientras me decía al oído.

– Esto no es nada comparado con como tengo mis bragas en este momento y, a este paso, seguirán así toda la noche. ¿Cuándo te desharás de estos carcas que no dejan de mirarme las tetas?.

– Cuando tú me avises, los aparco en la primera barra.

– Espero poder darle esquinazo a mis amigas en breve.

Dijo separándose.

– Bueno, no ha absorbido toda la humedad pero no lo notará tanto.

Comento Julia, ya en alto aparentando normalidad.

La cola ya se mueve, me tengo que ir. Disculpe de nuevo, señor.

– No te preocupes, antes de irte ¿tienes otro kleenex?, parece que también se me ha caído algo en el pantalón.

– Si claro, pero esto ya te lo secas tú.

Dijo, rebuscando en su bolso y mirándome con cara inocente. En ese momento, me pareció sentir su mano en mi entrepierna.

Me quedé mirando como sus pendientes largos se movían caprichosamente entre su pelo mientras se alejaba entre la gente. Julia no era espectacular, pero su forma de moverse le daba un aire sofisticado y elegante poco común entre las chicas veinteañeras. No era demasiado alta, pero sus tacones altos hacían que sus piernas parecieran más largas.

Cuando la vi subiendo las escaleras que llevaban a la planta superior, pude apreciar mejor su figura esbelta, aquellos vaqueros negros marcaban las suaves curvas de su trasero, ajustándose a sus nalgas mientras. Poco a poco se fue perdiendo entre la masa de gente.

Cuando empezaba sonar Vivir mi vida de Marc Anthony, yo apuraba los últimos tragos del resto de la copa. La salsa comercial no es de mis estilos favoritos pero, hay que reconocer, que es uno de esos temas que es capaz de subir la adrenalina de a todo un local. Así que, ¿Por qué no?, ¿de qué podía quejar?, y empecé a moverme al ritmo de aquella canción. Sabía que mi historia con Julia terminaría más pronto que tarde, pero que carallo, los dos estábamos disfrutando y sabíamos que aquello era temporal, por eso lo vivíamos con la intensidad que te marca la urgencia.

El zumbido del móvil me abstrajo de mis pensamientos, sabía que era ella. La pantalla del móvil me indicaba que había entrado tres mensajes seguidos. Disimuladamente di la espalda a mis amigos, que por suerte, en ese momento mantenían una animada conversación sobre sus preferencias en mujeres. Así que puede leer los mensajes sin que me prestasen demasiada atención.

– La tenías dura cuando te la toque.

– Como se te baje te pierdes lo siguiente. Me la saque en el cuarto de baño después de estar contigo.

El tercer mensaje era una foto de sus vaqueros desabrochados y debajo de los que asomaba el inicio de una braguita de raso color rosa. Antes de que me diera tiempo a contestar, me entro un cuarto mensaje.

– Te espero en la esquina de la Colegiata en media hora, no tarde que llevo los pantalónes desabrochados como en la foto, y me puede coger el frio.

Al salir del local, caía esa fina lluvia gallega que te cala hasta los huesos, y por supuesto no llevaba paraguas, aun así enfile la calle y me dirigí hacia el sitio donde habíamos quedado. Al cabo de unos diez minutos de camino pasado por agua, vi su figura al fondo de la calle. Al verme sin paraguas se acercó corriendo para taparme con el suyo.

– Te me vas a constipar

– La culpa sería tuya, me has puesto caliente con tu foto y después me hace salir a la calle con este tiempo.

– Habrá que calentarte de nuevo

Mientras decía esto cogió mi mano, y la deslizo sus bajo sus braguitas de encaje, mis dedos fríos y mojados por la lluvia encontraron el centro de su calor, note como un escalofrío recorría su cuerpo motivado por el frio de mis dedos. Con los ojos cerrados y con un susurro de voz, me recordó que ya me había dicho, que me iba esperar con los pantalones desabrochados.

La calle estaba casi vacía, la gente más cercana estaba a más de veinte metros de nosotros, la poca iluminación de la zona y las sombras, nos animó a prolongar aquellas caricias. Julia se había pegado a mí, la cremallera de sus vaqueros cedía a la presión de mi mano deslizándose hacia el interior de sus braguitas, mis dedos encontraron la pequeña franja de suave y sedoso vello púbico cuidadosamente depilada, seguí bajando por su monte de Venus hasta llegar a la comisura superior de los labios mayores.

– Me vas a romper los vaqueros, mejor vámonos para casa.

Me dijo con voz ahogada, mientras acercaba sus labios a los míos y nos funidamos en un beso mezcla de deseo y pasión.

– Sentir tus dedos mojados y fríos tocándome, con la calle en penumbra y lloviendo, me ha excitado más todavía, espero que vengas con fuerzas.

Aceleramos el paso, ambos estábamos excitados, queríamos desprendernos de la nuestras ropas, no solo por la humedad, sino otra vez por esa urgencia marcaba nuestros encuentros. Abrió la puerta de su apartamento, no le di tiempo a encender la luz, acerque mi boca a sus labios rojos iniciando un beso frenético a la vez que cálido, un beso con ambición de piel que nos trasporto sin darnos cuenta a su habitación.

Allí Julia tomo la riendas, me desnudo dejándome solo en calzoncillos sobre la cama y empezó a desnudarse en frente de mí. La escasa luz de la luna y el reflejo de las luces de la calle, era lo único que me permitía ver su silueta mientras se desnudaba. Después se colocó entre mis piernas, recorrieron con sus manos el vello de mis piernas, hasta llegar a mis calzoncillos, tiro de ellos dejando mi polla al aire, que no estaba aún dura del todo, julia acerco su boca y sin tocarla con la mano comenzó a besarla y lamerla desde los testículos hasta el glande.

Notaba su aliento caliente sobre mi piel, su lengua recorría mi polla aplastándola contra mi vientre desde la raíz hasta llegar al glande, una vez allí se lo metía en la boca ensalivándolo bien, repitió estos movimientos dos o tres veces, después se tumbó a mi lado mientras con el dedo pulgar recorría mi capullo ensalivado.

– ¿Te gusta?

– Como sigas haciendo eso vas a hacer que me corra.

Puse una mano en la cintura de Julia y la otra mano la baje hasta su clítoris. Estaba húmeda, comencé a darle un suave masaje, a lo que Julia respondió con gemidos y más gemidos. Notaba el calor de su piel sobre la mía, sus pezones duros rozaban mi pecho, ella seguía pasando su pulgar por mi excitado glande, los dos nos acariciábamos mutuamente, sentía su aliento en mí hombro, y un leve reflejo de luz del exterior, me permita ver su cara de placer  cuando las yemas de mis dedos húmedos acariciaban su clítoris.

Ambos estábamos muy excitados, de nuevo la urgencia nos atrapaba, queríamos corrernos juntos por lo que Julia se sentó sobre mí dejando con una pierna a cada lado de mi cuerpo, ayudándose con la mano se introdujo mi polla y un fuerte gemido salía de su garganta.

Con mis manos alrededor de su cintura la ayudaba a bajarse podía sentir como se abría paso dentro en su vagina, pero ella había tomado la iniciativa, cuando noto que había entrado hasta el fondo subía sus caderas, las subía hasta casi sacarla para inmediatamente volver a introducirla.

Contemplaba su figura subiendo y bajando entre la penumbra, recorría su cuerpo con mis manos desde la cintura hasta el pecho moldeándolos y mordiendo sus duros pezones.

A medida que Juila aceleraba el ritmo nuestras respiraciones se iban acompasando, me empujo sobre la almohada y sujetándose en mis piernas arqueaba su cuerpo, mientras que con los movimientos de su pelvis sacaba y metía mi polla que casi estaba a punto de estallar.

Entre jadeos me dijo que estaba a punto de correrse, comenzó a moverse rápidamente, apreté los dientes cuando sentí que como sus músculos vaginales se contraían alrededor de mi polla. Sentía cómo el placer iba aumentando, oí gritar a Julia y note como se convulsionaba todo su cuerpo cuando alcanzó el orgasmo. Fue la sensual mezcla de placer y dolor de sus uñas clavándoseme en la espalda, lo que provoco que yo también llegase al primer orgasmo de aquella noche…

Continuará, espero vuestros comentarios.


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